Escucho y con sobrada razón la enorme crítica por la muy visible irresponsabilidad con que se mueven enormes grupos de personas ante la pandemia. Participan de fiestas clandestinas, antros a horas no permitidas, bodas, reuniones familiares, manifestaciones callejeras y hasta tumultos callejeros en calles, mercados y centros comerciales. Playas con aglomeraciones, avenidas con mucho tránsito y camiones de transporte saturados.
Pero yo en lo particular atribuyó estas conductas a dos variantes, una, los mensajes triviales y burlones desde la presidencia acerca del menosprecio a la pandemia, respeto a los protocolos sanitarios y rebeldía al uso de preventivos como el cubrebocas. Tenemos un presidente con una muy marcada ironía e irresponsabilidad sobre el tema y más aún cuando insiste en giras, el roce social e incluso en invitar a los abrazos colectivos.
La segunda es la ausencia de autoridad, de imponer normas y reglamentos y de vigilar la seguridad de la población. Es el único país en el mundo en que el color naranja presenta tantas gamas de intensidad e interpretaciones. Donde por sobre salvar vidas primero se miden las consecuencias económicas. En que se destina más presupuesto al béisbol que a medicamentos. En que una Jefa de Gobierno está más pendiente del humor de su jefe que de la propagación de la pandemia. En donde ella, la máxima autoridad en la CDMX autorizó un concierto público conociendo la gravedad de la situación en otros países. En donde un gobierno irresponsable nos ha llenado de limosneros ilegales, migrantes centroamericanos en cada calle de la CDMX sin haber correspondido a protocolos de seguridad y sanitarios gracias a un mandatario que giró instrucciones para abrir fronteras.
Una CDMX cargada de contaminantes cuando Sheinbaum se lucia como secretaria del medio ambiente en la administración de López Obrador y que hoy no sabe ni qué hacer con las verificaciones. Hoy vemos cómo los establecimientos legales que cumplen fiscalmente, generan empleo y atienden con los protocolos internacionales de salud, son cerrados por la pandemia, pero permiten el absurdo comercio ambulante. Justo atrás de Palacio Nacional, pared con pared con Hacienda, está la vendimia ilegal más grande del país, sin aparente control porque siguen ahí debido a la grotesca corrupción que permite cobrarles (y luego nos quejamos de los narcos) derecho de piso para poder ofrecer sus mercancías. Rentas de banquetas de 100 pesos diarios para arriba por puesto y que son explotados por mafias de líderes que son consentidos por la autoridad de las alcaldías y del gobierno de la CDMX porque pasan sus cuotas hasta arriba.
Por eso siguen ahí. Un amable lector me enfrento y me señaló “son gente que necesitan comer” a lo que conteste, ¿y los meseros no? ¿Y los vendedores en tiendas, tampoco? Tienen más derecho a alimentarse los que evaden impuestos y venden droga, películas pirata y la siempre moda en estas fechas, pirotecnia? Pensemos por un momento en un mesero que vive de sus propinas.
Cómo va a llegar a su casa a decir que no habrá cena de navidad debido a que no hay dinero para comer, cómo explicar a un niño que este año no habrá ilusiones, no sorpresas, ni regalos porque el gobierno parece que entendió después de 117 muertos que algo se tenía que hacer. Hace un par de días pasé por un restaurante y escuché que preparaban un altavoz. Pregunte a un mesero si era un llamado a su convivio navideño y me contestó “ojalá, lo qué pasa es que el dueño nos va a informar a cuantos nos va a despedir”. En el gimnasio los entrenadores regresan a casa ya sin empleo. A los burócratas les roban (esa es la palabra) su aguinaldo y les rebajan 20% su salario. La violencia se está incrementando pero dejan a sus anchas a los anarcos.
Los paraderos de camiones saturados, sin orden (como siempre). En fin toda una anarquía pero nos dicen que ya estamos como en Dinamarca, países que por cierto están investigando en ciencia y tecnología cómo superar esta pandemia curando primero a los suyos y luego haciendo negocio con esos gobierno, como el nuestro, omisos, ignorantes e irresponsables.
Allá, hace meses implementaron algo similar a toques de queda para evitar propagaciones innecesarias del virus, prepararan a los funcionarios públicos para asistir, abrieron presupuestos extraordinarios para el sector salud y suspendieron gastos innecesarios en sectores no prioritarios, llamaron a sus mejores sabios para aportar soluciones, educaron a través de sus medios de comunicación, dejaron de engañar a la gente con campañas políticas electorales estúpidas, protegieron a sus ancianos, cancelaron giras de promoción personal, en fin: GOBERNARON. Y a quien no se ajustará a estas disposiciones a cumplir con trabajo social o a refundiese en prisión por poner en riesgo a los demás. Vamos, no discutían un día si y el otro también si era necesario un cubrebocas y jamás permitieron la compra de equipos médicos insuficientes y a sobreprecio sin castigo alguno por proteger a sus familiares bajo la nómina del gobierno.
Por ello percibo que la sociedad se encuentra en un ejercicio de me vale, porque muchos desde arriba, y con chismosos desde abajo, hacen creer que la pandemia es un complot de ricos, que todo estaba programado para engañar a las sociedades. Medidas menos severas y más efectivas pudieron haberse tomado desde hace mucho sin perder el tiempo vendiendo milagritos con estampitas religiosas.
Muchas vidas podrían haberse salvado de aplicar, desde el principio, apoyos y protección adicionales a los médicos. Mucho se habría logrando si en lugar de este diciembre, en marzo hubiesen sostenido platicas con los empresarios para edificar hospitales eventuales pero de atención inmediata.
Enormes pasos habrían dado de acercarse a la UNAM o al Poli para fortalecer investigaciones médicas, técnicas y sociales para evitar tragedias. Pero no, usted sabe que la atención de todo un gobierno estaba y está en la rifa de un avión, ese que a la larga nos está constando millones y millones de dólares y muchos muertos.
Conductor del programa VA En Serio MexiquenseTV canal 34.2