En la familia de las curvas cónicas existen dos muy características: una es la hipérbola que inicia de cero y va creciendo, y otra es la parábola que empieza a crecer para llegar a su cenit y luego caer. Pareciera que esta última es la estrategia que configuró el presidente Andrés Manuel López Obrador para su gobierno. Si no es esto producto de una toma de decisiones, la realidad lo está conduciendo hacia allá. El gobierno de la República ha rebasado la mitad del sexenio, época preocupante porque la historia de México en todas sus etapas ha coincidido con un primer mandatario que iniciaba de forma planeada el descenso de su gobierno, preparando de manera anticipada su salida.
Don Andrés se ha referido a la terminación de su mandato de manera recurrente porque “su pecho no es bodega”. Los disturbios en el gabinete son feroces. El pleito Hertz vs. Scherer inició con un escándalo mayúsculo para la República y para la opinión internacional. La disputa de corcholatas cuyas diferencias parecen estar entre la Coca Cola, la Pepsi Cola y la Big Cola, no hacer ver sino una familia con el mismo apellido, Cola, son todos lo mismo. Una Claudia Sheinbaum científica, soberbia, sin carisma y siempre de trato despótico con la prensa y con la población, la hacen ver como una regañadora profesional que no hace sino imitar al presidente, con la diferencia de que AMLO tiene su encanto. El Frankenstein tabasqueño que presume la “lengua mocha” no tiene magia ni estilo, sólo exhibe una lealtad abyecta a su paisano, que disque porque nacieron en el mismo estado. Marcelo, el de todos los moles, es un corcho en el lago de Chapultepec, que sube y baja según la marea ficticia que ahí se presenta. Por ahí pululan otros personajes como Ricardo Monreal que apenas sobrevive apestado por el presidente, marginado y defenestrado, pero con mucho amor al hueso, aunque bien comprende que su lucha no es por la democracia sino por su deseo de sobrevivir en el partido que sea y en las condiciones que se ofrezcan: pudiera regresar hasta a ser regidor del municipio de Fresnillo.
Es todo lo que hay: tres corcholatas y un tapón de corcho. El gabinete presidencial a tres años se ve convulsionado: desórdenes de todo tipo, corrupciones como la de Segalmex, las de Petróleos Mexicanos, la de las vacunas contra el Covid… la Cuarta Transformación pareciera ser sólo retórica.
Pronto vendrá la elección del Estado de México, con este gigante poblacional con el que AMLO no quiere conflictos: siempre ha pactado con los Atlacomulcos, pero ahora tiene cinco hijos sin padre que le exigen la candidatura. El desabrido e inepto Higinio Martínez entre ellos. A pesar de los muchos esfuerzos que hice como coordinador de su pasada campaña a gobernar la entidad, no había forma de hacer que subiera en las encuestas. Higinio ante la prensa es un veneno puro. Por su parte, la corrupta de Yeidkol Polevnsky, quien hiciera compaña por imposición de Andrés y de Leonel Godoy, en aquella ocasión se quedó con los vehículos, con las computadoras y con una votación pírrica de apenas un sexto del total de los sufragios. El no llamarse Yeidkol y tampoco apellidarse Polevnsky, resultó un escándalo en la primera rueda de prensa que organizamos para presentarla y nunca dejó de ser como el Cristo de Iztapalapa, que cargaba una pesada cruz. Horacio Duarte es otra alternativa, mandado por el presidente a custodiar las aduanas, es una posibilidad que se ofrece en el camino a AMLO en sus definiciones de quien resultará el candidato “por definición de la ciudadanía”. Valentín González Bautista, el primer alcalde de la izquierda en Neza, se menea como en los buenos tiempos de Lyn May, lo que sólo Dios sabe si le favorecerá. Doña Delfina es también suspirante: una buena mujer que ganó tanto la senaduría como la gobernatura, pero se la hicieron Cheetos, ahora trae una loza muy pesada que es el asunto de la nómina de Texcoco donde están involucrados Higinio, Horacio y ella misma.
Por si esto no fuera suficiente, el asunto de la Cumbre de las Américas fue manejado por AMLO de manera magistral defendiendo el principio de la no exclusión en los foros internacionales. Pero había tres auto excluidos: Cuba, que de ser el prostíbulo de los estadounidenses, fue luego rescatado por Fidel para la democracia y para ser el ejemplo de América y hoy se ha convertido en una isla basura donde las casas se derrumban y la emigración está a la orden del día: los cubanos saben bien que cuando emigran a otras tierras, son exitosos: hoy son dueños de Miami entre otros lugares.
Por su parte, Nicaragua vive el fascismo de Estado impuesto por una pareja de dementes que se hacen llamar “presidentes”. Venezuela, la de Maduro, el que quería ir a la cumbre para echarse una salsita en Nueva York es el caso postrero sobre quien pesa una orden de captura de millonaria recompensa emitida por Estados Unidos. Los tres países acompañaron a AMLO en sus peroratas iniciales, pero los tres caciques saben que, poniendo un pie en los Estados Unidos pudieran bien terminar en el reemplazo de la cárcel de Alcatraz. Renunciaron obviamente a su participación. AMLO se queda solo.
Las cumbres con los Estados Unidos no son para saludarse o dar discursos, sino para impulsar programas de limosna para América Latina, negocios ramplones que siempre favorezcan al imperio, por lo que el pacto acaba siempre en “agua de borrajas”. AMLO no hace falta ya en la Cumbre, porque ya van todos los que tienen que ir, y los denarios americanos estarán dispuestos a surtirlos en alianzas como la del Progreso, en aranceles, en permitir viajes a Cuba como ya se ha anunciado (que no será más que otra invasión aérea y la fuga de nacionales cubanos a Estados Unidos). De magistral jugada de AMLO, esto se ha convertido en nada, justo en los momentos en que él necesita el apoyo para el Tratado de Libre Comercio nuevo. En respuesta, nos pueden subir aranceles, nos pueden restringir el envío de remesas obligándonos a usar los bancos del imperio, nos pueden restringir el ingreso de mexicanos a Estados Unidos, pueden provocar lo que ya están provocando: que seamos su patio trasero para que los latinoamericanos sigan emigrando sólo hasta la frontera, creando los humos de ollas de vapor altamente calientes que presionan la vida de los estados fronterizos.
La política internacional nunca ha sido el fuerte de AMLO. La detesta profundamente por su herencia nacionalista del priísmo de los 80, el de Echeverría y López Portillo. Bien le haría a mi presidente ir planeando su regreso a Macuspana y a vivir en la soledad de La Chingada, porque ahí nadie lo va a acompañar. AMLO ya pasó a la historia como el hombre que ascendió desde el lodo de los pozos petroleros hasta la primera magistratura de la nación. No le hace falta nada. La historia lo absolverá, pero no puede incinerarla por una vanidad absurda y una miopía que requiere al menos de 8 dioptrías para poder ver, con un cuerpo maltratado que ya no le contesta, por los sacrificios que él piensa que hizo por esta patria nuestra.