Xavier Gutiérrez
- Los exégetas del viejo orden no le hacen daño a AMLO
El pintor James Abbot McNeill Whistler (1834-1903) hizo un retrato de un magnate de la industria inglesa y le pidió cien guineas por la obra. El retratado no quiso pagar tan alta cantidad y el asunto llegó a los tribunales. Ante el juez, el retratado adujo:
-No creo que sea justo pagar cien guineas por un retrato en el que el señor Whistler empleó sólo tres horas.
-¿Eso es cierto?, -preguntó el juez a Whistler.
-No, señoría, -se defendió el pintor-; emplee cincuenta y cuatro años… y tres horas.
El juez le dio la razón a Whistler.
La anécdota viene a cuento para tratar de entender la extraordinaria habilidad comunicativa del presidente López Obrador.
Dominar la comunicación con ese estilo no es asunto de improvisados. No se aprende en dos o tres años, no se adquiere por imitación, no es asunto de magia.
Atrás del dominio con maestría de artes, oficios, deportes, profesiones o actividades de cualquier índole, hay curiosidad, dedicación, empeño, trabajo…y muchos años.
Esto explica, en parte, que este hombre resiste los embates severísimos de adversarios y enemigos potenciales, persistentes, que utilizan buenas y malas artes, y sin embargo, no consiguen doblegarlo.
Le han puesto mil trampas, le han pronosticado sonoros fracasos en momentos trascendentales en la historia reciente del país; le han leído distintas versiones de su acta de defunción, le han cantado las golondrinas, le caído una torrencial lluvia de adjetivos, motes e insultos.
En todo esto, inclusive, no han faltado los deseos magnicidas y las bromas chocarreras vinculadas con la desaparición física.
Él, en correspondencia, ha respondido con una variadísima muestra de calificativos -algunos hirientes, otros chuscos-. Un intelectual contó más de un centenar de estas expresiones presidenciales. Le faltó contar la otra parte: la andanada monumental de apelativos, apodos o improperios que le han endilgado, antes de campañas, en campañas y en la presidencia, casi como reza la oración del rosario.
“E por si muove”, “y, sin embargo se mueve”, que dijera Galileo.
Tiene tras de si el trotar por todo lo largo y ancho del país cientos, miles de veces. Lo ha recorrido a ras de piso, no en helicóptero. Los gobernadores, por ejemplo, de Puebla, Oaxaca y Veracruz ( los estados con más municipios del país) se ufanan de recorrer en campaña y después todas las municipalidades. El presidente ha hecho lo mismo con todos los del país y varias veces.
Eso, para quien tiene sensibilidad, deja como aprendizaje, desde luego la geografía, pero por encima de eso la idiosincrasia de la gente, sus modismos, sus tradiciones, sus aspiraciones, anhelos o sueños. La forma de ser, de hablar, de hacerse entender, sus valores, costumbres, su microhistoria, su concepción de la vida, de la patria.
Todo esto junto nutre el comportamiento de un político. Pero esto no se da por ósmosis o de la noche a la mañana.
Hemos visto, por ejemplo, que el joven político panista Ricardo Anaya, tratando de emular esta exitosa fórmula, ha intentado dos o tres veces recorridos, viajecitos, diálogos con la gente. Pero no conecta, se advierte artificial, acartonadas las maneras, el lenguaje y las conclusiones.
Nadie les ha dicho que esto no es así. Esto es un proceso largo, muy largo. Con etapas aleccionadoras, de tropiezos, fracasos y frentazos.
Las figuras de peso, influencia, prestigio y respeto, en los más variados ámbitos, así se han construido. Pregúntele a su mecánico, a su plomero. Esto no es de un día para otro.
Desde el flanco que más lo combaten, buena parte de medios o comentaristas de prensa, radio y televisión, básicamente capitalinos, parten igualmente con una estrategia equivocada.
Vienen de un desgaste y descrédito de origen. Tienen el pecado original en la pluma, el lenguaje, los valores y compromisos. Son exégetas del viejo orden.
Muchos eran parte granítica del aparato del poder, ya sea sostenes, voceros, beneficiarios o cómplices. De pronto son separados de la maquinaria estructural que pierde el poder…y allá se van también, como parte de los daños o secuelas.
Pocos, con una trayectoria de congruencia y honestidad, mantienen una legítima actitud crítica hacia el poder y sus yerros.
La gran mayoría no. Utilizan una panoplia ya muy gastada, no creíble, recurren a descalificaciones y denuestos bajunos, cargados de odio, prejuicios, rencor y hasta racismo. Todo esto, como se ve en las encuestas, los exhibe con una paupérrima credibilidad e influencia. Y no lo hacen daño.
Uno de los soportes fundamentales de su gobierno es su notable destreza comunicacional, con el sustento de origen ya mencionado.
No se ve en el horizonte, desde este enfoque, un obstáculo realmente insuperable para los pasos de López Obrador en la presidencia.