Previo a la Toma de Zacatecas, la ciudad más bella de América junto con Cartagena de Indias -ambas patrimonio de la humanidad- nuestra capital fue arrebatada por el gobierno federal que controlaba el chacal Huerta. Fueron tiempos muy difíciles: ocuparon casas de ricos y pobres para instalar a su ejército, violaron jovencitas, vigilaron entradas y salidas, masacraron a la población, generaron desabasto, paralizaron el empleo. Ese fue el escenario antes de la gran y devastadora batalla que significó el ingreso de la División del Norte encabezada por Francisco Villa y Felipe Ángeles.
Se habla de un enfrentamiento entre 40 mil soldados: 22 mil del ejército federal y 18 mil villistas. No hay datos confiables ni rotundos al respecto, pero fue realmente “la madre de todas las batallas”, además de considerarse como una de las más rápidas de la Revolución Mexicana. A las 6 de la mañana se dio el sitio y prácticamente con la destrucción del palacio federal, casi esquina con el teatro Calderón, la beligerancia había sido finiquitada. La estrategia del ex director del Colegio Militar (ex alumno de las escuelas militares francesas) había resultado exitosa en no más de seis horas.
La orden de Villa fue masacrar a los federales y lo lograron. Los cerros zacatecanos fueron fundamentales para el triunfo: a través de ellos persiguieron a los milicos y, según la narración de los abuelos, las calles de la ciudad se tiñeron de rojo, sembradas de cadáveres. La salida para Guadalupe era una carnicería, porque la orden había sido tajante: matar a todos los que huían.
Zacatecas quedó destruida por muchas décadas. Cuando niños, caminábamos un par de cuadras después de la catedral y lo que encontrábamos eran tapias simplemente. Igual ocurría con las calles del centro y de barrios como La Pinta, Los Caleros… destrucción inocultable e interminable.
Cuando llegaron los federales, el capital ya había huido. Aún existían empresas que fueron creadas por algún minero de la Colonia. Ese capital prácticamente fundó Torreón y fortaleció Monterrey. Muchos zacatecanos huyeron a los Estados Unidos: Chicago y California se llenaron de nuestros coterráneos que hoy son más en número que la suma de todos los pobladores de Zacatecas que aquí viven.
Los zacatecanos también se fueron después de la toma de Zacatecas a zonas como Ecatepec, Naucalpan, el incipiente Nezahualcóyotl y todos los lugares con terrenos baratos en la ciudad de México y su zona metropolitana.
La fiesta anual de los zacatecanos en Chapultepec, reunía hasta 35 mil asistentes, que no eran convocados por el gobierno sino por nosotros, los zacatecanos residentes en el Distrito Federal. Los anafres, la comida, la música y el mezcal de Zacatecas se sumaban a coro en un festejo que celebraba que nuestra ciudad había sido la tumba del gobierno federal que, sin embargo, había destruido nuestra capital. En ocasiones iba algún gobernador que francamente pasaba desapercibido: nadie lo conocía, nadie lo respetaba y se veía como un estorbo. No se hacía ceremonia alguna, ni oficial ni improvisada.
Luego de la toma de Zacatecas vivimos sin televisión, sin cines, sin comercios. Había pocas escuelas abiertas. El gobierno del estado cabía en una casa de la avenida Hidalgo. 3 o 4 empleados de teléfonos o de correos eran suficientes para atender la demanda. Vestíamos la misma ropa y heredábamos la de nuestros hermanos mayores. Las casas eran viejas. No teníamos drenaje: los baños estaban en el patio o en la azotea para que no apestaran el ambiente familiar.
Poco a poco, el esfuerzo colectivo y la capacidad emprendedora del zacatecano fueron embelleciendo y convirtiendo a nuestra capital, en la ciudad culta que es hoy. Los gobiernos de Miguel Alonso y Alejandro Tello la frivolizaron, con foquitos en las avenidas, con festivales sin sustancia con El Julión como protagonista. La feria industrial y comercial fue convertida en instalaciones para burdeles y para recibir a Paquita la del Barrio y colmarnos del “pan y circo” tan distintivo de las tiranías.
