La polarización política promovida desde Palacio Nacional está pagando su cuota negativa: la falta de entendimiento de iniciativas y oposiciones.
La reforma energética cayó en el terreno de las confrontaciones. Y ahora se trata del todo o nada en el territorio presidencial y en el terreno opositor, sin medir, analizar y prever posibles efectos positivos o negativos y menos suponen posibilidades de mejoramiento de la propuesta.
La iniciativa busca reconstruir el aparato público de dominio de la energía eléctrica que se perdió con la privatización de parte del sector con la reforma derivada del Pacto por México del PRI, el PAN y el PRD, aunque en el debate sobre iniciativas el PRD decidió salirse de su firma en los acuerdos.
Ni el Estado regresa al control absoluto del sector, ni las empresas privadas van a ser expropiadas. El Estado quiere avanzar al control solo del 54% de la energía, dejando el 46% a privados. En todo caso, la parte que no se acepta se localiza en la anulación de paneles solares y en la obligación de conexiones a la CFE.
La reforma eléctrica a la reforma del Pacto por México fue un compromiso central de campaña del candidato López Obrador y logró votos por esa agenda. No ha habido, pues, sorpresas o engaños. Vienen semanas de debate intenso en el congreso para aprobar el regreso al modelo estatal de energía, aunque con indicios de que gobierno y oposición van a entregarse a la lógica del todo o nada. En las votaciones finales vamos a ver un realineamiento de partidos y legisladores.
La parte más importante, más allá de las tensiones y cortos circuitos políticos, se localiza en la necesidad de usar la luz como un instrumento de apoyo a la planta productiva. En términos económicos, la electricidad es un cuello de botella productivo que afecta producción y precios.
Y al final de cuentas, la reforma eléctrica va a reposicionar circunstancias para las elecciones presidenciales del 2024.
@carlosramirezh