Celebramos

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Muy difícil celebrar, cualquier cosa en el mes de agosto, cuando el mundo se inunda o se quema en distintas geografias y hasta tiembla desde lo más profundo de sus entrañas. Festejar en el contexto de miles de damnificados y muertos en Haití, infinidad de propiedades que quedan sin techo por el agua o el fuego, centenas de congéneres que no sobrepasan el ataque a su salud o las balas y puñaladas, puede ser privilegio o sentimiento de culpa según el estado del propio ánimo. Aunque de diversas maneras, algo que siempre se celebra son los aniversarios o sea una forma de disfrutar la felicidad de la vida, el recuerdo de los 365 día que acabas de completar [1]  sin importar que tu verdadera conmemoración haya pasado hace 3 o cuatro meses –en otros tiempos y por cuestiones de “honor” posponían el registro oficial, si el bebé fue engendrado antes de la fecha del matrimonio religioso–  o que a los 15 años ya no tengas virginidad.

Con el cambio de las costumbres, la formalidad del matrimonio, el crecer y multiplicarse, el amor aunque no sea heterosexual, la autorización del aborto –en los términos especificados por las leyes- y tantas otras formas de limitar la natalidad y aumentar los promedios de vida aunado a la trabajólica rutina de quienes han sido enajenados por el Tener en vez del Ser, o en el otro extremo el desempleo, hacen de la conmemoración cumpleañera algo casi incomprensible y si se le agrega la posibilidad de contagiarse de dolencias que parecen no tener ni explicación ni remedio, invitar a una fiesta de recuerdo de la edad se convierte en un trance difícil. ¿Valdrá la pena gastar lo que no tengo para agasajar a quien viene darme un abrazo? ¿Cómo sé si están vacunados? ¿Con que marca fueron inmunizados? Y del otro lado ¿Qué le llevo? ¡no tengo fondos para comprar regalos! Y si me contagio…uff, definitivamente volver a la antigua normalidad se mira casi imposible.

Entre el confinamiento recomendado como única vía de no contagiarse y los oscuros intereses políticos –que si es guerra biológica para disminuir las mayúsculas cifras poblacionales; que si se trata de cambiar los sistema de organización gubernamental; que si no alcanzan los fondos para el pago de pensiones y tantos miles de miserables etc.- con tantas respuestas como lo que supone o razona cada una los millones de cabezas en el mundo, imaginar que puedo ser feliz por recordar que hace 500 años, un puñado de europeos, llegaron a lo que entonces se denominaba Tenochtitlán para vencer a un grupo con poder que por largo tiempo había esclavizado, violado, matado arrancando corazones o de otras formas inimaginables, es algo difícil de describir. Quién tuvo mayor influencia en ese evento recordado la semana pasada, ¿los españoles o los tlaxcaltecas? ¿Cuánto costó? ¿se pudo haber dedicado ese fondo de festejo a programas de salud? ¿Qué ganamos como país en denostar a otra nación? ¿Por qué los traficantes de personas se han asentado cómodamente en una población de Tlaxcala?

Desde 1945 las naciones organizadas –en la ONU– determinaron diversas intenciones y programas para mantener la paz ¿cómo controlar el aumento poblacional sin guerras internacionales? ¿Qué ocurrirá ahora que los americanos, ingleses, franceses y diversos representantes de varias naciones huyen de Afganistán donde los talibanes –supuestamente vencidos hace 20 años– regresan al poder? Esa generación de niños salvados de morir antes de los 5 años por los diversos programas de UNICEF y las mujeres que presionan para acceder a un trabajo en igualdad de condiciones salariales y los adultos que sobrepasaron las expectativas de vida posterior el final de la segunda guerra mundial y que hoy acumulan millones de experiencias valiosas a sus 70 años ¿Tienen que morir de covid-19? ¿Por qué se les arrebata la felicidad de ensalzar un año más de vida?

Quienes ya estamos en el quinto escalón hacia el octavo piso, tenemos que reconocer la esencia materialista de la mayoría de las actividades. Sabemos que siguen muriendo de hambre, no solo los menores de 5 años sino muchos adultos que llenan su necesidad física, con refrescos o antojitos no nutritivos y en el ámbito de la salud, al haber llegado al límite de ganancias por la venta de anticonceptivos, hoy los negociantes de la salud, se mueven hacia diversas formas de suspensión del embarazo o inseminación artificial. ¿Son las vacunas realmente una corriente de prevención de enfermedades? ¿Cuántos “expedientes X” no conocemos acerca del cáncer, el VIH, ébola y tantas enfermedades virales que están diezmando a la población?

No es casualidad que el tema de las pensiones, se convierta en enfrentamiento lo mismo en Francia que en Nicaragua, tampoco lo es la conducta permisiva para la agresividad de policías por igual en los estados Unidos de América que en Perú o cualquier otra nación asiática o africana y por supuesto levanta sospechas el que políticos que en discursos hablan de la auto determinación de los pueblos en los hechos estén dispuestos a iniciar litigios –aunque sea privados-  en temas -por ejemplo las armas- que abonan a las promesas del presidente de otro país.

Pero con todo y este sombrío panorama, yo te recomiendo que no suspendas tu fiesta, por falta de dinero o porque alguien te dice que tienes prohibido hacer reuniones. ¡Cuídate! Recibe como recién lo hice, en diversas horas a tus amigos [2]. Goza de las mañanitas, la fruta, los chocolates que alguien te compartió; enséñales a los que te visitaron la conducta de gente joven –hijos, nietos sobrinos- propios y de los que te quieren y rodean que con todo y la propaganda malévola, siguen amando la vida, respetando al que usa su experiencia para enaltecer al otro y recordar que la vida es una experiencia más valiosa que las ambiciones de muchos que piensan que al reducir numéricamente la población tendrán mejores oportunidades que los que todavía respetamos y amamos al prójimo, porque así es como se concreta el amor divino.


[1] En Corea, cuentan desde el momento de la concepción de tal suerte que hoy yo tendría casi 76 años.
[2] El pasado sábado más de una centena de seres humanos de todas las edades me hicieron feliz en el recuerdo de mis tres cuartos de siglo en este planeta, permitiéndome disfrutar de unas rosas, girasoles, tamales, panecillos y el sabor de bocadillos elaborados a mano por mi amiga durante varias horas en su cocina.