Leí la iniciativa de reforma electoral presentada por el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, vía el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, ante la Cámara de Diputados, y en verdad tiene puntos muy rescatables en beneficio de nuestro país.
Como, por ejemplo, la reducción del obeso Congreso de la Unión.
Las personas legisladoras deben de ver dicha iniciativa, no con el hígado, sino con la razón; no con ojos partidistas, sino con ojos de estadistas; no con miedo a la desaparición de sus fuerzas políticas, sino con ánimo de crecer; pero sobre todo viendo por el bien de México.
Y tanto Morena como los partidos de oposición deben explicar objetivamente a la ciudadanía en qué consiste cada punto de la referida reforma electoral, con monitos y palitos; dejando de lado los adjetivos calificativos entre sí.
En cuanto a la reducción del Congreso de la Unión (que en mi opinión es uno de los puntos más rescatables y benéficos para México), entendemos lo siguiente:
Pero antes expliquemos grosso modo la composición actual del Congreso de la Unión, lo cual saben las personas dedicadas a la política, pero no toda la ciudadanía. Se compone de 2 cámaras:
La de Diputados: Integrada por 500, de los cuales 300 son electos por el principio de Mayoría Relativa en cada uno de los 300 distritos electorales uninominales existentes en el país; y 200 de Representación Proporcional (RP).
Los de Mayoría son los electos directamente en las urnas el día de las votaciones en cada distrito, ganando quien obtenga el mayor número de votos, aun cuando los votos de la oposición en su conjunto sea una cantidad más alta en el distrito; ese entra a la Cámara de Diputados; incluso, a pesar de haber otra candidatura de su mismo partido en otro distrito con un número de votos superior que éste, pero menor donde compitió.
(Ups, parece trabalenguas).
Los de RP se asignan a los partidos en función del número de votos que obtienen y conforme una lista de hasta 40 fórmulas de candidaturas registrada para cada una de las cinco circunscripciones electorales; entran del 1 hasta el número alcanzado en la asignación, para la cual se emplea una fórmula muy compleja y hasta tramposa en la aplicación de los restos de votación.
Los nombres de esos de RP aparecen en el reverso de la boleta electoral, por lista de cada partido, los cuales colocan en ésta a sus dirigentes, familiares y juniors de políticos encumbrados, amigos y cuotas. Así entran a la Cámara de Diputados sin el menor esfuerzo, pero la boca se les llena llamándose representantes populares cuando nadie los eligió.
La de Senadores: Compuesta por 128; 64 de mayoría, 32 de primera minoría y 32 de RP.
Para los de mayoría relativa, cada partido o coalición postula 2 fórmulas debiendo precisar cual es la 1ª y cual es la 2ª; el que gana asegura el acceso de las 2. La fórmula de senadores de primera minoría es la 1ª del partido perdedor que quede en segundo lugar. Y los de RP se le asignan a cada partido en función de su votación válida y de una lista nacional propuesta por cada partido, entrando del 1 hasta donde alcancen sus votos.
Incluso, la figura de senadores de RP rompe con el principio del Pacto Federal en cuanto a que los senadores deben representar a los estados, no a los partidos políticos. Por esta lista, suele haber más senadores de una entidad que de otra, y en ella también se colocan a la gente “nice” y privilegiada.
Vean quienes integran actualmente ambas cámaras; pululan los juniors, considerados como el “relevo generacional” en la política. Imagínense.
Ahora, ¿qué propone la reforma electoral de AMLO?
Un cambio en el sistema o modelo electoral. De hecho, plantea la desaparición del actual sistema mixto (mayoría relativa y representación proporcional), para establecer uno de representación “pura” para integrar ambas cámaras del Congreso de la Unión.
La Cámara de Diputados se integraría nada más con 300 y la Cámara de Senadores, por 96 (tres por entidad federativa) El único pero es el planteamiento de la asignación en función del número de votos obtenido por partido y conforme a una lista propuesta por cada uno de éstos en cada entidad, aunque también habría una lista de candidaturas independientes.
¿Por qué pero? Porque con la asignación conforme al número de votos y listas, entrarían solamente los primeros lugares de cada lista, donde los partidos suelen postular a personas repudiadas (con sus honrosas excepciones), líderes partidistas, juniors, cuates y cuotas, aun cuando en el orden de la lista se incluya el principio de paridad de género y espacios para los sectores vulnerables o no visibilizados.
Lo ideal sería que esas listas fuesen abiertas, para que la ciudadanía vote por la candidatura de su preferencia de cada lista propuesta por los partidos. O, en otro supuesto ideal, votar las candidaturas por distritos electorales, pero que por cada partido entren quienes hayan obtenido el mayor número de votos del total de los distritos.
Pongamos un ejemplo considerando una entidad con cinco distritos electorales, en cada uno en el orden de éstos las candidaturas de Morena obtienen: 100, 150, 250, 255 y 249 votos. Mientras que las candidaturas del PRI obtienen: 95, 130, 145, 250, 105.
Ahora ordenémoslos en una lista por número de votos de más a menos: Morena: 255, 250, 249, 150, 100. PRI: 250, 145, 130, 105, 95. En ese orden entrarían conforme le toquen a cada partido según su votación total en cada entidad.
Es lo que ahora se conoce como prelación. Oaxaca la contempla como una opción para las diputaciones plurinominales.
Pero en una propuesta de reforma electoral general, ya no sería opción, sino la regla única.
Tanto la lista abierta como la prelación sí que obligaría a los partidos políticos y a las candidaturas a realizar verdadero trabajo de tierra, campañas competitivas, en la elección de diputaciones y de senadurías.
Incluso, también los obligaría la propuesta de AMLO con todo y los peros que tiene.
OPOSICIÓN CÓMODA
¿Por qué temer a un cambio en el sistema electoral? Los partidos de oposición tienen muy baja su auto-estima (sobre todo el PRI, el PAN y el PRD); piensan como perdedores no como ganadores.
Morena no será eternamente el partido mayoritario, dependerá de cómo crezca la oposición en el ánimo de la ciudadanía y, en consecuencia, electoralmente. Un cambio de sistema o de modelo electoral les vendría bien para luchar por ser competitivos por sí mismos.
Es más, hasta cabe desaparecer las coaliciones para generar un verdadero sistema de partidos políticos fuertes y competitivos; con tres o cinco o los que sea, pero competitivos per se. ¿Para qué un sistema de partidos numeroso cuando solo tres son los fuertes y el resto son satélites, comparsa o franquicias de los grandes?
Con un cambio en el sistema o modelo electoral, México ahorraría miles de millones de pesos en mantener ahora un Congreso de la Unión y un sistema de partidos esbeltos y efectivos.
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