Gerardo De la Concha
Frente al intento de restauración del viejo presidencialismo mexicano, con sus reglas no escritas y sus costumbres renovadas, es indispensable buscar fortalecer la democracia. Ya vimos de qué se trata esta traición a la transición democrática, traición que constituye el gran crimen político del obradorismo.
El poeta alemán Friedrich Hölderlin decía: “Ahí donde nace el peligro/ está la salvación” El intento restaurador del viejo presidencialismo es antidemocrático, autoritario y va contra la corriente de la historia. Es el peligro que ha nacido, representado por el obradorismo hoy en el poder.
Todos los males están engendrados ahí: la corrupción tolerada, las políticas corruptoras, el abuso y desvío en el manejo de los recursos públicos, el daño patrimonial al Estado, la demagogia, la ineptitud gubernamental, el capitalismo de compadres, la propaganda que divide a los mexicanos, la imposición de un sucesor y un largo etcétera.
Se nos puede decir que algunas de estas características son atribuibles también a los gobernantes pasados y la respuesta es que la transición democrática consistió en un proceso de acotamiento del viejo presidencialismo y que, aun cuando el proceso haya sido lento y le faltara profundidad en algunas cuestiones, después de que naciera el IFE las cosas cambiaron. Dejaron de ser un mal estructural y comenzaron a ser males particulares, resabios y no esencia.
Veamos hacia el pasado, en el auge último del viejo presidencialismo. Ya Echeverría se sentía un Mesías y reivindicaba a los “pobres” contra los empresarios y degradaba la política exterior, o López Portillo podía apostar el destino del país con decisiones frívolas, o Salinas desvirtuar una parte de la modernización generando a los Slim o Salinas Pliego, quienes ahora siguen bajo cobijo de quien predica una falsa transformación.
Pero cuando Salinas negoció surgiera el Instituto Federal Electoral y las elecciones dejaron de estar organizadas por el gobierno, comenzó la transición democrática. La lucha trágica de los setenta aquí fue compensada, el esfuerzo de décadas en las gestas civiles del panismo, dio resultado, la libertad política pregonada por los intelectuales liberales -hoy todos serían denostados como “conservadores” en boca del Gran Restaurador-, empezó a ser ejercida por la sociedad civil.
Por eso, en el peligro de perder lo ganado está, al confrontarlo, la salvación. Cierto, hay que defender al INE, una base fundamental de la transición democrática, e ir más allá. Se debe empujar de nuevo a la transición democrática hoy traicionada desde el poder y por quien llegó al poder gracias a ella.
¿Cómo dar comienzo a la salvación? Con un camino muy sencillo: fortalecer la legitimidad democrática y hacer vigente de nuevo la transición a contra pelo de la legitimidad desvirtuada por la restauración del presidencialismo autoritario.
¿Cómo emprender este camino? Organizando unas elecciones primarias para que surja democráticamente el candidato presidencial que se va a oponer y vencer al dedazo obradorista, al proyecto de continuidad de la restauración presidencialista -con un caudillo gobernando tras bambalinas, algo peor incluso que el sistema de reglas no escritas-, consolidando la destrucción institucional, la ruina del federalismo y la traición a la democracia.
El PAN, en congruencia con sus tradiciones democráticas y de acuerdo con el sentir expresado de militantes suyos, debe tener primarias para escoger a su candidato presidencial. Es también la oportunidad para el PRI y el PRD. Y para el Movimiento Ciudadano, que ya no puede eludir elegir entre hacerle el juego al régimen obradorista o contribuir a eliminar el peligro de la restauración del presidencialismo autoritario, es decir, del retroceso y la anti democracia.
De estas primarias con las bases de los partidos, debe haber luego unas primarias grandes, para que los ciudadanos escojan y respalden al candidato de la Coalición Opositora. No sólo el método legitima, sino asimismo lo hace el ejercicio del debate, el hincapié en la propuesta y la revelación de los liderazgos más allá de las manipulaciones o arreglos de las cúpulas partidarias.
Hay tiempo para hacerlo en congruencia con las leyes, las finanzas partidarias y las estructuras institucionales. De ahí surgirá un candidato legitimado contra el dedazo, cínicamente ejercido ya de manera anticipada por el presidente López Obrador. En efecto, del peligro surge la salvación.
El autor es escritor y consultor político