Nomenklatura y muégano. El riesgo de la 4T

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Diego Martín Velázquez Caballero

Aunque resulta esquizofrénico tratar de entender el modo en que se regula el sistema político mexicano, se manifiestan algunos elementos que, interpretados desde el ámbito de la sociología, pueden coadyuvar al entendimiento práctico. Caciquismo y pueblo, aunque parecen elementos contrapuestos, mantienen una conexión importante de entender para describir la cultura política nacional. La nomenklatura y el muégano, el corporativismo caciquil, son muestra de las profundas raíces clientelares que tiene el sistema político mexicano. Elementos que impiden la modernización, la democratización y liberalización; pero, generan una forma de autorregulación sistémica.

La incertidumbre respecto del 2024 comienza a ser la constante en la comentocracia y rumorología nacional. Las redes sociales que inundan el clientelismo mexicano son más determinantes en la elección que la participación ciudadana. El antagonismo entre el PRIANRD y MORENA, es muestra de que el corporativismo caciquil de AMLO ya no es tan poderoso como en 2018, naturalmente se ha ido debilitando por el proceso de renovación de autoridades que la sociedad mexicana ha construido.

No obstante que las formas populistas son un gran factor de apoyo para el actual gobierno, también es necesario comprender la volatilidad de las alianzas y lealtades caciquiles corporativistas. Las coaliciones políticas son pasajeras mientras no exista la disciplina de la fuerza por encima de los subsidios y prebendas acostumbradas. El General Plutarco Elías Calles fue el último hombre fuerte de México, el guerrero que dominaba presidentes y poderes fácticos, hasta que la confederación de caciques lo exilió y decide que el presidente es el nuevo cacique nacional, aunque sólo por un sexenio, luego, también debe marcharse. Desde entonces, ningún presidente ha trascendido en el mandato continuo, ningún proyecto, es la muta de la mafia en el poder y las redes clientelares corporativistas. Así funcionan las cosas. La ruptura de la democracia autoritaria mexicana es más que indispensable ¿Tiene la 4T la fuerza y capacidad para un proyecto transexenal? ¿Las camarillas de MORENA han dispuesto un pacto renovador de la alta política mexicana? El fantasma del magnicidio, la traición y el caciquismo corporativista, el muégano y la nomenklatura, están expresando otras cosas. La última experiencia de transexenalidad riesgosa fue durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el resultado fue fatal. El neoliberalismo se quedó, pero en manos de la Nomenklatura. Y los tecnócratas callaron. Un neoliberalismo imperfecto, con una democracia imperfecta, sólo el autoritarismo mexicano es perfecto.

La nomenklatura y el muégano son los extremos por donde fluye la corrupción mexicana. Morena ha desarrollado “pactos de sábanas” por todas partes para acceder al poder. Las gubernaturas morenistas, presentes y futuras, son la evidencia más fuerte de esa promiscuidad. Los políticos morenistas llegan al poder, pero sus “cuadros”, como en el caso de la Clerecía Católica y Mario Bergoglio, sólo son radicales en el discurso pues los hechos indican que nada cambia. Los mismos políticos, los trásfugas de siempre. Dichos amasiatos no son relaciones estables y cambian cada sexenio. La diferencia entre populistas y tecnócratas sólo es el nombre, coinciden hasta en las amantes. Manuel Camacho Solís, a pesar de ser reformista, construyó una estrategia de asalto al poder que buscaba refundar el sistema político y hacer de Carlos Salinas de Gortari no sólo el Plutarco Elías Calles del siglo XXI sino el Kemal Ataturk mexicano. El proyecto tecnocrático sí fue radical y así le fue.  Manuel Camacho Solís entendía el riesgo de romper el “Puticlub”, pero comprendía la necesidad de renovar el régimen de la revolución mexicana para legitimarlo en la postguerra fría. La imposibilidad de la ruptura histórica fue comprendida amargamente después de 1994.

Los riesgos de romper los equilibrios del corporativismo caciquil mexicano son elevados ¿En verdad AMLO y la 4T están buscando reconstruir el Estado Mexicano y generar una ruptura histórica en el perverso régimen priista? Camacho Solís sólo consideraba rupturas históricas exitosas la revolución china y rusa. Sólo en la imaginación ansiosa de los opositores, AMLO es comunista o de izquierdas. Salinas también consiguió una elevada aprobación en la segunda mitad del sexenio, con todo y lo que había hecho antes ¿de qué le sirvió? De ahí el aforismo posterior del “cambio sin ruptura”, el gatopardismo, cambiar para no cambiar, el PRIANRDISMO que se hace generalizado; el costo es la no democratización ni el cambio social.

Los pormenores de la 4T no indican ninguna ruptura histórica con el muégano y la nomenklatura. Al contrario. Se acaban los presidentes, persisten los caciques y los poderes fácticos.