La historia es un relato

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Una tarea fundamental de todo gobierno es generar una identidad compartida para toda la nación, a través de preguntas como ¿qué nos une? ¿Cuáles son nuestros orígenes? ¿Por qué nos mantenemos como nación? ¿Hacia dónde vamos? En ese entendido, son tareas de vital importancia la consolidación de una lengua común y una historia nacional.

Lejos de reducirse a una mera relación, o una ciencia exacta donde el pasado está formado por una crónica hechos inamovibles, la historia es una narración que sujeta al pasado a una constante reinterpretación, donde quienes realizan el trabajo historiográfico también redescubren los acontecimientos no solo a partir de evidencias que se descubren, sino también a través de las vivencias, problemas y referentes contemporáneos.

De acuerdo con la historiadora Julieta Piastro Behar en su libro Los lenguajes e la identidad. La subversión como creación (Barcelona: Herder, 2019), la historia forma parte de los discursos a través de los que se ejerce el poder y, en este caso, se constituye a los sujetos históricos. Es a través de la educación cuando se introyectan esos sujetos, estableciéndose esa narración historiográfica como parte de los relatos identitarios de un pueblo. Sin embargo, se ha invisibilizado a ese pueblo a costa de darle demasiada importancia a los acontecimientos, entendidos como algo inamovible.

En su obra, Piastro Behar revisa las búsquedas de historiadores como Raymond Aaron, para quien el pasado, concebido como el conjunto de lo que realmente ha sucedido, está fuera del alcance del historiador. De esa forma, para aquel autor, la historia es una aventura espiritual en la que la persona historiadora está totalmente implicado, le aporta un valor existencia.

Piastro Behar también cita a Henri-Irénée Marrou, para quien la historia es el resultado del esfuerzo – en un sentido creador – mediante el cual el historiador – sujeto cognoscente – establece el vínculo entre el pasado que evoca y el presente que es suyo. El objeto de la historia es un saber que se sustenta en la consecución de relaciones causales o finalistas y que está construido por significaciones y valores. El historiador no se puede considerar un factor perturbador al que hay que eliminar para el autor, la historia es justamente la relación del historiador con el pasado.

De esta forma, la autora cita a Marrou: “La historia tradicional, atenta al tiempo breve, al individuo y al acontecimiento”. Es decir, el acontecimiento está encerrado en esta corta duración. En una “primera aprehensión” se podría decir que el pasado está constituido por el tiempo corto: la medida de los individuos y de la vida cotidiana. Sin embargo, esa “masa de hechos menudos” no constituye toda la realidad.

Otro autor que cita Piastro Behar es a Fernand Braudel, para quien el verdadero reto consiste en superar de manera simultánea al individuo y al acontecimiento, sinónimo de tiempo corto, y dar un giro hacia el tiempo social, el tiempo de las instituciones políticas y de las mentalidades, esto es, el tiempo de “larga duración”, una historia de la “lentitud acompasada”, tiempo social de vértigo y de lentitud.

Por lo tanto, para la autora el trabajo de historiar es pasar de la explicación a un esbozo de explicación del pasado. En ese proceso, se debilita el acento intencional de la acción de las personas y se hace hincapié en acontecimientos posteriores no deseados.

Como sucede con los mitos desde que hay civilización, la historia es, en su carácter de narración, una forma de explicación. Así, explicar por qué algo ocurrió y describir lo que ocurrió no es lo mismo. Es decir, una narración que no explica no tiene nada de narración.

Si la estructuración de la trama es lo que califica a un hecho como histórico, y en ésta se mezclan azar, causas materiales, fines y emociones, la comprensión histórica se desprende de entender los acontecimientos humanos: para un historiador, explicar quiere decir mostrar el desarrollo de la trama y hacer que se comprenda.

Por lo tanto, prosigue Piastro Behar, la historia, como la narrativa, es el ámbito dentro del cual filósofos e historiadores se proponen recuperar al sujeto como centro de interés. Concluye: “el debate parece dejar clara la necesidad de precisar los contenidos de esta nueva historia. La narrativa de hoy, más que sustituir una historia de largo alcance, pretende devolver al ser humano la posibilidad de recuperar su capacidad de narrarse y narrar y, de esa manera, poder reconocerse como sujeto de su propia historia. No se trata de un retorno a la narrativa si por ello se entiende una vuelta hacia el relato lineal y ordenado que tiene más forma de crónica que de historia, sino al reconocimiento de que la identidad pasa por el lenguaje y por una peculiar organización del lenguaje que es la manera en la que construimos nuestro relato identitario”.

Si la historia es un relato donde nos entendemos como sociedad, cambiando enfoques y comprensión según los materiales disponibles a interpretación y los contextos donde nos corresponde entendernos, también es del interés de un gobierno consolidar un relato que defina a una comunidad. Esta narración puede ser flexible o rígida, según sea su interés. De eso hablaremos la próxima semana.

@FernandoDworak