Los gobiernos de la “4T” y sector productivo

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Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, se instauró la era de la “Cuarta Transformación” en nuestro país, la cual tiene como principio rector –y que fue lema de campaña–: “Primero los pobres”.

Y está bien. Porque es necesario construir un México sin desigualdades, aminorar la pobreza hasta extinguirla, para transitar al desarrollo y al progreso.

Sin embargo, la “4-T” menospreció al sector productivo; incluso aplicándole medidas hacendarias que lo debilitaron, sin ningún incentivo, ni acciones para impulsar la creación de pequeñas, medianas y grandes empresas. Tampoco alentó el comercio.

No obstante, AMLO en diversas ocasiones ha recurrido a los empresarios; el más reciente caso: La cena en Palacio Nacional para presentarles proyectos de infraestructura que se desarrollan en Sinaloa y que están abiertos a la participación privada, según se informó.

(Y de paso, invitarlos a participar en un sorteo a llevarse a cabo el próximo 15 de septiembre para destinar fondos para concluir el proyecto de la Presa Santa María, en esa entidad).

De esos encuentros puede leerse que no puede haber desarrollo social sin desarrollo económico, van de la mano; y que por extraña que parezca, es necesaria la simbiosis entre gobierno e iniciativa privada, con la suma de la sociedad en general.

En nuestro país no todo debe ser pobreza. Y para combatirla es indispensable impulsar el crecimiento económico mediante el respaldo al sector productivo, el cual en ocasiones tan solo necesita del acompañamiento de las dependencias gubernamentales y agilización de trámites, en vez de persecución, hostigamiento y trabas burocráticas.

De la iniciativa privada, del sector productivo, el gobierno federal y los gobiernos locales obtienen ingresos, los cuales van a la bolsa de ingresos para financiar obra pública y, por supuesto, los programas sociales, que no son malos.

Pero (con excepción de la ayuda a las personas de la tercera edad) habría que rediseñar la mayoría de los programas sociales a efecto de evitar caer en un nocivo paternalismo. Sin prescindir de los beneficios, al “pueblo” hay que enseñarlo a trabajar y procurarle herramientas técnicas y financieras para que salga de la pobreza.

Se llama economía social, la cual puede ser el punto de partida para generaciones de pequeños, medianos y grandes empresarios en diversas ramas.

El presidente López Obrador va a más de la mitad del camino, ya solo le faltan casi dos años y medio para concluir su sexenio. No obstante, aun está a tiempo de flexibilizar su punto de vista y, en consecuencia, las acciones de su gobierno respecto del sector productivo.

Pues a mayor número de empresas, mayor recaudación.

Vaya, la izquierda no debe ser sinónimo de pobreza, ni debe estar peleada con la iniciativa privada. Es más, no solamente los pobres suelen ser fuente de votos en las elecciones populares; también lo es la ciudadanía ubicada en los rangos de clase media, media alta y alta, cuando sienten el respaldo del gobierno.

EN LAS ENTIDADES  

Con el resultado de las elecciones locales de junio pasado, Morena gobernará 21 de las 32 entidades federativas del país; casi todo el centro y sureste, así como parte del norte.

Y en el ejercicio de gobierno, la ciudadanía de esas entidades espera, no solo programas sociales, sino acciones de beneficio común, sobre todo obra pública. ¿Y con qué recursos? Si siempre será insuficiente el presupuesto proveniente de la federación y la recaudación propia, máxime en los estados de sur-sureste, donde prevalece la pobreza.

Entonces, los gobiernos locales emanados de Morena, los de la “Cuarta Transformación” necesitan impulsar el crecimiento económico, acompañar al sector productivo; dar oportunidad a la ciudadanía en general de hacerse de un comercio, de una pequeña empresa.

¿Es tan difícil entenderlo?

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