En el ocaso de las últimas horas del 2021 escribo estas líneas, con respeto, a propósito de su obsesión por pasar a la historia. A partir de este sábado 1 de enero inicia un año complicado y no por ello igual de impredecible que los anteriores de su mandato. Considero que sus sueños de compararse con los héroes de la patria es un despropósito. Lo peor de todo hay quienes ven en usted un halo de santidad. Usted mismo ha buscado darle categoría de religión a la “cuarta transformación”. La “cartilla moral” es una muestra de ello, aunque nadie en su gobierno le haga caso a esos enunciados. Usted mismo decía que “no mentir, no robar y no traicionar” evitaría contraer el Covid. Ya lo ve, el doctor Gatell –quien debería estar en la cárcel por su estrategia criminal contra el Covid– habla de más de 300 mil muertos por la pandemia, sin considerar otro tanto igual de fallecidos, por esta enfermedad, que no son reconocidos oficialmente en la estadísticas mortíferas. Estoy convencido de que usted está obcecado con esa idea. La obcecación lo ha llevado a pelear con molinos de viento. Lejos de llevar el cargo con dignidad actúa como un Quijote del engaño. Su vida ha sido verdaderamente engañosa, llena de odio. Creo que esa es su esencia.
Usted se ha empecinado en llevar a cabo el ejercicio de la revocación de su mandato. A como están las cosas, el país no está ahora para esos trotes. Ese dinero (cerca de 4 mil millones de pesos que costaría ese capricho) podría ser destinado a atender problemas sociales.
Basta solo que el tres por ciento de los ciudadanos registrados en el INE participen para que usted sea “ratificado”. Somos millones de mexicanos que no estamos de acuerdo con su proyecto de país. Ni siquiera usted mismo sabe cuál es el rumbo porque no tiene el control del timón y conduce a siegas el destino del país. Es cierto 30 millones votaron por usted, pero otros 28 millones lo hicieron por otras opciones y todavía peor un poco más de 30 millones no siquiera se tomaron la molestia de votar, por una sencilla razón: han perdido la fe en los políticos y en los partidos.
Así que sería más práctico y económico que el ejercicio de Revocación, que usted se sometiera a un par de pruebas para constatar si usted está realmente capacitado para permanecer en el cargo.
Yo le propongo que se someta a un “detector de mentiras” y a un “examen siquiátrico”. Sería lo más sensato. Se gastarían menos de cien mil pesos y asunto arreglado.
Ya sabemos que los científicos y los psiquiatras consideran al polígrafo como una forma de pseudociencia desde que la policía de California, hace ochenta años, comenzó a aplicar el polígrafo. Existen otras tecnologías que han sido descartadas como el análisis electroencefalográfico y las imágenes por resonancia magnética funcional, que carecen de evaluación de credibilidad.
Pero a partir de sus intervenciones en las “mañaneras” y la infinita videoteca que documentan sus discursos con sus incongruencias y mentiras podrían servir de base para que los psiquiatras lo sometieran a un examen y constatar que usted no está en condiciones de gobernar.
Usted tiene una mala lectura de la realidad y actúa de manera vulgar, no como un hombre de Estado.
Ya sabemos que Morena está unido por el cordón umbilical. La conducta promiscua de los legisladores es más que evidente. Tratar de criminalizar a los consejeros electorales retrata a su partido y a su gobierno.
Usted se ha mostrado intolerante con quienes se atreven a hacerle un reclamo. Su piel es muy sensible a las críticas de la prensa. Muchos de sus colaboradores lo han abandonado al renunciar a sus cargos porque se han sentido engañados y no han estado a ser tratados como marionetas, aunque hay que reconocer que son muchos quienes se han mostrado con una demencia imitadora.
Muchos mexicanos han puesto sus esperanzas en que las cosas cambien para el año que inicia. Yo dudo que las cosas cambien, cada vez son más evidentes las muestras de furia y fanatismo hacia su persona.
Sobran los brazos y cerebros que están dispuestos a participar en el cambio del país, usted planteó durante años un “cambio” pero para desgracia del país, incurrió en la añeja práctica de la manipulación de la fe.
Por fortuna en estos años muchos mexicanos han aprendido el valor de la dignidad y no quieren ser sometidos a la humillación con la usted trata a sus colaboradores y a los miembros de su partido, incluida una buena parte de los ministros de la corte a los que usted da una trato de sirvientes como lo hace con el ejército.
Usted tiene una obligación y un compromiso histórico para llevar el cargo que ostenta con dignidad. Sin embargo, usted ha decepcionado a muchos con sus sueños de justicia. La impunidad es el sello de su gobierno. Los criminales como la que usted llamaba la “mafia del poder”, son sus aliados y gozan de impunidad.
Pasamos por algunos momentos más duros de nuestra historia y usted simplemente elude su responsabilidad en la retórica de sus mañaneras.
Para finalizar, señor presidente, mi deseo es que le vaya bien, que deje de portarse como un barbaján y no le dé la espalda a millones de mexicanos que siguen confiando en usted. En sus manos está la decisión de unir al país y no dividirlo con sus desplantes de odio. A lo largo de nuestra historia la división entre los mexicanos a llevado al desastre a nuestro país: guerras internas, pérdida del territorio e invasiones del extranjero. México es de todos, ya basta de someter a la humillación a sus críticos y detractores. Mande al carajo ese espíritu medieval que lo enferma y que lo proyecta como un Quijote del engaño.
Por hoy es lo que tengo que decir. Ya es hora de festejar y brindar por el nuevo año.
Es cuanto.