AMLO y la revolución industrial

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La hoy llamada Primera Revolución Industrial, modificó el comportamiento del mundo. El descubrimiento de la máquina de vapor, el manejo de la energía hidráulica y la mecanización trajeron grandes transformaciones en el modo de vivir y de organizarse.  Los centros urbanos crecieron, se acercaron mediante los barcos de vapor y el ferrocarril primero, después el automóvil. La distancia no se achicó: fue el transporte el que permitió con mayor velocidad llevar los bienes de consumo a través de las vías férreas, de los mares y de los desiertos.

Se reemplazó la fuerza tractora de animales y hombres, por los motores y la producción en serie.  Las ciudades crecieron y se crearon nuevos oficios, nuevas estructuras: los gremios reemplazaron a los artesanos cuyo trabajo era único, pero no producía en grandes volúmenes.  El tren fue el motor del desarrollo, con el carbón como combustible para impulsarlo.  Usando el acero se construyeron rieles y puentes y en Europa tuvieron un profundo impacto en el aumento del ingreso per cápita.

A su vez, los Estados Unidos se transformaron derrotando a los desiertos y las infinitas distancias con el ferrocarril.  Años más adelante, la creatividad de Ford permitió organizar en serie el trabajo de ensamblaje de un transporte individual, construyendo un automóvil barato y con mantenimiento simple que, Henry Ford decía, era como una máquina de coser.

Entonces, la Mercadotecnia no era fundamental todavía: el impulsor del automóvil decía que el pueblo podía elegir el color de su carro… siempre y cuando fuera negro.

La producción en línea de los automóviles y la creación de carreteras para transportarse permitió que los suburbios se desarrollaran y las familias pudieran tener libertad de movimiento.

La industria se estimuló aceleradamente: se crearon complejos fabriles con miles de trabajadores que fundaron sus sindicatos para negociar colectivamente. Incluso la iglesia se volvió masiva.  Surgieron diferentes tipos de energía como la que producían las caídas de agua domadas mediante un generador que volvía electricidad esa agua para dar vida a las empresas e iluminar a los pueblos. Los desarrollos más importantes fueron en Inglaterra, que acendró el capitalismo en esta incipiente etapa.

Años después, el petróleo se alzó como generador de energía.  Se explotaba de manera más cómoda y fue el líquido que ratificó a la Revolución Industrial como la nueva forma de ser y estar.

Entonces no importaban ni la contaminación ni el daño a la naturaleza, puesto que veníamos de siglos de pureza del aire y de las aguas.  La contaminación, sin embargo, fue aumentando aceleradamente hasta llegar a esta incierta y compleja etapa de calentamiento climático que vivimos.

Una pareja convirtió el motor de combustión interna en el artefacto que después permitió volar a los aviones. La Mercedes Benz: un ingeniero y Mercedes, su hija, generaron los motores que ahora son usados incluso en la industria aeroespacial.

La competencia comercial y mercantil se intensificó porque un producto francés, por ejemplo, podía distribuirse en el mundo con las tecnologías más avanzadas de la época, en tanto que otras naciones como Venezuela o Cuba, no podían rivalizar contra eso.

Creo que esta época transformó radicalmente al mundo y, si bien no podemos olvidar a los fenicios, a los romanos o a los vikingos que tuvieron contribuciones en el comercio y el transporte en su época, luego de la creación del motor de combustión interna quedaron atrás definitivamente.

Hoy en México hay un debate: despreciar el progreso de las transformaciones que fueron producto de la Revolución Industrial de hace más de dos siglos y que dieron lugar a la automatización, las tecnologías de la información y la comunicación, la coordinación digital, los sistemas ciber físicos y la robótica, queriendo regresar hacia un esquema que bien pudiera equipararse a sembrar hoy la tierra con mulas y arado, o  decidirse de una buena vez a reconocer que los tiempos han cambiado y que el desarrollo tecnológico, las técnicas de competencia, la mercadotecnia, las finanzas y la sustentabilidad son los nuevos motores de la sociedad.

La expropiación petrolera en México fue en 1938, a partir de un conflicto con las empresas explotadoras internacionales. El pueblo apoyó la determinación del presidente Cárdenas, que nada tiene que ver con sus reformas profundas y reales en la educación, en el reparto de las tierras y en la propiedad del combustible.  Existieron conflictos y dificultades para transitar por ese camino, pues expropiar implicaba nacionalizar y requería inversión de capitales mexicanos para no volver al esquema original.  Sin embargo, comercializar no era fácil: sacar la tierra del petróleo tampoco.  Y hubo muchas improvisaciones que aquel tiempo podía permitir y que estaban en consonancia con las modificaciones revolucionarias de aquel presidente y su época.

