Al marco de este Grito de la Independencia que celebra los 200 años del inicio de la emancipación del dominio español y la formación de un Estado-nación con identidad propia como lo es México, se llega con las relaciones en stand by entre el gobierno del presidente populista, Andrés Manuel López Obrador y su homólogo español, el socialista Pedro Sánchez.
Y subrayo con todas las letras que esto del enfriamiento es un asunto entre gobiernos, porque exentos de broncas estériles creadas al calor de revisionismos estúpidos subyacen (afortunadamente) los negocios binacionales hispanomexicanos.
Tanto mexicanos y españoles tienen muy claro que su buena sintonía no se verá interrumpida porque el inquilino de Palacio Nacional quiere que dos siglos después, desde la Casa Real que preside el rey Felipe VI como jefe del Estado español, se envié una carta pidiendo perdón a los pueblos indígenas actuales.
El famoso perdón que, desde marzo de 2019, exigió López Obrador tanto a la Casa Real como al Papa Francisco, como máximo representante de la Iglesia Católica, bajo el argumento de que los españoles masacraron a los indígenas durante la Conquista y luego la Iglesia llevó actos non gratos en su proceso de evangelización.
Que se pida perdón porque lo acontecido hace 500 años, según el mandatario mexicano sigue siendo insuperable y la única forma de cerrar la herida histórica es con un mea culpa público.
Tal desvarío ha provocado un distanciamiento en las relaciones políticas y diplomáticas binacionales, a la celebración de este día 15 de septiembre de la ceremonia de Independencia solo asistirá el presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel. Los afines se atraen.
A la anterior ministra de Exteriores, Arancha González Laya, le llegó una invitación para asistir hoy a los festejos; hace un mes que ella fue removida de su cargo y la sustituye, José Manuel Albares, un profesional con una clara visión de las relaciones internacionales, afable y comprometido con el valor agregado de la diplomacia. Muy seguramente habrá más pronto que tarde un acercamiento con la Cancillería que preside Marcelo Ebrard.
Por lo pronto, en España se está a la espera del cambio de las credenciales diplomáticas en la sede de la Embajada de México ubicada en Carrera de San Jerónimo una vez que, Quirino Ordaz Coppel, todavía gobernador de Sinaloa, sustituya a María Carmen Oñate.
Y vendrán más cambios porque ya el propio caprichoso presidente López Obrador quiere en Cultura, en la sede mexicana en el país ibérico, a una indígena así lo ha tuiteado con soberbia volviendo a subrayar que tiene un diferendo con la monarquía española y reprocha que nunca les hayan respondido la carta (en la que demanda el perdón histórico) y que, en cambió según él fuese filtrada a El País.
Así es que ahora la venganza viene en forma de quitar las estatuas de Colón y de poner en su sitio a una mujer indígena… yo no tengo nada contra las y los indígenas pero si contra atavismos estériles y el discurso que lubrica el odio y rescata cadáveres del pasado nada más porque el populismo se alimenta de los agravios para mantener a la gente distraída, para tapar la mediocridad del quehacer gubernamental.
Lo que México y España requieren es reforzar sus relaciones bilaterales, ensanchar los marcos de cooperación; ahora mismo, el país azteca necesita vacunar lo más pronto posible a su población adulta; pues bien, el sistema sanitario español, tiene siete millones de dosis de vacunas antiCovid guardadas desde hace días porque ya inmunizó al 75% de su población y avanza inoculando a los adolescentes a partir de los doce años de edad.
A México, le hacen falta tantas dosis, que hay iniciativas como las de Coahuila en que las maquiladoras están llevando a los adolescentes –de entre 12 a 18 años de edad– a vacunar a Estados Unidos, concretamente a Eagle Pass.
Iniciativas así son bienvenidas en momentos en que el liderazgo del país descansa en la miopía y obcecación de una persona que solo gobierna para sus amigos e intereses personales. El abandono de las políticas de salud pública en las que están sumidas, las niñas y los niños, con cáncer en México debería llegar hasta la mesa de la ONU y de la OMS.
A COLACIÓN
Sí, a la población indígena hay que pedirle perdón por lo mal que ha sido tratada de forma histórica por todos los gobiernos que han pasado en los últimos 200 años. Por la forma horrenda en que a los Yaquis les arrebataron las tierras, por las matanzas de no hace mucho de Aguas Blancas, de Acteal y de otras más.
Hay que pedirle perdón, por la explotación servil bajo la que vive dentro de su país; por abandonarla a su suerte, sin escuelas dignas, ni secundarias cercanas, ni mucho menos universidades a su alcance. Por el maltrato y la discriminación, tan solo por ser indígenas, que lo más bochornoso es que pasa en el México del siglo XXI, de un mexicano a otro mexicano. El presidente López Obrador debe moralmente pedirles perdón…
@claudialunapale