Xóchitl Patricia Campos López
Dentro de las candidaturas presidenciales de Morena ha sido extenuante la retórica contra la globalización y el neoliberalismo, sólo Marcelo Ebrard ha contenido la intransigencia de polarizar los falsos proyectos en disputa hegemónica y usar el sentido común para reconocer que a México no le queda otra opción que integrarse en una tendencia mundial y nacional que se adhiera a la fuerza de los Estados Unidos de Norteamérica.
Ebrard fue señalado en forma agresiva por un paisano como neoliberal. No lo es, simplemente resulta un político eficaz y que entiende la lógica de los liderazgos que el país necesita. El lopezobradorismo fue para Ebrard un liderazgo subalterno que se inscribe en la resistencia de los movimientos sociales legítimos que debilitan a las oligarquías, pero también reconoce que México no puede terminar unilateralmente su relación -conveniente o no- con la Unión Americana.
México no puede ser Cuba, Nicaragua o Venezuela; y a Ebrard le ha tocado la experiencia de explicarlo a distintas naciones que preservan importantes capitales e industrias en el país. La mayoría de las personas comprenden que el neoliberalismo llegó para quedarse, después de la Cumbre de Davos se reafirmará el “No Way” de los capitalistas dueños del mundo, aquellos que al borde del apocalipsis siguen buscando y obteniendo ganancias. El Estado debe existir y fortalecerse para corregir las externalidades del mercado, en países como el nuestro su papel se concentra en conseguir el funcionamiento gubernamental del mejor modo posible.
El juego de las corcholatas está a punto de salirse de control. Algunos aspirantes están vislumbrando posibilidades de más y no van a resistir el desencanto de la estrategia que ha seguido el gran elector. Sheinbaum se desploma en la CDMX, Monreal sólo tiene apoyo en el Senado y las bases se desesperan de aburrimiento entre tanto dispendio de liderazgo.
A López Obrador le salió mal la tarde, 2018 no fue 1929 sino el inicio de algo peor. Ebrard puede ser el mediador económico, político y social que brinde la estabilidad al país, así como la posibilidad de un proyecto de desarrollo claro y concreto frente a Estados Unidos ahora que se restablece la hegemonía occidental en el mundo. El ex Jefe de Gobierno de la CDMX comienza a ser visto con buenos ojos incluso por la oposición y Estados Unidos, sin olvidar el interés que tiene Francia en promover su candidatura, ojalá que su estrella no culmine como la de su protector Manuel Camacho Solís.
México tiene que ver más allá de la disputa neoliberalismo vs nacionalismo. No puede quejarse del imperialismo y dejar de participar en eventos internacionales de suma importancia donde es necesario recurrir y señalar las razones de la diferencia. Liderazgo es participación, no exclusión. Mientras AMLO se excluye, Ebrard participa y avanza. Sin duda será un protagonista en el 2024 que no debe ser minimizado pues resulta de los mejores.