Peligra la democracia en EU

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El Partido Republicano de EU, secuestrado por su segmento más ignorante y radical de supremacistas blancos, es una amenaza política enorme pues está calcado del Partido Know Nothing que surgió en 1853 para agrupar a quienes querían pureza de raza anglosajona y protestante, y rechazaban todo lo foráneo.

El extremo opuesto es igualmente peligroso: la corrección política intolerante y radical con políticas identitarias que exaltan las razas “originarias” y mixtas, preferencias sexuales disidentes, y solidaridad entre clases sojuzgadas que unidas proclaman su opresión y exigen un cambio tajante del orden social.

La extrema polarización política en EU, que impide el diálogo civilizado entre opositores políticos, que ya no son tales sino enemigos a muerte, implica riesgos elevados para la democracia en el país que la vio renacer, y que puede morir en las urnas en 2024 con reglas aceptadas y legales.

A diferencia de un huracán, Trump no llegó sólo para arrasar todo en su camino y luego desaparecer, pues su figura corrosiva permanece y consiguió que el Partido Republicano que tomó por asalto y al que nunca había pertenecido, se volviera antidemocrático, como él, lo que augura graves peligros.

El año pasado, por primera vez en la historia de EU, un presidente en funciones rechazó aceptar su derrota e intentó anular el resultado electoral. Los dirigentes del Partido en lugar de oponerse a ese intento de golpe de Estado cooperaron con él abierta o tácitamente al rechazar reconocer en público su derrota.

En el lapso entre la elección y la asonada del Dia de Reyes la gran mayoría de los legisladores y funcionarios del Partido rechazaron denunciar a los grupos extremistas que regaban teorías conspiratorias invitando a la insurrección armada y a efectuar ejecuciones, lo que culminó en el brutal asalto al Capitolio.

De acuerdo con los autores de How Democracies Die,[1] el Partido Republicano violó los tres principios básicos que definen a un partido político democrático: 1) aceptar la derrota electoral; 2) evitar la violencia; 3) abstenerse de tener vínculos con fanáticos extremistas.

Como señalan los autores citados, el sistema político depende del autocontrol de quienes lo operan: votaciones que demandan de mayorías calificadas; procesos para remover funcionarios; financiamiento del erario; y nominaciones judiciales. Este complejo sistema de pesos y contrapesos funciona sólo cuando los políticos de todos los partidos despliegan sus prerrogativas institucionales con prudencia.

Las democracias contemporáneas fenecen cuando el líder juega sucio con las reglas existentes, como la han hecho Putin, Chávez-Maduro, Ortega, Erdogan y muchos más, que destazan la esencia democrática detrás de un biombo de legalidad y respeto a los deseos del “pueblo,” que ellos encarnan.

Esto es lo que puede pasar en las próximas elecciones de EU pues operadores del Partido Republicano están ya tendiendo la infraestructura legal necesaria, con 216 iniciativas en 41 estados de la Unión para cambiar las reglas del juego de quién puede votar, cómo y cuándo, y permitiendo la manipulación de los resultados por parte de legislaturas locales dominadas por ellos mismos.

Seguiremos pronto con este tema.

[1] Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, 2018, Penguin Random House,