Como en la letra de una vieja canción, los ciudadanos mexicanos estamos –por el encierro y la crisis— flacos, cansados, ojerosos y sin ilusiones. Muchos de quienes votaron por la transformación –como antes los que votaron por el cambio— empiezan a mostrarse desilusionados, cansados de que la constante sea un permanente enfrentamiento, pues lo principal es ganar el debate ideológico y no resolver los problemas que tenemos como país.
Polarizados
México vive un ambiente polarizado, en el que lo que tenemos día a día es una confrontación entre los principales actores políticos.
Desde Palacio Nacional se ataca permanentemente a los conservadores, pero desde las redes sociales se mencionan las ocurrencias del presidente a quien llenan de apodos.
En el legislativo, se crítica al presidente y una senadora oficialista no tiene mejor argumento que lanzar un “pinche vieja” a la oradora que le antecedió, sin dejar de mencionar que el presidente se abstuvo de acudir al Senado para la entrega de la medalla Belisario Domínguez porque una senadora panista publicó en Twitter que había que enfrentarlo.
En tribuna, diputados lanzan consignas en contra de la oposición, diciendo que se terminaron sus privilegios, que buscan regresar a los años en que mandaban, pero olvidando que ellos mismos vivieron ese pasado con todo y esos privilegios que ahora condenan.
En el caso de las iniciativas de ley, como la eléctrica, la discusión se hace a un lado para un nuevo enfrentamiento, pues de un lado acusan a los Oxxo de pagar menos luz y del otro recuerdan que no es la primera vez que el director de la CFE miente.
Más que un país, parece una cárcel en la que dos pandillas quedaron atrapadas y sólo una de ellas puede salir con vida de ahí.
Las redes sociales son un buen ejemplo de esto, pues cada comentarios negativo o positivo respecto a las declaraciones o acciones de los principales personajes de la 4T son de inmediato respondidos por los adversarios, buscando no el diálogo, sino la prolongación del enfrentamiento.
¿Pero qué hay de los problemas que tenemos? Pues la confrontación constante posterga las soluciones, porque lo primero es ganar el debate ideológico y que se impongan los deseos de ciertos grupos que encontrar soluciones.
Si hablamos de seguridad pública, en lugar de convocar a los grupos de la sociedad civil que han presentado diagnósticos y propuestas de solución, se busca si tienen relación con los enemigos del movimiento y a otros culpables de lo que tenemos en el país, sean los más de 100 mil homicidios en lo que va del sexenio o los feminicidios.
Si se habla de corrupción, de inmediato sale a relucir que el “PRI robó más”, pero sin reconocer que el World Justice Project ubica a nuestro país en el lugar 135 de 139 países, es decir, entre los más corruptos, pese a lo cual se dirá que ya se acabó la corrupción.
¿Pobreza? Pues un bando asegura que ahora se da dinero directamente a la gente, en tanto que el otro bando presenta estudios en lo que se refleja que la cantidad de pobres va en aumento o las denuncias por irregularidades en los programas sociales.
El manejo de la pandemia ha enfrentado a quienes defienden a un funcionario que aseguró que el presidente, quien se niega a usar o promover los cubrebocas, no es una fuente de contagio sino una moral, en tanto que el otro bando promueve amparos para que los niños se puedan vacunar.
Y los ejemplos pueden seguir para llenar libros enteros, pero en esta historia lo que brilla por su ausencia es la falta de diálogo o los acuerdos entre las principales fuerzas políticas, olvidando que eso es posible como lo muestra el ejemplo alemán.
En dicho país, se han dado gobiernos de coalición entre demócrata cristianos y socialdemócratas, acordando en qué temas se trabajaría de manera conjunta y en cuáles no, dando muestra de que a pesar de las diferencias ideológicas se puede avanzar.
Pero aquí priva eso de “nos los vamos a chingar”, y su respuesta “que ya se acabe esta pesadilla”, en algo que se prolonga hasta el infinito.
No sé qué piensen los lectores, pero ya es tiempo de exigir que dejen de lado sus peleas, de tratar de hacer ganar sus ideologías hasta en los libros de texto y celebraciones históricas, y se pongan a trabajar para dar resultados y no sólo discursos asegurando que “vamos muy bien” y que las críticas son porque se han perdido privilegios.
Muchas víctimas de la inseguridad, de feminicidios o violaciones, los desempleados o quienes tienen que recurrir a vender en las calles, los que ven cómo han perdido la atención médica o las medicinas que, con todo lo cuestionable, había antes; los que tenemos que revisar a cada rato la cartera para revisar si nos va a alcanzar para comprar lo necesario para el hogar lo agradeceríamos.
También agradeceríamos que en redes sociales dejen de reaccionar porque una empresaria ahora en plan de diputada declara algo en televisión o porque una actriz que simpatiza con la derecha quiere dar lecciones electorales.
Y sí, muchos ya se desilusionaron por lo que estamos viviendo, y para quienes perdieron la ilusión, hay que recordar ciertas palabras: que no haya ilusos para que no haya desilusionados.