Octava y última parte
Si México fuera una monarquía, la familia real serían los Slim y Tabasco sería el principado de los Cobo–Trujillo.
Como en la época medieval, el escudo heráldico de la familia Cobo incluye labradas las siguientes palabras: “socio” de Carlos Slim Helú y “yerno” del exgobernador Mario Trujillo.
Como suele ocurrir en la mayoría de los estados del país, donde grupos de familias reinan sobre sus destinos, en Tabasco, la dinastía de los Trujillo con Ignacio Cobo, a la cabeza, es visto como uno de sus “dueños”.
En Tabasco pueden ocurrir cualquier tipo de disparates.
La ocurrencia corrió a cargo del senador suplente de Morena Alejandro Rojas Díaz-Durán quien pretendía encabezar a ese partido en el estado. Para ganarse la simpatía presidencial Díaz-Durán propuso que se reformara la Constitución “para dejar abierta la posibilidad después del 2024” y mediante una “consulta ciudadana” el estado de Tabasco cambie el nombre por el de “Tabasco de López Obrador”, así como “Puebla de Zaragoza”.
A sabiendas de que Cobo es de origen chihuahuense, algunos políticos suelen bromear cuando alguien pregunta que si Nacho es de Tabasco. “¡Nooo –responden– Tabasco es de Nacho Cobo!”.
Cobo quien es uno de los “inversionistas” más “importantes” de Tabasco se inició en los negocios de la mano de su suegro al amparo del poder. En política el tráfico de influencias es el aceite que hace girar los engranes de la maquinaria de la corrupción.
Dos conspicuos personajes fueron claves en los negocios de Cobo cuando su suegro despachaba como gobernador: David Ibarra Muñoz, secretario de Hacienda y Jorge Díaz Serrano, director de Pemex, ambos en el gobierno del presidente López Portillo.
Los negocios se hacían mientras Nacho disfrutaba con ellos partidas de tenis golpeando la pelota de un lado a otro.
Jorge Díaz Serrano estuvo cinco años en la cárcel por fraude. En 1983 la PGR lo acusó de fraude por la compra de dos barcos petroleros de Cantarell y Ahkantún a un sobreprecio de 34 millones de dólares. Fue obligado a pagar casi el doble del botín y a cambio solo lo acusaron de “encubrimiento” en la compra de unas compresoras para Pemex. Díaz Serrano fue desaforado de su cargo de senador y se le incautaron varias cuentas en bancos de Suiza.
A David Ibarra Muñoz le fue mejor que a Díaz Serrano. Luego de concluir su gestión al frente de Hacienda, fue nombrado por López Portillo al frente de Banamex, cuando su gobierno nacionalizó a los bancos. Actualmente es parte del consejo del Grupo Carso y de América Móvil.
Cuando Cuestioné a Cobo sobre sus negocios con Manuel Bartlett, señalado por el propio presidente Obrador y exhibido por Carlos Loret, el propio Nacho me contó entonces que él había logrado un importante patrimonio como contratista de Petróleos Mexicanos en el gobierno del presidente López Portillo cuando el ingeniero Díaz Serrano fungía como director de Pemex.
Era tan grande el proyecto de Pemex en Tabasco que Cobo buscó al ingeniero Carlos Molina Rodríguez quien en la década de los cincuenta había sido el encargado de la Comisión del Río Grijalva y entonces se encontraba jubilado. La incursión de Cobo en ese negocio se enfocó en el proyecto industrial del puerto petrolero conocido como Dos Bocas, localizado dentro del municipio de Paraíso, construido por Pemex en 1979, iniciando operaciones en 1982 y el cual sigue siendo uno de los puertos petroleros más importantes de México por sus volúmenes de carga y por el número de embarcaciones que atiende.
El mismo Cobo confió que también hizo negocios con Pemex en los puertos petroleros de Pajaritos y La Cangrejera. Me contó que en ese entonces Díaz Serrano le pidió personalmente que lo apoyara en esos proyectos. Además, Cobo disfrutaba del respaldo de su amigo el secretario de Hacienda Ibarra Muñoz.
“Yo sí me dediqué a los negocios mientras Manuel Bartlett se inclinó más por la política”, dice Cobo. Incluso, cuenta que Bartlett ya ocupaba un cargo importante en la Secretaría de Gobernación en el sexenio del presidente Luis Echeverría. Allí comenzó el despegue de Bartlett en la política y Nacho y él hacían negocios durante el gobierno de su suegro Mario Trujillo, construyendo importantes fraccionamientos en el estado de Tabasco.
Accionista del más importante centro comercial en Villahermosa, dueño de medios de comunicación, desarrollador de fraccionamientos, accionista en la industria hotelera, Nacho Cobo hace negocios con el gobierno en diferentes segmentos, desde servicios de telefonía a gran escala. Con los servicios de Telmex se atiende a la plataforma en tecnología para seguridad, gobierno digital y colaboración gubernamental.
Además del funcionamiento de infraestructura, programas para el monitoreo y recepción de llamadas de auxilio y evaluación de la respuesta por parte de Seguridad Pública de la ciudadanía. Lo mismo en materia de salud donde existe todo un sistema para tener los expedientes digitalizados de cada uno de los pacientes atendidos, así como los datos de hospitalización y medicina interna. En educación los apoyos para escuelas con aulas y bibliotecas digitales y programas de apoyo a universidades.
Ramas, hojas y raíces de los negocios y la corrupción política en Tabasco involucran a los últimos gobernadores –desde hace cinco décadas– con el clan de los Cobo–Trujillo, pero negocios y política tienen nexos mucho más profundos que las propias raíces. Involucran a todo un sistema político, en el que se incluye a todos los partidos, en los que no hay disputas ideológicas sino diferencias políticas por negocios.
La historia de Nacho Cobo en Tabasco es apenas la punta del iceberg que sobresale en la parte de la superficie de esa gran masa que es el mar de la corrupción en la tierra del Edén.