Historias del tapado 5: Dos caminos

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tro de los rituales de los candidatos priístas, tiene que ver con la solicitud de apoyo de anteriores mandatarios. En ocasiones, eso ha logrado convertirse en un elemento más de legitimación de la candidatura, aunque en otras no se ha conseguido por la forma en que el presidente saliente fue canibalizado por su sucesor. En otras, se han dado algunas lecciones políticas que revelan los detalles del proceso sucesorio.

 

De visita

En la década de los años 20, los aspirantes a una candidatura presidencial, visitaban el rancho o la hacienda que Plutarco Elías Calles tenía en Baja California y en Sinaloa, a fin de entrevistarse con el jefe máximo y conocer su opinión acerca de sus intenciones.

Más tarde, luego de que Cárdenas se convirtió en el jefe del Partido, los encuentros con el michoacano se sucedieron en varios procesos, principalmente por la autoridad de quien logró que el Partido se convirtiera en el centro del proceso de sucesión presidencial.

Aunque en menor medida, también se dieron encuentros entre aspirantes y exmandatarios como Emilio Portes Gil o Manuel Ávila Camacho.

Con motivo de la campaña presidencial de 1952, Adolfo Ruiz Cortines buscó un encuentro con Lázaro Cárdenas, incluso ya como candidato del PRI. La necesidad de tener una entrevista con el expresidente, era porque desde la pelea por la candidatura Miguel Henríquez Guzmán, general y candidato opositor en esa contienda, jugó con la posibilidad de contar con el apoyo cardenista.

Dicha percepción se reforzó cuando Ruiz Cortines buscó a Cárdenas en Jiquilpan, Michoacán –que era en donde vivía el expresidente–, como parte de sus actividades proselitistas ya como abanderado tricolor. Cárdenas evitó el encuentro y su hermano Dámaso, gobernador de la entidad, declaró que el exmandatario no había autorizado a ninguna persona o grupo a usar su nombre con fines electorales, razón por cual no se había reunido con Ruiz Cortines.

Lázaro Cárdenas se había reunido con Henríquez en varias ocasiones, como lo había hecho con otros aspirantes que recurrían a él para “orientarse”. El mismo Ruiz Cortines pudo platicar con él a principios de 1952, para ofrecer pruebas de que no sirvió al “invasor norteamericano”, un rumor que había surgido y afectaba las aspiraciones de quien luego conseguiría la candidatura tricolor.

En esa platica, que luego fue hecha pública, Cárdenas le expresaría su preocupación por la falta de garantía para que el pueblo pudiera ejercer libremente sus derechos ciudadanos.

Pero lo que más llamaría la atención, fue una frase que revelaba parte del mecanismo interno que apoyaba la forma en que se realizaba el proceso de sucesión presidencial: “A la representación nacional sólo se llega por uno de dos caminos, por voluntad unánime del pueblo, a tal grado que el gobierno se vea obligado a reconocer el triunfo, o cuando el gobierno simpatiza con la candidatura en juego, y siempre que no haya oposición mayoritaria”.

La voluntad unánime del pueblo es algo que no se ha alcanzado en toda la vida de México como nación. En cuanto al otro camino, era la definición más clara dada hasta ese momento de la forma en que diseñaba el camino para que el abanderado tricolor llegará a buen puerto.

Y en cuanto a la oposición, pues gracias a la dispersión de voto contrario al priismo y a la existencia de varios partidos que compitieran a la vez, se tenía garantizado para al sistema un triunfo claro, a pesar de las múltiples protestas por el fraude cometido o la represión en contra de los simpatizantes de los candidatos contrarios.

A este respecto, conviene señalar que las acusaciones de fraude se convirtieron en un elemento más de los procesos electorales que tuvieron lugar en el México posrevolucionario. En los comicios de 1952, tanto Efraín González Luna como Vicente Lombardo Toledano, candidatos a la presidencia de la oposición, se quejaron de múltiples fraudes llevados a cabo por el partido oficial y el gobierno.

El sistema fue puliendo los mecanismos para eliminar a la competencia, aún y cuando esta estuviera en su propio seno. Henríquez Guzmán era parte de la familia revolucionaria y contaba con prestigio y simpatía en amplios sectores sociales, todo lo cual no le ayudó a ser candidato de su partido o para triunfar en las elecciones.

El gobierno quitó los obstáculos que se interponían en el camino del candidato oficial, como en el caso del general Antonio Ríos Zertuche, quien en 1952 pronunció un discurso en defensa de Henríquez, para encontrarse con la sorpresa, al día siguiente, de una licencia indefinida para separarse del Ejército, misma que, por supuesto, él no había solicitado.