Sucesión, desde el primer día: No todos los que están ni todos los que quieren

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En una paráfrasis de Tolstoi se puede resumir el proceso de designación del candidato presidencial del partido en el poder de la siguiente manera:

Todas las sucesiones presidenciales felices son iguales, pero cada sucesión es infeliz a su manera.

La tarea principal de todo presidente de la república, sea del partido que sea, es la de gestionar durante todo su sexenio el proceso de su sucesión presidencial por encima de imponer su programa de gobierno, es decir, la designación de su candidato sexenal de su partido.

En los hechos crudos, el sexenio presidencial dura un tiempo político muy extraño: de su nominación como precandidato presidencial del partido en el poder a la fotografía de su primer gabinete en Palacio Nacional el día de su toma de posesión el 1 de diciembre. Nada más.

En la fotografía del gabinete comienza a hacerse, del lado de fotógrafos y periodistas, una pregunta: ¿quién de los ahí sentados va a ser el próximo presidente de la república? y ahí a unas cuatro horas de haber tomado posesión el presidente dedicará cinco años de su sexenio a administrar la nominación de su candidato, sabiendo desde ese momento quién va a hacer hasta mantener la incógnita al arrancar el quinto año de gobierno para definir a quién inclusive no estuvo en sus ánimos originales.

Los primeros tres años del sexenio estarán determinados por la definición de su programa de gobierno, también con el segundo pensamiento de acomodar su propuesta con la continuidad en el siguiente sexenio.

Lo quieran o no, presidente y precandidatos se moverán en las arenas movedizas de la ambición personal de quiénes quieren ser el siguiente presidente y del interés prioritario del presidente en turno de tener espacio para alcanzar las metas de su programa y a partir de ahí comenzar a perfilar al que será su candidato.

En este sentido, el proceso de sucesión presidencial de finales de sexenio determina propuestas y comportamientos del presidente en turno, a veces tratando de engañarse a sí mismo de qué pensará en su sucesor hasta el cuarto año de gobierno. Hay candidaturas que se piensan para dos sexenios, aunque con circunstancias en que esa continuidad no pasa la prueba de la realidad: Alvaro Obregón puso a Plutarco Elías Calles como su cómplice transexenal, pero fue asesinado con sospechas de corresponsabilidad del sucesor. López Mateos optó por Díaz Ordaz desde el principio y se mantuvo hasta el final. Echeverría fue designado por Díaz Ordaz, pero rompió con su antecesor aún desde la campaña. Echeverría puso a su casi hermano López Portillo y la ruptura fue inmediata. Salinas fue perfilado por de la Madrid por asociación de proyectos, pero mantuvo congelado a su antecesor. Zedillo fue impuesto por Salinas en circunstancias del crimen de Colosio, y en las primeras semanas quiso encarcelarlo.

En ese sentido, las lealtades en política son retóricas; y a sabiendas de que la política no sabe de lealtades, todos los presidentes de la república suponen la subordinación absoluta y a ciegas de sus colaboradores en busca de la preferencia sucesoria y todos los presidentes quedan decepcionados al arrancar la gestión de su sucesor sacrificándolo sin miramientos.

La sucesión tiene varias claves: del presidente saliente para controlar a su sucesor en una versión light del modelo de jefe máximo de Plutarco Elías Calles y el presiente entrante tratando de ir disminuyendo su dependencia y ampliando su autonomía relativa de su antecesor.

Por lo pronto, el proceso de sucesión presidencial de 2024 regresará al método clásico del dedazo, el tapado y la continuidad que hubo hasta 1964. Al final, Morena nace del seno del priísmo típicio.

 

Juego de las sillas

  • A lo largo de cinco años los funcionarios apuntados en la lista original de posibles sucesores viajan en una montaña rusa en grado máximo de velocidad y curvas y lo aceptan todo en aras del codiciado premio.
  • Ricardo Monreal Ávila fue excluido de la primera lista presidencial de López Obrador, pero a base de habilidad política ya se coló por sí mismo como precandidato viable, ya sea dentro del ánimo del mandatario actual o como independiente.
  • La sucesión presidencial del 2024 será igual a todas, aunque con situaciones particulares específicas.

indicadorpolitico.mx

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