Han pasado dos años y seguimos en pandemia del SARS-CoV-2 con contagios, vacunas, enfermos y fallecidos porque no ha desaparecido ni tampoco se ha vuelto endémica. Hace poco más de un mes comenzaron extraños casos de una hepatitis infantil aguda que Reino Unido fue el primero en reportar y ya hay más de 400 casos en varias partes del mundo, y ahora, la viruela del mono de reciente aparición se esparce en 17 países con 131 contagiados y otro centenar de sospechosos.
El pasado viernes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) convocó de forma urgente una reunión de su comité científico ante el avance de los casos de contagio provocados por la viruela del mono que ha irrumpido de la nada en nuestras vidas, así como lo han hecho el coronavirus y la hepatitis infantil aguda.
Hasta la fecha, ningún científico de forma fehaciente y creíble ha demostrado el origen real del SARS-CoV-2 porque todas son conjeturas acerca de su origen zoonótico. Sin embargo, persiste el misterio del animal transmisor.
No son pocos los que con cierta mentalidad conspirativa atribuyen a China su responsabilidad, pero además de forma deliberada e intencionada, con esas hipótesis que hablan de un virus en el laboratorio de Wuhan que se dejó escapar para matar gente como lo está haciendo todavía.
La realidad es que, a dos años de distancia y viéndolo con la corta retrospectiva proporcionada por el paso del tiempo, China ha salido perjudicada de esta pandemia sus crecimientos económicos son y serán mucho menores de lo que el propio gobierno de Xi Jinping, había pronosticado para sus planes quinquenales antes de 2020.
Y cada brote los obliga a un costoso confinamiento en términos económicos, sociales y sanitarios. China no se pegaría un tiro en el pie soltando un virus para vengarse de Estados Unidos y sus políticas proteccionistas y la cascada de aranceles comerciales impuestos por la pasada Administración de Donald Trump y mantenidos por el actual gobierno del mandatario Joe Biden. A China le perjudica la pandemia y además le provoca un cierto daño colateral en su reputación porque claro, ¿quién quiere hacer negocios e inversiones con un país capaz de soltar un virus?
En 2019, la incertidumbre de si Trump saldría reelegido y los constantes roces de Estados Unidos con China y la situación de frialdad de Washington hacia la Unión Europea (UE) y la OTAN tenían a tope de noticias los medios de comunicación. Bajo ese escenario, jamás pensamos que a la vuelta de la esquina estaríamos metidos de lleno en una guerra biológica y que, al segundo año de la pandemia, Rusia invadiría a Ucrania.
Emmanuel Macron, presidente de Francia, fue muy puntual al declarar en su momento que el coronavirus nos había metido en una guerra biológica y así lo es en efecto.
Aunque la gran interrogante sigue siendo si es intencionada, si algún gobierno está detrás y si forma parte del puzle de la invasión a Ucrania porque además hay una guerra híbrida. Hace ya largos meses que los hackeos cibernéticos son una seria amenaza a la seguridad en Europa y en Estados Unidos. La invasión los ha recrudecido.
También hay una guerra de desinformación agudizada con la pandemia y que provoca confusión, irritación y temor en la población occidental. Hay un denodado interés por destruir los valores de la libertad, de la democracia, del respeto a los derechos humanos y de la libertad de expresión.
La guerra biológica es además un enorme distractor porque mantiene a los gobiernos de cada país ocupados en atender su propia emergencia sanitaria primero la del coronavirus, ahora el enigma de la hepatitis infantil aguda que en los casos más severos destruye el hígado de los menores y terminan siendo trasplantados.
Si los hospitales públicos y privados de los países ya estaban rebasados por la cantidad de enfermos contagiados por Covid-19 y las camas sobresaturadas ante una infección de larga curación, ahora el estrés sanitario continúa acentuándose porque además hay que atender a los que enferman por la hepatitis aguda con la enorme preocupación de salvarles la vida a contrarreloj tomando en cuenta que son vidas tempranas. Un trasplante no es precisamente barato.
El enorme impacto económico que está guerra biológica está dejando en el sistema sanitario en general es elevadísimo. Y, al ritmo que vamos, no hace más que empeorar.
A COLACIÓN
La viruela del mono se suma a este enigma. La OMS ha reconocido que habrá más contagiados, de esta pesadilla alguien es responsable, ¿quién es el principal beneficiario de todo este desbarajuste?
La viruela del mono no proviene de los primates, sino al parecer de los roedores y si bien se detectaron casos en África en 1970, es una enfermedad poco frecuente y rara. No se sabe cómo inició el brote actual pero esta semana podría ser crucial para que empiecen a tomarse medidas a nivel global para frenarlo.
Por lo pronto, España tiene el 41% de los casos de viruela del mono del mundo con 40 casos positivos; le siguen Portugal con 37 y Reino Unido con 20. La OMS señala que este virus zoonótico ya está presente en 17 países con 131 casos.
Mientras la burocracia española decide si comprará o no vacunas, ya Reino Unido adquirió un lote de mil dosis y Alemania, anunció que adquirirá 40 mil vacunas.
El suero es de Imvanex, del laboratorio danés Bavarian Nordik, y son dos dosis; después de la primera se pondrá la segunda dosis a los 28 días. Hasta el momento, los casos en España tienen una media de edad de 40 años y en Extremadura hay una mujer sospechosa de estar infectada. Y es que todos son varones.
La OMS aconseja una cuarentena de 21 días para los casos positivos como para los sospechosos y vacunar a los animales de compañía que deberán guardar cuarentena.
@claudialunapale