Diego Martín Velázquez Caballero
El nivel de radicalismo que ha alcanzado la guerra entre bartlismo y avilacamachismo en Puebla, ha obligado a la intervención del monrealismo para advertir que la falta de cohesión e institucionalización en Morena no sólo pone en riesgo la sucesión política en Puebla sino la presidencial del 2024.
Ricardo Monreal ha destacado por su habilidad de concertación en el Senado de la República, por lo tanto, el argumento que señala -producto de la difícil situación en Puebla- es necesario de tomar en cuenta, aunque el contexto zacatecano también deja entrever que la disposición negociadora no siempre es útil cuando las élites políticas son consideradas los amos de la guerra.
Puebla ha vivido una dialéctica de camarillas priistas que ha llevado a la entidad para vivir en un permanente nivel de pobreza, subdesarrollo, emigración y violencia que aumenta sexenio con sexenio. Apenas en el periodo gubernamental de Rafael Moreno Valle, el autoritarismo y nivel de corrupción parecían haber alcanzado el grado extremo; pero faltaba conocer los gobiernos caciquiles de Morena.
Los conflictos caciquiles en Puebla han convocado a Ricardo Monreal para hacer un planteamiento que tiene resonancia más que estatal: sin unidad, Morena corre el riesgo de perderlo todo. El movimiento de regeneración nacional se ha extraviado en la dimensión de las camarillas y los activismos sin conseguir el grado mínimo de institucionalidad y estructuración partidista. Los analistas electorales y especialistas en temas demoscópicos han encontrado que los beneficiarios de la política social, particularmente aquellos ubicados entre los adultos mayores, son el único soporte político de la Cuarta Transformación y aunque dicho corporativismo resulta efectivo para retener posiciones políticas, también se agota como lo ha evidenciado el caso de la Ciudad de México; así como la falta de dinamismo y organización en los partidos políticos.
Ricardo Monreal confirma que el 2018 fue un meteoro que acabó con el sistema de partidos en el país y que la política ha quedado en manos de camarillas caciquiles corporativistas que pueden llevar al país al desastre. Manuel Camacho Solís había denominado a este escenario como “argentinización”, que no es otra cosa más que un ambiente de debilidad institucional característico del México Bronco que perduro desde 1909 hasta 1938.
La incapacidad, corrupción y abuso de la clase política, ha llevado a que los militares intervengan cada vez más en los diferentes asuntos de la gobernanza. Todos se quejan de las Fuerzas Armadas, pero todos son unos cretinos cuando llegan al poder.
Ricardo Monreal no es el mejor ejemplo del político honorable, tampoco resulta el líder ideal en la cosmovisión sucesoria de López Obrador, seguramente su participación política ya está fuera de Morena; pero ha acertado en el diagnóstico del clima político poblano y nacional. Es indispensable abandonar el faccionalismo caciquil y darle al país una institucionalidad que permita consolidar la democracia, tener un proyecto de país y formar una ética mínima en la clase política. El caciquismo mexicano siempre ha terminado en el canibalismo del que no hemos podido sustraernos desde la época precolombina.
Una clase política caciquil, retrógrada, corrupta, abusiva y encajosa; siempre es el motivo que justifica el colonialismo o la rebelión social, nunca ha servido para formar naciones y desarrollar países.