¿Se saldrá con la suya el presidente?

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Hasta donde se puede ver, todo indica que el presidente desea que la última parte de su sexenio se parezca a los últimos episodios de cualquier temporada de serie política – con la excepción que al final no habrá un cliffhanger, sino la elección de una persona que puede o no ser su candidata o candidato. Una de las subtramas con las que busca hacer que vivamos agarrados de nuestros asientos es su propia sucesión.

Una de las grandes habilidades del presidente es ser perfectamente claro, y predecible con lo que desea y cómo busca lograrlo, mientras sus críticos y opositores lo descalifican de tonto o loco. Lo anterior se confirma con el intento por guiar su propia sucesión.

Hay una lógica detrás de su intención por tratar de imponer a su sucesor, aunque ninguno de sus antecesores ha triunfado. Más que alguien de izquierda, el presidente es un priísta tradicional. Como tal, considera buena idea reeditar las viejas reglas del juego, adaptándolas a su retórica y narrativa. Sin hacer pronósticos de quién será la o el tapado, exploremos su lógica.

Como ocurría con los presidentes durante aquellos años de gloria del PRI, su poder menguará cuando designe a un sucesor, yéndose las lealtades al nuevo monarca. El supuesto se mantiene, pues nadie hay en la oposición que pueda ser tan competitivo para ganar la presidencia, y quizás no lo haya sino hasta el próximo sexenio, por lo menos.

Sin embargo, el PRI era una maquinaria política diversa, aunque disciplinada, y Morena es una colección de grupos que solo tienen a un caudillo como factor de unidad. Si el presidente deja de ser visto como tal, los tiburones olerán sangre. Los atributos del líder no se transmiten por magia: es necesario implantar un discurso de legitimidad.

Resucitar los rituales priístas de sucesión le da a López Obrador la capacidad de controlar la narrativa y con ésta, el proceso: él representa la voluntad del pueblo, y por lo tanto el próximo presidente le deberá el cargo. Así logró, por ejemplo, guiar su propia sucesión en el Distrito Federal, con Marcelo Ebrard, al señalar que él lo sugería, mientras otros deseaban imponer candidatos, e incluso recurriendo a la imaginería popular, señalando al ex secretario de Seguridad Pública como el “carnal Marcelo”, en recuerdo de Tin Tan. En todo caso, mientras siga siendo creíble lo que diga “su dedito”, tendrá amplios poderes para definir la agenda a pesar de los grupos al interior de su partido.

¿Falta mucho tiempo para la sucesión? Sí, pero está planeando un plan B: el ejercicio de revocación de mandato. Su apuesta es una amplia participación que le de el triunfo o, por lo menos, manejar una muy probable ratificación como muestra del apoyo incondicional de la ciudadanía. Aunque podría terminar como el chasco de la consulta sobre ex presidentes de hace unos meses, piensa que de salir bien librado, su popularidad sería tan sólida que podría reformar la Constitución para reelegirse.

¿No lo creen? Vean a los críticos y opositores, persiguiendo como gatitos la nueva madeja de la sucesión, mientras siguen siendo incapaces de articular un discurso alternativo.

Suena bien todo en papel, pero ¿le resultará? Sea como fuere, serán años bien divertidos.

@FernandoDworak