Hace años publique un artículo sobre las razones estructurales por las que Obama no se atrevería a hacer una reforma migratoria integral, los años me han dado la razón y por los mismos argumentos seguimos lejos de esa reforma.
A sabiendas de que no era de su competencia directa, ¿se equivocó López Obrador al pedirle a Biden que pensara de forma no conservadora y lanzara esa reforma? No. Aunque no haya condiciones políticas internas en Estados Unidos, AMLO cumple con su papel de demandar una mejor atención para los mexicanos que se fueron y lo hizo correctamente, de un jefe de estado a otro, son pares.
La derecha estadounidense ha modificado sistemáticamente la política migratoria, ha criminalizado la migración indocumentada, ha aumentado los castigos, se han privatizado los centros de detención donde se ensañan contra los detenidos y hasta para los que acuden ante la protección humanitaria, crearon un bucle en el cual para ampliar el negocio las empresas carcelarias compran a sus legisladores, y éstos endurecen las penas que benefician a sus patrones. Es algo similar a lo que hicieron con el senador Manchin que descarriló la política climática e impositiva de Biden para beneficiar a sus patrones de la industria del petróleo y el carbón.
La narrativa impuesta por los republicanos es que hay que “proteger” la frontera antes de hacer cambios migratorios, para esto definieron al migrante como un peligro y asociaron a la migración con las drogas, con esto evaden varias cosas: atender a la comunidad migrante que representa tal vez alrededor del 10% de su población (esta cifra incluye a unas tres generaciones sin derechos); insisten en mantener a una comunidad invisible que actúa en la penumbra con una espada sobre sus cabezas y el miedo constante de ser deportados, puro control social por miedo del terror; se niegan a reconocer los derechos de los migrantes por temor a su peso político ya que rompería con los acuerdos de las fuerzas actuales, con esto se consolida el principio de impuestos sin representación (taxation without representation) y se refuerza la narrativa WASP (blanca, anglo, sajona, protestante) que se siente en peligro ante la morenización de Estados Unidos, pero también refuerza la política anti sindical porque estos millones de trabajadores carecen del derecho de organizarse para defender sus derechos, contra esa comunidad trabajadora se usa a la policía migratoria para anular sus demandas de buenos salarios y condiciones de trabajo adecuadas; por último, la negativa a reconocer las adicciones como problema nacional y evaden actuar en su atención responsabilizando a otros de sus problemas.
Conforme pasa el tiempo se van sintiendo tímidamente ciertas modificaciones. Uno encuentra más productos “hispanos”, más productos elaborados para ese mercado (una cadena texana tiene la línea Mi tiendita), hay más personas “no blancas” en la publicidad y en los medios de comunicación y entretenimiento, hay más peso de las comunidades hispanas en las universidades y hasta una mexico-americana astronauta, por supuesto que las comunidades de migrantes se ven más representadas en la política.
La reforma migratoria traerá transformaciones radicales para la economía, la sociedad y la política de Estados Unidos, de ahí la resistencia a que eso se generalice y el intento de frenar el cambio lo más posible por medio de una narrativa discriminatoria y racista, de la que se hace eco la derecha en otras partes, hace muy poco la derecha mexicana enarboló la condición de indocumentado de un violador, como si hubiera violado a una niña por ser indocumentado, siguen la narrativa trumpiana de que los mexicanos migrantes son violadores, aunque la agresión contra la mujer es prevalente en Estados Unidos en condiciones mucho peores que en México, lo que no justifica esa agresión en ningún país.
El miedo y la resistencia al cambio representan la barrera estructural más importante para Estados Unidos, que se complica o se escuda con los ciclos bi anuales de elecciones, ya que hay legisladores comprometidos con la reforma que se abstienen por miedo a su impacto en las elecciones y que les cueste la reelección, pero más que nada destaca la reticencia de los liderazgos a estremecer el orden político por una causa que no es de ellos y que no les amerita atreverse a descomponer otras negociaciones, por eso el tema no entra al debate legislativo abierto.
No descartemos al capital que financia las campañas políticas y que marca la agenda, con eso frena los ánimos y margina las voces de las comunidades migrantes alejándolas de los puntos centrales de la agenda política.
El tema de la migración se ha subido al primer lugar del debate mientras se mantiene en el último lugar de la acción, este juego le reditúa mucho a las fuerzas conservadoras aunque afecta a una comunidad de decenas de millones condenada, por ahora, a vivir en la penumbra.