En su novela El mundo es redondo, la escritora Iva Pekárková narró de manera cuasi autobiográfica sus experiencias en un campo de detención en Austria a mediados de los años ochenta del siglo pasado, después de escapar de la Checoslovaquia comunista, y esperando el visado de algún país de occidente.
En ese campo, había migrantes de todos los países, y la gran mayoría también huía del comunismo. Entre ellos, había quienes hablaban lenguas eslavas: eslovaco, esloveno, croata, serbio, polaco y checo, como era el caso de la autora. De la misma forma que nos sucede con las lenguas romance, donde podemos identificar algunos elementos comunes si escuchamos detenidamente la lengua italiana, portuguesa, francesa o rumana para quien habla castellano, podía haber un entendimiento básico entre parlantes de lenguas eslavas.
Sin embargo, la protagonista se enamora de un albanés, quien pertenece a un grupo etnolingüístico distinto. ¿Cómo se podrían establecer puentes de comunicación? Cito el pasaje donde se resuelve este problema: “Esta conversación transcurría por su parte en un trabajoso serbo-croata y por la mía en una especia de lengua eslava universal, desarrollada para las necesidades del campamento.”
Si bien las lenguas eslavas eran un puente al interior de una comunidad, la posibilidad de comunicación se dio a través de un idioma que se concibió como puente para unir a un país dividido no solo por una accidentada geografía, sino por diversas nacionalidades y etnias: el serbocroata. Su historia e intentos por extinguirla son relevantes para nuestra actualidad nacional.
La antigua Yugoslavia estaba compuesta por diversas nacionalidades: Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia y Serbia. Se hablaban distintos idiomas, con dos alfabetos diferentes, y coexistían tres religiones: católica, ortodoxa y musulmana. Por siglos, regiones de aquel país extinto estuvieron en las órbitas de otras naciones, como Austria, Hungría, Rusia o el Imperio Otomano. Como sucede cada vez que se hace el esfuerzo por construir una identidad colectiva, fue necesario construir una lengua común.
El serbocroata nació en el siglo XIX, a consecuencia del Acuerdo de Viena entre filólogos serbios y croatas, por el cual se adoptaba el dialecto novo-štokavski de variante ijekavski, originario de Herzegovina oriental, como la base del lenguaje común. Como parte de un esfuerzo de construcción identitaria común, en 1960 se publicó la Ortografía del idioma literario serbocroata o croataserbio, sobre la base del Acuerdo de Novi Sad entre filólogos serbios y croatas.
Sin embargo, a partir de los años noventa los diversos nacionalismos regionales hicieron esfuerzos por dinamitar la lengua puente, como parte del proceso de desintegración de Yugoslavia. Christian Salmon narra parte de ese proceso en su libro Tumba de la ficción: hacia 1990, el partido nacionalista croata comenzó a sujetar a la lengua croata a un proceso de limpieza de serbismos o de yugoslavismos, y luego de las palabras de origen extranjero, como latinismos o turquismos. De esa forma, se formaron palabras nuevas y se recuperaron otras utilizadas hacía más de 150 años, haciendo que esa nueva lengua se forjase a partir de una mescolanza de neologismos y arcaísmos.
Para asentar las nuevas obligaciones lingüísticas, se elaboraron diccionarios, gramáticas, instrucciones y libros de estilo, dirigidos a periodistas de radio y comunicación. Aunque el serbocroata no se ha extinto como tal, son cada vez más marcadas las diferencias regionales, las cuales minarán cada vez más el entendimiento entre las naciones. Al interior de cada una de éstas, la expresión y la capacidad de entender el mundo se empobrece al no haber influencias externas: la considerada pureza lleva al estancamiento.
¿Qué tiene esto que ver con México? Nuestro presidente nos manipula fundamentalmente a través del lenguaje: muchas de sus expresiones vienen de la cultura popular de mediados del siglo XX, rescatados, como los arcaísmos croatas, para reformar una identidad. Sea como sorna o afecto, el uso de sus expresiones define marcos cognitivos.
Lo peor: la oposición insiste en segregar más el lenguaje, tratando de implantar expresiones propias. Podríamos hablar el mismo idioma, pero las formas de hablar están convirtiéndose en divisores tan peligrosos como en facciones nacionalistas. Un paso importante para restaurar un orden demócrata y plural será restaurar nuestro lenguaje cotidiano, si queremos salir de esto pronto.
@FernandoDworak