Político nihilista

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Lo más preocupante para un político es que pierda el sentido de la política y de su lucha, que los valores que sustenta su vida política se pierdan, que su propia vida pierda el sentido del ser. Llega al extremo que ya no cree en nada, a este político le ha alcanzado una situación nihilista.

Como lo afirmó Camus, en el Hombre Rebelde, “la marca distintiva del nihilismo es la indiferencia hacia la vida”, esto es precisamente lo más grave para un político, su indiferencia hacia los demás y hacia sí mismo.

El político forma un mundo, crea y recrea sus propios valores que lo justifican, cree por ello que es el mundo real, desde luego, donde él tiene el juego principal y siempre sale victorioso.

Si no hay un mundo objetivo, no hay estructura de este mundo, por tanto, tampoco hay verdad, no hay razón, sólo existe la perspectiva individual. Para el político sólo habrá su verdad. La importancia de la política es lo que en lo personal hemos querido darle.

No hay nada firme en el mundo, el relativismo es casi absoluto, Dios es cuestionado como absoluto, para algunos ni siquiera existe, que la manifestación de lo absoluto no es verdadero.

En este sentido, lo único que le queda al político como alternativa es su enorme voluntad de poder en este mundo sin sentido. Con la voluntad de poder será posible que el político crezca y se desarrolle.

En estos momentos los valores que respaldaban a la modernidad se han devaluado, se ha desintegrado su base social, política y moral, la falta de objetivo y significado, es decir, la existencia del nihilismo, por consecuencia, la muerte de Dios según algunos.

El nihilismo significa, por tanto, que los valores más importantes se han devaluado. No hay objetivo. La pregunta ¿por qué? Carece de sentido. No existe una fuente externa que le dé sentido a la vida, ni Dios ni ninguna otra.

En razón de lo anterior, el político se enfrenta con el absurdo, con el tosco hecho de la existencia por la existencia misma. Con la gratuidad de la vida, con el hecho de estar arrojados al mundo.

Ser arrojados al mundo sin medida ni clemencia, con mayor de las indiferencias, permite, forjarnos un significado a nosotros mismos, surge por ello, el político nihilista. Sólo así tomará decisiones con significados personales, creyendo en su autenticidad. El político nihilista, por eso, vive en constante angustia, al observar que sus valores caen en el vacío social y político.