Con la sucesión de 2024 en marcha, queda pendiente saber qué otros temas deberían estar en la agenda de medios, pues parece que la discusión se centra solamente en quién será el candidato de Morena para la siguiente elección presidencial, pero por los resultados que ha tenido el actual gobierno, se entiende que se busque la manera de distraer la atención, algo que con la idiosincrasia de nuestra ciudadanía y comentocracia es algo sencillo.
Distractores
Es curiosa la discusión pública que tenemos en estos momentos, pues en lugar de que se esté hablando de la situación económica por la que atraviesa el país o lo que está sucediendo en materia de seguridad pública, estamos debatiendo acerca de quienes pueden ser candidatos presidenciales en 2024.
Se trata de un tema impulsado desde Palacio Nacional, pero en el cual participan con singular alegría muchos actores políticos, tanto para apoyar como para atacar a alguno de los mencionados, por lo que no es de extrañar que esto sea de lo que más se hable en medios de comunicación o en redes sociales.
Y muchos han caído en la trampa y hacen suyo el debate acerca de quién será o quién debería ser, en la alegre práctica del futurismo y de las apuestas acerca de quién será el tapado en la siguiente elección presidencial.
Ya la oposición, en especial el PAN, mencionó a un par de prospectos, en tanto que otros analistas comienzan a elaborar una lista del elenco para dichos comicios, además de la especulación acerca de por qué se marginó a Ricardo Monreal de las menciones de Palacio Nacional.
Pero de lo que no se habla es de los efectos de la inflación, del aumento en el número de ambulantes como salida al desempleo, de la inseguridad que continúa a pesar de las declaraciones presidenciales o de las enfermedades crónicas que no están siendo tratadas por la irrupción de la Covid-19.
Tampoco se hace mención de los efectos de la política de austeridad en el sector salud, ni en las becas de estudiantes de posgrado en el extranjero o los desempleos provocados por esto en el sector público.
Otro tema que debería ser parte del debate público o de la preocupación de los ciudadanos, es la manera en que el presidente lleva el gobierno. Hasta donde se sabe, luego de la reunión a las 6 de la mañana para revisar temas de seguridad –y que para muchos integrantes del gabinete es la única oportunidad para ver al presidente–, y de la conferencia mañanera que termina a las 9 horas, poco se sabe del resto de actividades del mandatario, a excepción de algunas reuniones o conferencias con otros líderes mundiales que ha tenido en contadas ocasiones.
Para muchos analistas, la pregunta es a qué hora gobierna, pues se sabe que buena parte de las decisiones del gobierno federal son concentradas en la figura del presidente –por eso la asistencia de miembros del gabinete a la reunión de las 6 de la mañana, pues es la única forma en que pueden verlo–, por lo que si no tiene una comunicación constante con los integrantes de su equipo y buena parte de sus decisiones se hacen con base en la información que tiene a su alcance, la cual motiva buena parte de éstas, como se expresa en la conferencia mañanera de forma constante –información que cuando es solicitada mediante mecanismos de transparencia obtiene como respuesta que no se tiene documentación al respecto–, esta pregunta se vuelve más interesante y con una necesidad de contar con una respuesta.
Pero en lugar de que este tipo de aspectos sean abordados para obtener una explicación de cómo se llevan las riendas del gobierno federal, tenemos un interminable debate acerca de si la derecha miente o de si se trata de una campaña de desinformación.
Tampoco estamos debatiendo acerca de la responsabilidad política de nuestro presidente en muchos de los temas que también se deberían discutir en estos momentos, pues pareciera que para muchos ciudadanos que responden las encuestas sobre aprobación de labor del gobierno, le dan una calificación muy alta al titular del Ejecutivo Federal, pero cuando responden a las preguntas acerca de las acciones del gobierno, como el combate a la corrupción por ejemplo, la calificación cambia a un número más bajo.
Es como si al ir a un restaurante, al preguntarle a los comensales acerca de su opinión del chef, éstos digan que es muy buena, pero al preguntarles sobre la comida, respondan que no les gustó o que estaba mal preparada.
Algo similar ocurre con este particular, pues muchos evalúan muy bien al presidente, pero no así a las medidas que ha tomado su gobierno en materia de seguridad, manejo de la pandemia, economía y algunos más.
Es como si pensaran que no gobierna y que son otros los responsables de lo que se hace desde la administración pública federal.
Pero nuestra discusión pública está más enfocada a temas que no son los que deberían estar en la agenda. Parece más atractivo para muchos regresar a las historias del tapado y de tratar de interpretar las señales del presidente, que revisar los temas que de verdad tienen impacto en el país.