En 2022 habrá elecciones de gubernatura en seis entidades federativas: Aguascalientes, Durango, Tamaulipas, Quintana Roo, Hidalgo y Oaxaca; estas dos últimas gobernadas aún por personajes del Partido Revolucionario Institucional (PRI): Omar Fayad Meneses y Alejandro Murat Hinojosa.
Bueno, por personajes postulados en su momento por dicho partido, quien sabe si priistas de corazón y de convicción, sobre todo en la actualidad donde cuál más se deja llevar por la vorágine de la “Cuarta Transformación”, incluidos gobernadores de “oposición” quienes jamás tendrán la misma disculpa que la ciudadanía que sigue a AMLO y a Morena.
Y en 2023 habrá renovación de gubernatura en dos entidades más: Estado de México y Coahuila, ambas gobernadas por mandatarios emanados de las filas priistas: Alfredo del Mazo Maza y Miguel Ángel Riquelme Solís, respectivamente.
Y párenle de contar; esas son las únicas entidades federativas con gobiernos que usan las siglas del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En ese contexto, cabe preguntar: ¿Qué pasará si el PRI pierde esas cuatro entidades?
El pronóstico de casas encuestadoras (más, menos) es que el partido actualmente dirigido formalmente por Alejandro Moreno Cárdenas (“Alito”) el próximo año perderá Hidalgo y Oaxaca, y que para 2023 podría conservar Estado de México y Coahuila. Otras consideran que de plano perderá las cuatro entidades.
Y… ¿perderá solamente las elecciones en dichos estados o también el registro? Bueno, el registro no lo puede perder en comicios locales porque se trata de un partido político con registro nacional; lo que perdería sería el derecho a recibir financiamiento público y demás prerrogativas en las entidades donde no alcance el umbral mínimo de votación.
Ese sería un escenario catastrófico para el PRI, del que todavía puede salvarse, pues cabe la probabilidad de la derrota en elecciones locales, pero que alcance poco más del 3% de la votación como mínimo para conservar sus derechos en la entidad de que se trate.
No obstante, la derrota reducirá al partido prácticamente a la nada política, máxime si en el respectivo Congreso Local cuenta con bancada minoritaria, además de reducido número de ayuntamientos.
Ah, quien iba a decir que algún día el “partidazo” se reduciría a partido “chiquitín”. Eso sí, sin perder sus usos y costumbres internos. Por ejemplo, el cuatismo, el amiguismo, el derecho de sangre, en cargos partidistas y de elección popular.
En fin, el contexto local viene a colación por el pronóstico de “Alito”: Que en 2024 el PRI volverá a Palacio Nacional. O sea, vaticina el triunfo del partido para la próxima elección presidencial. Ajá… ¿y con él como candidato? Imagínense!
Así como van las cosas, para 2024 el Revolucionario Institucional tendrá menos espacios políticos en las entidades federativas: Gubernaturas, Congresos Locales, ayuntamientos; espacios que en la praxis forman parte de la estructura de cualquier partido político.
Entonces, ¿“Alito” cómo pretende el triunfo del PRI en la elección presidencial?
Morena ganó en 2018 sin contar con dicha estructura. Pero porque Andrés Manuel López Obrador era un candidato con fuerza de huracán, además en ese momento contaba con el respaldo de cuánta organización social y gremial, con la clase media, intelectuales, científicos y hasta con el sector empresarial (siempre renuente a la izquierda).
Y con un fenómeno detonador: El hartazgo ciudadano hacia los gobiernos priistas y la decepción respecto a los gobiernos panistas.
Era la hora de la “izquierda”.
Y el PRI ni cuenta con candidatura presidencial arrolladora, ni tiene a su favor un gran movimiento, ni ha reconquistado la confianza ciudadana. Y ni pinta para conseguirlo de aquí al 2024. Lo sentimos por los buenos priistas.
Entonces, con todo y sus errores y el desgaste en el ejercicio de gobierno, Morena puede repetir en la Presidencia de la República, a menos de que por alguna razón se desfonde. En política nada está escrito y las circunstancias cambian con la velocidad de la luz.
Por el momento, Morena cuenta además con el decidido respaldo de su creador y jefe político: AMLO. En cambio el PRI carece de un auténtico liderazgo nacional.
En fin, que para las elecciones 2024 el Revolucionario Institucional necesita trabajar de sol a sol para por lo menos conservar el registro, así como escaños y curules en el Congreso de la Unión, y espacios en la mayoría de las entidades federativas, pues los comicios nuevamente serán concurrentes.
Para entonces ¿el PRI perderá el registro nacional? Probablemente no, pero quien sabe si consiga cuando menos mantener el número de posiciones en las cámaras de diputados y de senadores, salvo que cuaje la alianza con el PAN y el PRD y ésta se fortalezca con la postulación de liderazgos regionales en vez de personas allegadas a las cúpulas.
Lo que sí, el Revolucionario Institucional se enfila a la derrota.
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