Todos ganan

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Fueron las elecciones más grandes de la historia, nos dijo la autoridad electoral, por el número de cargos a elegir, más de 20 mil puestos, por el número de personas llamadas a votar, más de 90 millones, y por la cantidad de legislaturas, gubernaturas y alcaldías en disputa. Y desafortunadamente, también se convirtieron en las más violentas, con decenas de candidatas y candidatos asesinados. También las campañas tuvieron una alta polarización política, hubo guerra sucia, enfrentamientos nada democráticos entre candidatos e incluso el presidente de la República intervino deliberadamente en el proceso electoral, con declaraciones desafortunadas, haciendo campaña en las mañaneras, arremetiendo contra varios de sus críticos, incluyendo a la propia autoridad electoral que defenestró e insultó. Por su parte, la autoridad electoral, elevó su nivel de protagonismo como nunca antes en un proceso, hubo un momento en que se hablaba más de los dimes y diretes entre el árbitro y el presidente, que de las propuestas de los candidatos y candidatas así como de sus propias campañas.

Se antojaba un escenario complejo, retador, con toda la polarización previa, y tanto en disputa, el desafío era mayúsculo. Siendo un país en donde las elecciones son tan importantes, pero a la vez, le han sido tan difícil de normalizar e interiorizar como hitos democráticos a los que se arriba sin contratiempos; en México se han vivido escenarios postelectorales de violencia, de manifestaciones, de inconformidades, de plantones, de revueltas, de marchas, la paz pública después de la elección es un sueño al que se aspira y que apenas se ha conseguido, pero del que siempre se teme, encuentre su regresión y se dé un viraje al pasado bronco. Sin embargo, el 7 de junio el país estuvo en paz, la mayoría de los actores quedaron conformes, todos ganaron.

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Cuál pirinola, con éxtasis triunfal, esperando a que ésta deje de girar y nos muestre que trae consigo, quién pone, quién pierde o quién toma todo, al final de muchas vueltas, revela su verdadero contenido: todos ganan. Sí, eso fue lo que pasó el 6 de junio del 2021 en México, un análisis postelectoral de la elección muestra lo insólito, nadie está inconforme con el resultado, todas las fuerzas políticas ganaron algo, desde luego, también hubo pérdidas, pero lo que han obtenido ha sido más de lo que estimaban perder, incluso esto trasciende a las fuerzas políticas y abarca a otros actores que también resultaron ganadores.

El partido MORENA es uno de los principales ganadores. Consiguió 11 gubernaturas de las que estaban en disputa, gobernará más estados de los que apenas podría imaginar hace 6 años, en 2014 cuando fue fundado. También consiguió junto con sus aliados, la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. ¿Qué perdió? 11 alcaldías en su principal bastión electoral, la Ciudad de México, y por supuesto, la posibilidad de tener la mayoría calificada en la propia Cámara de Diputados, lo cual le obligará a negociar con otros actores, posibles propuestas de reforma constitucional.

La alianza Va por México, integrada por el PAN, PRI y PRD, también ganó. Consiguió alrededor de 200 diputaciones entre los partidos aliados, repartidos entre 55% para el PAN, 36% para el PRI, y 9 % para el PRD. La alianza consiguió lo que inicialmente se propuso, constituirse como un obstáculo, un freno para impedirle la confección de reformas constitucionales al partido en el poder. Lo consiguieron. También lograron un avance desconcertante en la Ciudad de México, que se había caracterizado por un voto progresista más cercano a la izquierda, ha castigado al partido en el poder, y se ha virado sutilmente hacia lo que dicha alianza representa. Sin embargo, no consiguieron ganar ninguna gubernatura de las 11 en la que estaban aliados, ni tampoco consiguieron el control del congreso local, en la ciudad de México, joya del obradorismo y por ende de Morena.

