Llegó la elección del primer domingo de junio –ya no de julio y por mandato de la reforma política de 2014– y no queda sino advertirlo: el ciudadano al centro, las urnas a hablar con su sonido atronador y los partidos y el resto de actores políticos, a callar y a cumplir el mandato de los electores. Lo demás es crema pastelera.
Si algo tiene una jornada electoral es la oportunidad temida de que los ciudadanos, hablen. Y a ellos, los ciudadanos, corresponde respetar el resultado. Ellos, lo primeros y los actores políticos también están obligadísimos. Sí, en ese marco es una lástima que estos 3 años los priistas no hayan estado a la altura y no hayan sabido ser oposición ciudadana (exactamente como les sucedía entre 2000 y 2012 que tampoco fueron capaces) y en cambio, tan malos ciudadanos, hayan sido los más violentos y majaderos mostrando ardidez y disparates lamiendo su derrota de 2018. Qué pena que no lo entendieron. Tampoco debe extrañarnos y no sumaron a la democracia. Se necesitaba sobriedad de su parte para ver su debacle, pero su actitud reprobable por fortuna solo los exhibió y en contrapartida exaltó a una democracia que se pudo sacudir a su partido.
Y es que justo eso que tiene la democracia: es reivindicativa de lo que no representa autoritarismo y lo demostró en 2018. Y es aliciente y es examen. Aunque no haya ni victorias para siempre ni derrotas para siempre, sí puede haber mayor conciencia ciudadana y puede aspirarse siempre a un sentido crítico responsable y no movido por el odio. Eso es loable y defendible contra el autoritarismo descrito en el párrafo anterior. Los ciudadanos son lo que importa, no las carreras políticas de ciertos actores y ni siquiera el sentir de quien se case con determinada ideología o partido, las más veces por conveniencia. Primero los ciudadanos libres y su valoración de la gestión pública. Después aquellos beneficiarios de un partido –favores, contactos, enchufes, beneficios de diversa índoles obtenidos de ellos– y que han comido de sus siglas, dentro de su estructura o en los gobiernos que conformaron, porque nunca su dicho será objetivo. Lo saben bien y quienes no debemos nada a los partidos, llevamos ventaja en nuestros juicios de valor. No lo olvidemos. Los que simulan ser neutrales cuando saben perfectamente bien que no lo son, quedan siempre al descubierto.
Por eso es tan importante cuando los ciudadanos libres de compromiso acuden a las urnas. Si fuera en tropel bajo pandemia, ya seria mucho pedir. Y con el deseo de que nadie se contagie.
El tema de la valoración de la gestión pública es importante porque no se suele mirar. La elección de 2021 pone en entredicho también y de manera clave para el análisis ese desempeño de los gobiernos estatales y municipales, que sus conciudadanos sabrán distinguir muy bien, valorándolos, y emitirán un voto valorativo de esa gestión. Que se diga para que nadie se asombre de los resultados negativos locales a obtener por determinados partidos que ya gobiernan entidades federativas y municipios. Ojo: que ya gobiernan esas entidades que votarán gobernador. No será la primera vez que la gente distinga su voto según lo que tenga que votar y las opciones que le pongan enfrente, acorde al nivel de gobierno que toca. No nos engañemos. No necesariamente mirar a la presidencia de la República determina el voto hacia un gobernador o munícipe, porque son desempeños de resultados diferentes y consecuencias distintas. Si un analista supone que son lo mismo, va muy equivocado.
Como el PRI suele ser disciplinado para votar, el resto de la sociedad merece acudir sin falta a las urnas, justo para nivelar el resultado, para contrarrestar esa disciplina que demuestra el tricolor. La convocatoria a votar es atronadora. Sal a votar. No dejes que otros decidan. Cuando el grueso de la sociedad vota, la democracia sí triunfa y ganan quienes realmente lo merecen. La alta participación siempre ha afectado al PRI.
Hemos tenido una campaña bastante inusual, carente de propuestas –grave en una oposición que se asume como mejor– y con mucho discurso de odio hacia Morena. Una estrategia opositora calculada que hace agua, financiada desde EE.UU. también, en claro injerencismo y que deja bochornosos episodios como el de Baja California traicionando el PRI los pactos y con una incrementada violencia que no es menor ni normal, que se ha cebado con todos los actores políticos, advirtiendo como viene pasando desde 2009, que hay zonas del país con perdida de autoridad y carencias graves de seguridad y eso es reprochable a todos los niveles de gobierno que encabezan todos los partidos políticos. Todos. Que ninguno se excluya, sobre todo los opositores, que abren la boca como si no fueran ni gobierno ni responsables como sí lo son.
Es que al centro, el ciudadano. Los partidos políticos han minimizado su valía, los analistas han tergiversado su sentir y uno que otro extraviado se ha creído las trolas, los embustes, los bulos y los disparates dichos de ellos por uno que otro opinador que se queda en eso: opinador engañapastores charlatán. No abona a favor nada de ello en construir ciudadanía. Hay que seguir trabajando el tema para que nadie se llame ni sorprendido ni engañado en los resultados dados por ciudadanos a la altura, porque al final la voluntad popular triunfará y si se respeta el resultado, mandará un mensaje puntual en las urnas este 6 de junio.
Nadie la tiene asegurada, que nadie se llame ganador antes de saber los resultados contundentes. Lo que sí es previsible es que se han hecho demasiadas cábalas, demasiadas apuestas, hiperbólicas suposiciones bastantes absurdas.
Ni falsas neutralidades ni recriminaciones hacen falta como las que algunos exaltan; y mucho menos hacen falta regaños infantiles y ridículos como los de Francisco Martín Moreno clamando por quemar en el Zócalo a morenistas y vapuleando a los votantes de Morena, carente de todo derecho a ello y haciéndose fuera de la bacinica con semejante deplorable actitud, absolutamente antidemocrática. Si el ciudadano va al centro salen sobrando actitudes recriminantes de unos a otros ciudadanos como ha sucedido por 3 años. ¿Qué les da derecho? Carecen de tal. Y ¡ojo! si vas a cuestionar a un votante por el voto que dio, primero di por quién votaste tú y evita la cobardía de tu silencio. Cuando después de hacerlo cuestiones a otros, recibirás la debida y muy merecida respuesta. No es que te valga, es que la ameritas y constatarás las muchas razones para cuestionarte también.
Por último, ponderar el voto es importante. Si se rige la gente solo por el odio, perderá. Votar con los pies como en 2012, no ayuda. Con sentido lógico como en 2018, es positivo; y con sentido de responsabilidad, es fundamental en 2021. Y en todos los casos valorando claramente las perspectivas. La realidad municipal, la estatal, la federal de cada votante vive sí importa, porque muchas veces no son la misma. Partiendo de que no se elige presidente e informándose de las consecuencias reales de un voto en las elecciones de 2021. Importa saber para opinar, pues implica lo que sí sucederá y lo mucho que no y es alardeado sobre todo, en la oposición. Importa mucho porque la frustración de un resultado adverso, sería innecesaria con un voto verdaderamente informado. Votar con odio en 2021 es que no sirve. ¿Es un plebiscito a López Obrador? Bueno, los priistas decían en 2015 que las elecciones de mitad de sexenio no lo eran para Peña Nieto, y lo fue.
Eso sí: es descorazonador oír gente que cree que votará presidente y quienes se piensan que insultando conseguirán que gane su partido. Penoso y deplorable. Ambos ejemplos son lamentables y no dibujan una ciudadanía a la altura. Evitémosla.