La Nomenklatura contra Morena

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Diego Martín Velázquez Caballero

Carlos Salinas de Gortari empleó esta referencia para señalar a las fuerzas oscuras del PRI que se oponían a los cambios democráticos, políticos, económicos y sociales en México. Salinas significó este término como un órgano opresivo que pretende controlar al país. ¿Puede hablarse de “Nomenklatura” como una evolución del de “Familia Revolucionaria” o como una degeneración? ¿La “Nomenklatura” es la Mafia del Poder que hace de México la Sicilia Norteamericana?

El priismo permitió una circulación de élites cada vez que el presidente en turno designaba a su heredero y éste escogía nuevas individualidades de otros grupos. Así, por compromisos o excepcionales atributos, el Ejecutivo trataba de conservar la unidad de la Familia. Pero, a su vez, a lo largo de esos años, las complicidades entre ellas sellaron un encubrimiento mutuo, de tal manera que impidieron una mínima oxigenación para deslindar responsabilidades entre sí. El régimen, pues, quedó atrapado en sus propias redes y se redujeron las posibilidades para su regeneración. El único vínculo que los une sólo es el apellido. Así puede entenderse la aplicación del término Nomenklatura como una ampliación de la Familia Revolucionaria.

La élite del poder en México no va a permitir la recomposición del país y, sobre todo, su modernización. Es natural y lógico. Ningún grupo desea abandonar el poder y tiene que emplear toda su imaginación para conservarlo.

La Nomenklatura está unida sólo por razones pragmáticas, recelando recíprocamente de sus iniciativas e intereses, y sujetos a una sistemática campaña de denuncias y una opinión pública irritada, parecen dedicados a un juego de amenazas recíprocas sustentado en que ninguno puede sobrevivir por sí solo, en que, aunque les pese, se siguen necesitando para conservar el poder y mantener sus intereses. Pero al precio de una cada vez más sórdida y costosa forma de entender y practicar la lucha política, que parece convertirse cada vez más no en un juego de suma cero, sino en un juego donde todos pierden porque lo único importante es que nadie gane.

La desconfianza, la hostilidad y los resentimientos recíprocos han sido los rasgos sobresalientes en la Clase Política mexicana, la relación entre los modernizadores y conservadores en el poder. Los priistas de todos los partidos políticos crean una situación de malentendidos e incomunicación que ha imposibilitado cualquier renovación ordenada y orientada del sistema político mexicano.

En el concierto de los balazos, ingobernabilidad, crisis económica, inseguridad, patrimonialismo, etc., queda latente la sociedad, que parece inclinarse por un estado de naturaleza frente a la incapacidad de las élites mexicanas. El último estado hobbesiano se prolongó, al menos, veinte años y la última década parece indicar que no existe otra salida.

Morena nace de un movimiento social que pretendía regenerar el Estado Mexicano y transformar la estructura socioeconómica adversa, la aparición extensiva de la Nomenklatura pone en riesgo su proyecto nacional y urge a la integración dinámica de sus bases para remediar el terreno yermo de la nación. Los dilemas organizacionales y la crisis institucional de Morena no son problemas menores en el futuro nacional, sin institutos políticos no hay competencia pacífica por el poder.