El partido Movimiento Ciudadano, también ganó. Consiguió (aunque podría disputarse por la vía judicial) la gubernatura de uno de los Estados más ricos del país, Nuevo León, así como su principal alcaldía, Monterrey. No lograron crecimiento sustantivo en el Congreso federal, pero con las diputaciones obtenidas podrían participar en interesantes negociaciones legislativas siendo los fieles de la balanza y consolidándose como oposición unitaria respecto al frente opositor anquilosado de los aliados PAN, PRI y PRD.

El PVEM fue también un ganador. Especialista en alianzas estratégicas, siempre cercano al partido que gana la mayor parte de la elección, el ecologismo partidista, sí es que esto existe dentro de ese partido, logró una interesante votación nacional, de alrededor del 6%, consiguiendo cerca de 40 curules en la Cámara de Diputados, lo cual, lo convierte en el partido bisagra, que podrá seguir siendo mercenario de la política mexicana.

El desvalijado sistema de partidos en México, también ganó, por lo menos ha logrado depurarse y de acuerdo a datos preliminares, los nuevos partidos (Partido Solidario, Redes Sociales Progresistas y Fuerza por México), todos ellos, irregulares, sin vinculación social y llenos de intereses de grupo cobijados bajo franquicias partidistas, han perdido su registro.

El INE como autoridad electoral, también ganó. Luego de estar en la mira presidencial y bajo sospecha de parcialidad y protagonismo excesivo, el Instituto ha demostrado nuevamente su capacidad para organizar elecciones, para convocar ciudadanía a votar en medio de una pandemia; la elección ha salido impecable. Todos los sistemas funcionaron, los protocolos para recibir la votación en contexto de emergencia sanitaria fueron un éxito. El INE logró capacitar a más de un millón 400 mil ciudadanos que se despertaron temprano y recibieron y contaron los votos de sus vecinos. Esta elección le permite al Instituto Nacional Electoral, transitar hacia 2024, con solidez institucional, reconocimiento ciudadano, lo cuál será fundamental en la posible reforma electoral que venga.

La ciudadanía también ganó en está elección. Mostró músculo social, salió a votar en una elección intermedia, en pandemia y logró un histórico índice de participación de alrededor del 52%. La sociedad dejó claro y demostró que los problemas, sus diferencias, los contrastes, sus expectativas, todas, se discuten en la ruta democrática, en donde las elecciones son el camino para castigar y premiar gobiernos, proyectos y ofertas políticas. Es una gran noticia, y podría llevar al país a la plenitud democrática que aspira.

Las mujeres también ganaron en la elección. Si bien, hay muchos elementos para analizar y a un alto costo político, administrativo e incluso legal, la paridad en esta elección fue una realidad. 6 mujeres serán gobernadoras en México, uniéndose a dos mujeres más que ya lo eran, esto brinda un equilibrio inicial y da alicientes de que la igualdad sustantiva está arribando a los más altos cargos de elección popular en el país.

En esta elección también gana el país, en general, porque los resultados mantienen estabilidad económica y financiera, brindan paz social y potencian al país como una nación democrática, próspera, que dirime sus diferencias en las urnas y que cree en ellas. También gana el voto, y su poder como factor de cambio, de transformación, que puede constituirse en equilibrio de poderes, en mayorías que se ganan y se pierden. En esta elección el voto mostró su potencia política y su utilidad en clave democrática.

La insólita posibilidad que trae consigo un todos ganan ha llenado de optimismo a la clase política en el país, la conflictividad se desactivó, la esperada judicialización de la elección será de proporciones mínimas respecto a lo que se esperaba. Incluso la ninguneada y vituperada autoridad electoral sonríe orgullosa y muestra de nuevo su mejor cara, los actores se lo reconocen. Esto no significa que el conflicto y la polarización hayan desaparecido, es quizá solo un preludio, una suerte de calma chicha que viene antes del torbellino llamado 2024. Ojalá hayamos aprendido mucho más de este 2021.

El autor es doctor en ciencia política y profesor en el Centro de Estudios Políticos de la UNAM.