¿Choque de clases sociales en la sucesión oaxaqueña?

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Conforme a datos duros, Morena lleva la delantera rumbo a la sucesión gubernamental del Oaxaca de 2022, pues en los dos últimos procesos electorales ha sostenido al hilo un poquito más de 700 mil votos, aproximadamente.

Y en la víspera del respetivo proceso electoral, a iniciar en la primera semana de septiembre próximo, estudios demoscópicos de diversas encuestadoras reflejan una alta preferencia electoral para Morena; entre el 40 y 50% solito, sin rostro ni nombre de candidatura.

Claro, son simplemente proyecciones que pueden variar (a la alza o a la baja) en función de diversos factores. Por ejemplo: Candidatura, unidad partidaria, coaliciones opositoras y el perfil de la candidatura de la fuerza política adversaria e Morena.

Independientemente de ello, la expectativa que en este momento tiene Morena le genera una lucha interna por la candidatura. Quizá natural, pero cruenta en un partido con praxis tribal, conformado con desprendimientos de distintas fuerzas políticas, con liderazgos de organizaciones sociales y con sociedad civil de distintas clases sociales.

El contexto viene a colación porque en torno a Morena en Oaxaca pareciera haber cierta lucha clasista rumbo a la sucesión oaxaqueña en la confianza de que este partido tiene la probabilidad de ganar; aunque en política las circunstancias y coyunturas suelen cambiar en un abrir de ojos.

Morena tiene una diversidad de aspirantes a la candidatura a la gubernatura oaxaqueña. Por el momento, la lucha se centra entre Salomón Jara Cruz y Susana Harp Iturribarría; ambos miembros del Senado de la República; él morenista orgánico, ella invitada en el 2018.

Y aquí habría que hacer énfasis en si la lucha es entre ambas personas por sí mismas, o es entre los grupos políticos que los impulsan. En el caso de Salomón Jara podría decirse que él representa un grupo político al interior de Morena en Oaxaca; quizá el más grande y fuerte que ha ido construyendo a lo largo de toda una vida en política.

Susana Harp es de reciente adhesión a Morena cuando en las elecciones al Senado el entonces dirigente formal de Morena, Andrés Manuel López Obrador, la invitó a ser candidata al escaño encabezando la primera fórmula de las dos que se juegan por entidad. Ella primero se molestó porque su nombre trascendió en una encuesta interna sin haberle pedido permiso, luego se contentó y aceptó la postulación.

Y así, la tarea legislativa se convirtió en la principal actividad de la cantante. Y cuando el Gobierno Federal la nombra como enlace en materia de salud en Oaxaca cuando la primera ola de Covid-19, se conjetura que la designación podría tener fines electorales rumbo a la sucesión oaxaqueña 2022, empezándola a ver como prospecto a la candidatura.

Algo así como en la praxis priista de “sembrar” candidaturas camuflajeadas de cargos públicos o partidistas; práctica que Morena a seguido de algún modo.

La conjetura o la probabilidad crece a partir de la definición de candidaturas de género para las gubernaturas del 2021 y para los procesos electivos siguientes.

Es incierto si a partir de que Susana Harp se convierte en Senadora de la República construye un grupo político propio morenista o si la arropan grupos internos más grupos externos, sobre todo cuando empiezan a verla como una probabilidad a la candidatura.

Es legítima la aspiración de Susana y también la de Salomón, sin poner en tela de juicio capacidad, talento, experiencia.

Y aquí cabe una pregunta: Los grupos políticos que pudieran estar arropando a Susana, sobre todo externos, ¿buscan que no llegue Salomón Jara por ser indígena, porque no pertenece a la llamada vallistocracia oaxaqueña, porque él representa la extirpación de la clase social que se viene pasando el poder sexenio tras sexenio?

Con una excepción en la historia reciente oaxaqueña: Heladio Ramírez López, indígena mixteco que fue gobernador de Oaxaca de 1986 al 1992, por el PRI; él enfrentó una serie de obstáculos al interior de su propio partido, porque no pertenecía al grupo político de la vallistocracia. Para darle gobernabilidad a su sexenio, cedió a éste espacios en su gabinete.

Hoy ¿habrá esa misma lucha de clases y de poder, pero en torno a Morena? Ciertos grupos de origen priista (incrustados en otros partidos políticos y en el mismo Revolucionario Institucional) son capaces de arropar la candidatura (sea hombre o mujer) que mejor se acomode a sus intereses.

Ya ha pasado. Pasó, por ejemplo, en 2010 cuando ganó Gabino Cué Monteagudo, en cuyo gabinete había militantes de los partidos de la coalición que lo llevaron al poder (PRD-PAN-PT-Convergencia), pero también priistas, que tan pronto concluyó el sexenio regresaron a los gobiernos del PRI.

En fin, también cabe la probabilidad de que cualquier obstáculo que enfrente Salomón Jara para obtener la candidatura de Morena para la sucesión oaxaqueña, sea producto de su propio actuar.

TERCERÍA EN DISCORDIA 

Un choque de trenes al interior de Morena, ya sea de clases sociales o de grupos políticos, podría terminar en la selección interna de una candidatura para una tercera persona; si acaso Susana Harp y Salomón Jara fuesen en este momento las dos cartas de este partido.

Porque puede suceder que la cúpula morenista en realidad tenga reservada la candidatura para persona distinta.

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