Vivimos hoy tiempos divididos.  Por un lado, están los Carlos Slim, los Salinas Pliego, los Azcárraga y el presidente López Obrador. El resto de la sociedad es cuestionada severamente: la clase media por arribista, los universitarios por inútiles, las universidades por corruptas, los científicos por ladrones… y todos aquellos que tienen un discurso propio y que se permiten disentir del presidente, están en su boca para descalificarlos, aunque no venga a cuento.

Es López Obrador quien ha dividido al país en dos frentes: el de los jodidos, que obtienen por serlo una limosna en efectivo y el de los poderosos, que serán los dueños del Tren Maya, quienes construyen el metro, los funcionarios que venden productos al gobierno sin licitar y como la cereza del pastel, los militares. Existe otro gremio de nuevo ascenso institucional en el país: los narcotraficantes, que son respetados. También los familiares de funcionarios se han convertido en la nueva clase financiera de la nación.  Cuando terminemos este gobierno habrá como un Alemanismo sin Alemán o un Salinismo sin Salinas.

Hoy la patria no tiene destino sino confrontación.  Han desaparecido a nuestros héroes de la Independencia, de la Reforma, de la Revolución y han surgido otros que son ahora alabados por el presidente y que, si bien tienen méritos, son del gusto del poder.

Se han cambiado las fechas históricas de nuestra fundación en Tenochtitlán, de la Independencia, etc.  Se han convertido en villanos los que otrora fueron héroes, para privilegiar a dos o tres.

Aquellos hermosos desfiles que de niños vimos en las calles el 20 de noviembre o en septiembre, hoy se hacen o, en el palacio de gobierno, o en la plaza del zócalo para una aristocracia de militares y funcionarios.

Ahora son bienvenidos los tiranos como Maduro que tiene a su pueblo muerto de hambre mientras que él viaja en un mejor avión que el del presidente de Estados Unidos. El presidente de Cuba -que es un tirano elegido por dedazo que nada tiene que ver con Fidel Castro o con el héroe de la Revolución Cubana, el Che Guevara- es invitado a presidir nuestras fiestas patrias y tiene un buen lugar en los afectos del primer mandatario, el presidente de la guaripa que no emite dos frase con coherencia.

Esta semana nos visitaron los yanquis: aquellos que persiguieron a Francisco Villa sin el permiso del gobierno, por haber atacado Columbus. Son los mismos que asesinaron a nuestros Niños Héroes y se ruega en la vocería de Marcelo Ebrard, que el presidente Biden visite México, con una insistencia grosera, limosnera, como si el pueblo de México no tuviera agravios de los yanquis, que han sido siempre los tiranos de nuestra historia.

Los latinoamericanos que intentan buscar un espacio laboral en México o en los Estados Unidos -y que fueron invitados por el presidente López Obrador a acercarse para darles trabajo y ser él gestor ante el imperio como si este fuera bondadoso- están siendo sacados de nuestro país como los judíos que fueron expulsados del templo, sin miramientos y a fuerza de látigo.  Se les lastima y han caído bajo las garras de una mafia nueva que explota migrantes cuando México es un país de migrantes: hay más zacatecanos en Estados Unidos que en Zacatecas o en todo México. Igual ocurre con Michoacán, con Guanajuato y con otros estados.

¿Quo Vadis el gobierno? Si busca el camino de la tiranía, no lo va a lograr: este pueblo es indómito, valiente y tiene dignidad.  Si busca la tiranía de Perón en Argentina y las payasadas de Chávez para domar a Venezuela que hoy se muere de hambre y que tiene por rey a un monigote, no lo conseguirá tampoco. Si busca una bota militar como la de Pinochet o la de Franco, eso es imposible en México.

Este gobierno pasará a la historia como quien nos intentó dividir y confrontar para buscar el poder unipersonal.  La reelección es imposible porque el pueblo está atento.  Los partidos políticos son simples arlequines del gobierno de la nación. Son prostitutos que se venden al mejor postor presidencial: voten como voten las reformas, estas no pasarán y, si lo hacen, serán detenidos por el pueblo, con su fuerza y su dignidad.  Estemos seguros de que México seguirá siendo una gran nación a pesar de los Calles, los Obregón, los Alemán, los López Portillo, los Salinas. La tiranía será detenida por el dique de nuestra historia y de nuestra fuerza patria que nunca ha sido derrotada.