¿Del centro a la izquierda?

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Para AMLO y Ebrard lo ocurrido con la expulsión del embajador de México en Perú es un fracaso del gobierno y de ellos. Es la réplica a una política equivocada, a una cadena de mentiras y a la comprobada injerencia que el tabasqueño niega una y otra vez.

Revisando la biografía de Ebrard no encuentro congruencia, aunque sí entiendo su necesidad de acomodarse en el poder. Marcelo siempre hizo mancuerna con su tutor Manuel Camacho Solís. Buscaron pactos, cercanía, complicidad con Carlos Salinas de Gortari para llegar a la presidencia. Con el destape de Colosio participaron directa e indirectamente en la demolición de la candidatura del sonorense.

Entraron a mediar en el conflicto con el EZLN. A la muerte de Camacho, Ebrard se alió con quien pudo: la izquierda. En el sistema y en el PRI ya no había espacios. Ambos, Camacho y Ebrard fundaron el Partido de Centro Democrático, que como lo indica su nombre, fue un partido que se definía como de centro, fundado alrededor de la figura de Camacho Solís quien fue su único dirigente y candidato presidencial.

Nunca logró tener presencia política verdadera y ocupó el último lugar en las preferencias electorales en las elecciones del 2000 por lo cual perdió el registro. En las elecciones para Jefe de Gobierno del Distrito Federal su candidato Marcelo Ebrard había declinado en favor del perredista López Obrador.

Se obligó al autoexilio a Francia por las investigaciones del News Divine y de las irregularidades en la Línea 12 del Metro. Se vio severamente cuestionado por los linchamientos de agentes federales en Tláhuac mientras Ebrard estaba al frente de la seguridad capitalina.

Evidentemente fue rescatado y protegido por AMLO y lo empujó hasta llegar a la Jefatura de gobierno de la CDMX. Ebrard presume inteligencia y conocimiento de la política como para prestarse al perverso juego de AMLO. Sabe Ebrard que él no es el favorito y reconoce que la mayor parte de los movimientos, nombramientos y políticas dentro de la secretaria de Relaciones Exteriores provienen de Palacio Nacional incluso con la intervención directa de la esposa del Ejecutivo.

A tragar sapos entonces, pero con la severa carga del desprestigio internacional que se está llevando el “canciller” recordando cuando públicamente Trump informa cómo y por qué “lo dobló”.

Marcelo no es un hombre de tales disparates, pero se obliga a cumplir con los objetivos personales del presidente, hoy incluso proponiendo derogar el 33 constitucional con el propósito de defender a un español extranjero y comunista. Por la ruta que ha determinado Ricardo Monreal ya no puede ni le conviene su cercanía.

Hay una altísima probabilidad que AMLO lo traicione, pero de no ser así y lograr la candidatura presidencial sería un factor de quiebra en Morena y tendría que pagar facturas políticas enormes que le atarían a compromisos dentro de su proyecto, los principales: cubrir los ilícitos, irregularidades y probables delitos de varios cercanos al presidente, incluyendo a su familia. Ebrard debe sacudirse lo antes posible de Palacio Nacional, su fuerza exterior está muy disminuida, aunque en selfies presuma lo contrario.

Está representando a un presidente provocador de conflictos internacionales con serios cuestionamientos en Estados Unidos que podrían reventar información delicada de la esposa de José Ramon y abrir archivos muy comprometedores sobre el crimen organizado en México.

El enfrentamiento con el Vaticano no es camino fácil y Marcelo, en lo particular, ha decidido favorecer apoyos a la comunidad LGTB y a los matrimonios igualitarios, asuntos muy lejanos a la complacencia de la Institución más sólida de la historia humana.

El temperamento e imagen pública de Marcelo lo presentan como un “perdonavidas” y eso no le ayuda, aunque ahora pretende ganar aplausos públicos publicando fotografías de cómo prepara los huevos para el desayuno o besando a niños en la vía pública. Sus más severos enemigos, no opositores, los tiene y tendrá en Morena con personajes que, como él, de por vida han creído merecer la presidencia. Las edades y los tiempos no les dan para otra espera, para otra oportunidad. La guerra será sucia, con filtraciones, con indiscreciones, con denostaciones.

Marcelo es de entretejidos en niveles cupulares no es de masas como Sheinbaum. Él no es activista callejero y para Morena es una profunda desventaja. Marcelo, hábil, se ha sabido acomodar con AMLO, pero no tiene la incondicionalidad de Sheinbaum ni los compromisos de vida con Adán Augusto. Marcelo sabe que no es de tribus ni de izquierda favorecedora de tiranías. Tiene mejor capacidad que esos renglones torcidos. Marcelo, aunque quiera consolidar, está en una apuesta de emociones, en una ruleta macabra, en un volado.

De perder la candidatura sería sirviente del que viene, pero lo cierto es que por el momento su ejercicio no corresponde a una posición de Centro ni a la formación académica que recibió en el Colegio de México.

Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv canal 34.2 izzi 135 y mexiquense radio

@cramospadilla