No todo es las elucubraciones, supuestos o medias verdades que supone comprometer o no al país en una reforma eléctrica, cuyo quid aún no se resuelve y por mucho, pese a estar repleto de especulaciones y maledicencias de toda laya acerca de cómo será nuestro papel frente inversionistas y acuerdos previos a ella, firmados con el extranjero. Mientras eso se resuelve, porque no lo está y adelantar conclusiones apunta para tarea ociosa, mirar al exterior entraña también otra clase de compromisos más reales que supuestos, que detallaremos para los dos casos que expondremos a continuación.
El presente gobierno mexicano es que no pidió ni la Expo 2020 en Dubái ni el Mundial de Fútbol tripartita de 2026, siendo México país sede, pero en ambos casos le toca afrontar sendos compromisos y trabajar en ello en lo tocante al involucramiento del país y hasta donde corresponda hacerlo y le alcance el tiempo. Sobre todo en el segundo caso, que será un acontecimiento que no toque verificarse en el presente sexenio, mas no por ello deben descuidarse ambas ocasiones, pues le supone trabajarlas ya desde antes y contribuir a su éxito.
Partamos de que la Exposición Universal que debió abrir en 2020 y lo ha hecho apenas, retrasada, el pasado 1 de octubre a consecuencia de la pandemia, se trata del acontecimiento cultural más importante de la Humanidad. Unos Juegos Olímpicos culturales. Partamos además, de que cuando no existía ProMéxico, los pabellones alzados por nuestro país en tales certámenes sí eran premiados y gustados, pero igual eran muy costosos. Cuando entró ProMéxico a organizarlos se acabaron los premios y se entregaron verdaderas porquerías de pabellón, caros, eso sí, pero muy lejanos cada vez más a la tradición magnifica de México en las Expos Universales, pues se olvidaron de que México tenía una trayectoria y un lugar bien ganados. Porquería de pabellón como sucedió con el ridículo pabellón ofrecido en Zaragoza 2008, que sí nos lo han premiado sin merecerlo y el de Shanghai 2010, que fue una verdadera pifia ya sin premios no obtenidos ahí en el año del Bicentenario, en la Expo Universal más grande de toda la historia y organizado bajo un gobierno panista, pese a que Bruno Ferrari exaltara donde pudo y lo dejaron, bondades de tal pabellón, inexistentes. El PAN fracasó en ambos.
Bajo ProMéxico se adoptó la pésima idea de hacer de tales exponentes, sitios para buscar inversionistas. Pervirtieron su razón y su naturaleza de ser de tales pabellones. No, una Expo Universal no puede tener por eje a tal búsqueda. Para eso hay otros escenarios. Lo que sí se debe mostrar es lo que somos y queremos ser (por aquello de no anclarnos al pasado) ciñéndonos al tema que platee cada edición y presentarnos con una originalidad inusitada. Eso lo aprecia la gente y el nombre “México” sí es buscado en esas ocasiones, como para que fuéramos y decepcionemos a nuestros bienquerientes. Eso sí sería injusto. Hoy tenemos una nueva oportunidad en Dubái 2020.
Entre titubeos u opacidad total, el gobierno priista de Peña aceptó participar en la Expo 2020. Ya no sería compromiso materializado de su gobierno y por lo visto, no dejó mayor cosa avanzada. La página de la Expo Universal 2020 incluía a México y en YouTube había un video animado que prometía un pabellón espectacular por su ubicación, pero no adelantaba nada más, parecía hueco y sin sustento para afirmar que así sería. Se fue ese gobierno, se acabó ProMéxico y hete aquí que con mucho más detalle la administración López Obrador se replanteó el proyecto, generando conferencias de prensa donde el secretario de Exteriores, Ebrard, sí da la cara y explica de qué va el pabellón de Dubái, tomando la estafeta, posicionando a México y sí, incluyendo una sección para hacer negocios pues Dubái es una mina de oro, mas sin olvidarse de lo que sí es el pabellón para una Expo. Desde el primer día circulan noticias de lo que esta representación hace y lo que planea. Desde las manos que confeccionaron el manto que lo cubre hasta el paso del buque escuela Cuauhtémoc. Cuán distinto de la opacidad informativa bajo el PRI de pabellones como el desconocido de 2017 en Kazakistán o antes, como el de Milán 2015 del que el primer ministro italiano Enrico Letta prometió a Peña Nieto dotarlo de un sitio prominente en el recinto de aquella expo tan solo 15 días antes de que cayera su gobierno, incumpliendo su palabra. Al priista Peña le vieron la cara. Eran los días de su vendepatrias reforma energética y los italianos querían su tajada.
A como va la cosa dentro y fuera de nuestro país, bien se pudo cancelar la participación de México en Dubái, pero afortunadamente no fue así, se recogió la estafeta y se está sacando adelante el compromiso. Veremos la suerte que corra el conjunto de propuestas de México en la Expo Universal de 2020.
El otro compromiso cercano es el Mundial de Fútbol de 2026. Tampoco lo pidió el gobierno mexicano, si contribuyó Mancera a la designación promoviendo a la Ciudad de México como sede, pero en realidad de momento no se observa nada desde las entidades de gobierno en torno a promover el acontecimiento y a adecentar los escenarios deportivos, en lo que toque a una intervención pública y en rubros que les corresponden, tales como la movilidad, la conectividad y el entorno seguro.
¿Lo verá lejano el actual gobierno federal? ¿lo sentirá ajeno y apegado a intereses privados, sin más? simplemente ¿hay confianza de que no hay que partir de cero? Acaso sea una mezcla de todo, pero lo desconocemos. Tal vez ronde la idea de que la cosa le toca al siguiente gobierno, después de todo. Desde luego que la caída de la Línea 12 no ayuda ni a la imagen de la capital ni a pensar en la urgente, necesaria, impostergable ampliación del metro o, de plano, a una nueva ruta que conecte al Estadio Azteca. Dejémonos de curitas como el Tren Ligero afectado desde 2017. Si ha de remodelarse el coloso aquel, debiera serlo con un plan integral para la zona y para el proyecto en sí mismo, llamado Mundial 2026.
Cuando la semana pasada se anunció un plan de remodelación profundo y de reactivación de la zona desde la iniciativa privada, quedó claro que hay sensibilidad, aunque desde luego que también está claro que se deben de conciliar muchos intereses. De gubernamentales a privados. Es incuestionable que el Azteca requiere esa remodelación y que debe ponerse al día, como el estadio que es y merece. También es verdad que esa modernización implica obligadamente acondicionar su entorno y que un plan integral debería de incluir, incluso, y de una vez por todas, una estación del metro. Acaso es demasiado pedir.
Lo que resulta evidente es que no se observan las acciones suficientes, necesarias, pese a faltar solo menos de 5 años para que se verifique el Mundial. No es tanto tiempo para esta clase de campeonatos y Monterrey y Guadalajara parecieran estar mucho más preparadas para la ocasión. Lo único que no puede ser es que el actual gobierno federal se desentendiera del tema o lo viera completamente ajeno a su agenda de prioridades. Son de esos compromisos no pedidos, están allí y que se cogen porque ya vienen y punto. Nos jugamos mucho, después de todo.
@marcosmarindice