A un mes de la fecha reprogramada por el Instituto Nacional Electoral (INE) para concluir el plazo para la recolección de firmas de apoyo para la realización de la jornada de revocación de mandato, cabe preguntar si la ciudadanía mexicana realmente tiene ganas de ir a ésta.
Vaya, son pocas las firmas recabadas hasta ahora. Los promoventes autorizados han recolectado 351 mil 946 firmas de los 2 millones 758 mil 227 que se requieren como mínimo, equivalentes al 2% de la lista nominal.
Pero de esa cifra de firmas recolectadas, 51 mil presentan alguna inconsistencia. O sea, que la cantidad real (digamos) fluctúa en las 300 mil firmas efectivas, al corte del 21 noviembre. Quizá en estos días se venga la recolección en cascada. La ciudadanía mexicana tiene fama de dejar todo para última hora.
¿O será que en realidad la ciudadanía no tiene ganas de ir a la jornada de revocación de mandato? Tal vez se pregunte si tiene caso. Imagínensela diciendo: “¿Para qué? Si de todos modos AMLO se va a quedar en la Presidencia de la República”.
Entonces, la ciudadanía estaría desanimada. Puede que hasta más del 2% sienta el ferviente deseo de que Andrés Manuel López Obrador se vaya antes de la terminación de su sexenio porque así lo decida “el pueblo”, pero como desde que asumió el cargo siempre ha hecho su voluntad, pues tal actitud también provoca desánimo.
Igual y la ciudadanía no acaba de entender en qué consiste el ejercicio de participación ciudadana, cuyo nombre legal es revocación de mandato, pero simpatizantes del presidente López Obrador andan llamando a la ratificación del mandato. Confunde, ¿no?
Cabe la posibilidad también de que la mayoría de la ciudadanía se sienta muy satisfecha y contenta con el ejercicio de gobierno de AMLO, que hasta le asuste la simple idea de ir a un ejercicio de revocación de mandato, qué tal si se la hacen efectiva. Por eso mejor ni van a la firma de apoyo para realizar el ejercicio.
Y bueno, como infinidad de seguidores de la “4-T” andan absorbidos por el activismo a favor de personas aspirantes a las gubernaturas de las seis entidades federativas donde en 2022 habrá elecciones (Aguascalientes, Durango, Tamaulipas, Hidalgo, Quintana Roo y Oaxaca), quizá han dejado en segundo plano la recolección de firmas.
Como sea, el caso es que van pocas firmas recolectadas.
Para ser el primer ejercicio de revocación de mandato y para la popularidad del presidente Andrés Manuel, es como para haber juntado por lo menos ese 2% o más a estas alturas de la etapa previa; incluso, hasta por demostración de fuerza.
De continuar lenta y escasa la recolección de firmas, cabe la probabilidad de no reunir ni el porcentaje mínimo exigido por la ley de la materia, en cuyo caso no se llevaría a cabo la jornada de revocación de mandato. Con la pena.
¿O si se juntarán? También cabe la probabilidad, pues cómo van a creer que fracase el deseo del presidente López Obrador; él quiere que se realice dicho ejercicio, y se realizará. Sí, señor, a ver cómo le hacen los promotores afines para juntar las firmas.
LA CLASE MEDIA Y EL PRI
Miren lo que dice un comunicado del PRI:
“’La clase media en México es el gran motor económico, social y quien cuida los valores. Somos un país clasemediero’, aseguró el internacionalista Othón García Silva, al señalar que ese sector de la población, que fue impulsado por el Partido Revolucionario Institucional, ahora no sólo tiene voto, sino además voz, para hacerse escuchar en las redes sociales…y afirmó que la clase media ‘se manifiesta, habla y podemos ver cómo en Palacio Nacional preocupa lo que dice’”.
Sí, pero en lo único en lo cual no tiene la razón es que la clase media tampoco es del PRI. Más bien es un sector de la población abandonado por todos los partidos políticos, empezando por el Revolucionario Institucional, partido que en los últimos años le dio mucho impulso a solo a élites. Y son las que detentan el poder; incluso, por familias.
Si el PRI no hubiese abandonado a la clase media, seguiría siendo tan popular como Adelita. Pero se olvidó de su existencia.
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