El martes 21 de septiembre la ciudad fue paralizada por una marcha que se ofrece a repetir mañana el numerito, para presionar al gobierno porque no ha pagado salarios. La pregunta: ¿qué culpa tenemos los ciudadanos de que el gobierno no pague y de que existan líderes feroces que han permanecido durante quinquenios o décadas manipulando trabajadores para plazas familiares? Han creado una ciudad de burócratas. El gobierno tiene que cumplir con sus obligaciones. Tenemos dos sexenios previos que encabezaron una banda de frívolos que sólo se dedicaron al saqueo como si fueran del grupo de Al Capone. Se han hecho dueños de restaurantes, de las mejores casas, de vehículos de lujo y, desde luego, de familias cuya riqueza no se va a acabar en las próximas generaciones. Se anuncia que no habrá transporte: ¿cómo irán los niños a la escuela o los trabajadores a sus labores? Los mercados no tendrán comercio ni habrá tránsito peatonal.
La tragedia del ISSSTEZAC que era una obra social que inició en el gobierno de Leobardo Reynoso, es un buen resumen de todo este desorden de cosas. Se construyó el Casino del Empleado en la salida a Fresnillo. Tenía un boliche con maderas europeas, cancha de basquetbol, baños de vapor, un restaurante para eventos donde tenían acceso gratuito los trabajadores y sus hijos. Existió un club Blanco y Negro para la burguesía, en la avenida Hidalgo cerca de la catedral: nada tenía que ver con las instalaciones del patrimonio que se fue erigiendo como capital para que los trabajadores tuvieran un beneficio cuando su vida laboral terminara.
Con la frivolidad de los últimos años, se compró la finca donde hoy está el Hotel del Jobito que, desde luego, no era un negocio para los trabajadores, sino para quien vendió y para quien compró. El hotel que está en la salida para Fresnillo, el paraíso Caxcan y otros lugares similares se quieren vender. Volverá a ser negocio de los funcionarios, que comprarán ellos mismos para engordar sus billeteras y las de sus prestanombres.
El ISSSTEZAC tiene que ser investigado. Por ahí anda en las cafeterías, el funcionario que le dio la estocada final. Deténganlo y revisen a los burócratas que tienen pensiones cercanas a los 100 mil pesos. Hagan responsables a quienes lo son: el derecho de los trabajadores es sagrado. Su salario no tiene que ser suspendido. Tampoco hay que dejar de pagar a los empleados del gobierno, no ya un día, ni unas cuantas horas, porque de eso viven sus familias. De ahí comen niños y ancianos. No debe dejarse de pagar al magisterio, pero estos líderes -que no son más de 5 y que antes de presentarse a las ruedas de prensa debieran ir con el peluquero- no pueden mandatar a la ciudadanía a parar la ciudad y a detener el tránsito carretero. Su minúscula inteligencia no les da más que para plantones y para paralizar una de las ciudades más bellas del mundo. Los problemas no se arreglan con marchas sino con negociaciones, con acuerdos, con pactos. El congreso del Estado debiera estar investigando a los forajidos de los gobiernos de Tello y Alonso, que colecciona propiedades y ranchos en el estado. Yo luché diez años contra él porque me quiso quitar El Chique que había comprado hace más de 30 años a un prestigiado médico zacatecano.
La ciudad no es culpable. Tampoco lo son sus habitantes. Que estos líderes charros sin el más mínimo sentido de la educación sean puestos en su lugar. Educar es transformar, es contribuir a crear espíritus democráticos y a dar ejemplo a los jóvenes de cómo edificar su realidad y de cómo construir la ciudad que le dio riquezas a España para hacer sus mejores palacios imperiales. En el viejo continente usaron nuestro oro y nuestra plata para emprender guerras. Durante 300 años de la Colonia, Zacatecas fue la exportadora número uno de minerales, sobre todo para Europa.
Hoy nos quedan nuestras catedrales y templos, nuestros museos, nuestro orgullo y la conciencia de que nuestros ancestros fueron grandes emprendedores, grandes mexicanos. No podemos dejarnos guiar por cinco mequetrefes que se quitan la palabra en sus ruedas de prensa con un protagonismo enfermizo y una soberbia gigantesca: algunos de ellos no entienden la grandeza de esta patria chica, con voces como la de López Velarde y pinceles como los de los hermanos Coronel o los de Goitia, con la creatividad musical de Candelario Huizar, de Manuel M Ponce o del gigante musical Genaro Codina, creador de una de las marchas más bellas del mundo: la de Zacatecas. Que Zacatecas marche hacia el progreso, no hacia la protesta sin sentido.
@jaimenriquez