Ciertamente, como lo reconoció el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, su partido Morena necesitará de llegar a acuerdos con el PRI o con cualquier otro partido político para la mayoría calificada en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Evidentemente cuando requiera de la aprobación de reformas relativas a su proyecto de Nación, llamado “Cuarta Transformación”; de otro modo, con toda seguridad a AMLO le tiene sin cuidado se pueda reunir la mayoría calificada para aprobar situación distinta.
Pero Morena también deberá entrarle cuando la oposición necesite de la mayoría calificada para sacar adelante su propuesta legislativa y proyectos políticos. Cariño, quiere cariño, ¿no?
Y se entiende que esos acuerdos, a los que el PRI nacional está dispuesto a llegar con Morena, se trata de acuerdos legislativos, no de otra naturaleza.
Digamos, acuerdos económicos o acuerdos de impunidad.
Por ejemplo, liberar de responsabilidad al líder nacional priista, Alejandro Moreno Cárdenas (“Alito”), de los escandalosos asuntos ventilados últimamente y aquellos de cuando fue gobernador de Campeche; o perdonar a cualquier otro miembro distinguido de la cúpula nacional del Revolucionario Institucional.
Vaya, porque se ha convertido en una práctica legislativa la compra del voto de legisladores o de bancadas completas, sea cual sea el partido político en el poder presidencial y el predominante en la composición cameral
¿O no?
Entonces no se trataría de llegar acuerdos entre Morena y el PRI en “asuntos benéficos para el interés nacional”, como dice “Alito”.
De por sí que desde el triunfo de López Obrador existe en el ánimo ciudadano cierta sospecha sobre la existencia de ciertos acuerdos entre éste y la cúpula priista nacional. ¿O cómo se explica que el ex presidente Enrique Peña Nieto ante tan libre como el viento cuando el mismo AMLO ha acusado casi de todo a la administración anterior?
De corruptos no ha bajado a sus antecesores, aunque con más énfasis hacia los panistas, quien sabe si porque no les perdona el presunto robo de la elección presidencial en 2006, o por ese odio en torno al conservadurismo, a los “ricos” y al sector productivo, cuando de éstos sale para la manutención del poder público.
En fin, donde el PRI empiece a hacer acuerdos solo en beneficio de los miembros de su cúpula, la ciudadanía le volverá a dar la espalda; o más bien, volverá quitar el poquito voto recuperado en las elecciones concurrentes del domingo pasado.
Y que recuperó en determinadas zonas, porque en otras la ciudadanía lo abandonó.
El PRI como el PAN deberán tener bien presente que la ciudadanía salió a votar por el equilibrio de poderes.
¿CON OTRO PARTIDO?
Con los únicos partidos políticos con los cuales Morena podrá hacer acuerdos en la Cámara de Diputados Federal para alcanzar la mayoría calificada en la próxima Legislatura es con el PRI y con el PAN, nada más.
De otro modo a Morena no le alcanzaría.
Pues haciendo el ejercicio de suma de votos legislativos de sus aliados (PT y PVEM), más los votos legislativos de la chiquillada (Movimiento Ciudadano y PES), en base a las estimaciones del conteo rápido del Instituto Nacional Electoral (INE), los números no le dan.
Miren:
Mínimos: Morena 190 diputaciones; PVEM 40, PT 35, igual a 265, sumándole los 20 mínimos de MC, dan 285, más los 6 del PES resultan en total 291.
Máximos: Morena 203 diputaciones, PVEM 48, PT 41, igual a 292, más los 27 máximos de MC, dan 319, más los 6 del PES, dan un total de 325.
Entonces Morena forzosamente tendría que pactar con la bancada del PRI o con la bancada del PAN.
Porque la mayoría calificada en la Cámara de Diputados Federal del total de 500, se compone de 334 diputaciones o votos legislativos; mayoría requerida para poder aprobar reformas constitucionales y toda ley que la exija.
Imagínese a AMLO vía Morena haciendo acuerdos con el PAN cuando vomita al panismo; cuando hablan de Acción Nacional o de los ex mandatarios panistas parece que le echan agua bendita.
Entonces, tal vez procure los acuerdos con el PRI, y éste partido debería sacarle provecho a su posición en la Cámara Baja, no solo legislativamente, sino políticamente para reposicionarse.
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