Diego Martín Velázquez Caballero
La anterior sentencia fue el título de un editorial donde las reglas informales del antiguo régimen – y sus mensajes crípticos- se manifestaban; aquella revista no guarda ahora la importancia central en la comunicación de la Familia Revolucionaria, empero, en la deconstrucción del pasado que se advierte para el mundo postneoliberal postpandémico de nuestro país, vale la pena ser considerada en su archivo de hemeroteca.
El presidente de la república se constituía en un Dios mortal que prohijaba al sucesor mediante una serie de acuerdos faccionalistas que perpetuaban la confederación caciquil mexicana. Había tiempos y formas, la lectura adecuada del silencio era lo más importante. Hasta que la Familia Revolucionaria descubría al elegido, el presidente Dios comenzaba un viacrucis de abandonos, traiciones y soledad. El calvario de perder todo el poder para que el Dios Mesías comenzara a nacer.
Hacia el final del sexenio un Dios debía morir para que naciera otro Dios. El Gral. Lázaro Cárdenas configuró dicha ley en el sistema político mexicano y la soportó con todo el honor y deshonor que implicaba. Durante la trayectoria del PRIATO, siempre fue el testimonio vivo de que ningún presidente debe trascender el país y convertirse en un cacique dictador. La grandeza del presidente mexicano era ser un Dios mortal. Si la tentación trascendental ocurría, la familia caciquil estaba allí para hacer recordar que la muerte divina era imprescindible para la estabilidad nacional.
Claudia Sheinbaum puede ser la destapada que no se destapará en caso de interpretar erróneamente el axioma Cronos-Zeus. Sabina Berman ha advertido que resulta injusto, y poco feminista, solicitar a la Jefa de Gobierno del Distrito Federal -hoy Ciudad de México- el rompimiento con AMLO. Sin embargo, las reglas del antiguo sistema político sobreviven en un escenario caótico de tiempo y espacio.
México nunca sabrá si Luis Donaldo Colosio confundió las reglas del sistema político mexicano o fue el mesías sacrificado por múltiples intereses incluso exteriores a la Familia Revolucionaria. La fachada democrática y la supervivencia anómica del priismo caciquil están confundiéndolo todo desde que el Grupo Tecnocrático trató de constituirse como el regeneracionismo mexicano.
Sheinbaum corre el riesgo de ser el Manuel Camacho Solís de AMLO ¿Quién será el Luis Donaldo Colosio de Morena? Por ello el rompimiento resulta imprescindible. El proyecto feminista progresista liberal de Claudia Sheinbaum no se corresponde con el populismo revolucionario conservador de AMLO y el tiempo se acaba para lograr construir un centro convergente que cierre la consolidación democrática y adquiera prospectiva para generar las políticas públicas necesarias que modernicen México.
El presidente de la república cuenta con un elevado nivel de aprobación, pero ello sólo es un paréntesis en los procesos geopolíticos que se advierten para el mundo postcovid. El feminismo constituye la cresta de una ola modernizadora que puede ser la glaciación para dinosaurios y caciques en México, la oportunidad debe construirse para ganarse.