En un estacionamiento en Chihuahua, en el camión del candidato a gobernador del PRI logré el acuerdo para crear el Colegio de Chihuahua, cuya sede estaría en Ciudad Juárez, fue el resultado de muchos años de trabajo que empezaron cuándo con Jorge Gil (QEPD) invitamos a Yehezkel Dror a México para hablar sobre estudios del futuro.
El Colegio de Chihuahua fue diseñado para funcionar como tanque pensante, o sea, un centro de pensamiento orientado a pensar en la solución de problemas fuera de consideraciones políticas.
Por desgracia, el priismo se atravesó y derrotó la iniciativa, cuando el secretario de educación nombró como director al hijo de un amigo suyo con el que tenía una deuda de amistad. El director, que nunca entendió la noción, creo una escuelita que competía en desventaja con las universidades existentes en Ciudad Juárez.
Varios años después otro secretario de educación me invitó a colaborar y me pidió que regresara a El Colegio para enderezar el barco. La primera demanda que recibí fue de una estudiante de maestría a la que no se le entregaba el título y es que El Colegio no tenía autorización de la SEP para otorgar títulos aunque ofrecía maestrías y doctorado. Los doctorados eran patito porque estaban dirigidos para amiguetes. Costó mucho trabajo pero gracias a los amigos de los amigos, desatoramos los trámites en la SEP, desactivar la corrupción en los grados fue más difícil porque hasta la comisión estatal de derechos humanos metió ilegalmente las manos.
Financieramente nos encontramos ante la precariedad y los esfuerzos del secretario de Hacienda por cerrar El Colegio porque según el no servía para nada, en realidad era su batalla contra el secretario de Educación que sonaba para gobernador; el funcionario de Hacienda terminó en la cárcel y luego se alió con Javier Corral en la persecución de duartistas, los que fueron torturados, extorsionados y uno por lo menos dejado morir en la cárcel contagiado con COVID 19.
Acudí entonces a las autoridades federales en busca de ayuda. El primer intento en la SEP fue infructuoso, pero el año siguiente llevé los primeros 3 libros que publicamos y entonces se nos abrió la puerta para concursar por fondos de investigación, logramos recursos para un proyecto sobre agua, empezábamos a recuperar el propósito inicial.
Acudí entonces al CONACyT a quién le pedí un millón de pesos, una cantidad irrisoria comparada con los 244 millones que le entregó a un grupo privado la funcionaria que me negó el apoyo. El mismo CONACYT que de 2013 a 2018 le entregó 15,483 millones a empresas que no necesariamente innovaban la ciencia y tecnología mexicana, como Intel, Kimberly Clark, Bayer, Monsanto, Volkswagen, RH simulation and training, Whirpool. Para la funcionaria no tenía mérito apoyar un centro de investigación, prefirió beneficiar a un grupo que luego pasaría a dirigir.
Eran los años en que se beneficiaba a la privatización, se castigaba a las instituciones de educación superior, al grado que varias universidades pasaban por el ciclo anual de tener que ser rescatadas porque no tenían para pagar salarios y aguinaldos.
Luego llegó la estafa maestra que no se tocó el corazón para corromper autoridades universitarias que posiblemente así veían una salida al castigo financiero, o simplemente cayeron ante la tentación corrupta que azolaba al país.
Navegando en el imperio de la simulación, los neoliberales fueron prolijos en crear una legislación simbólica, endurecían leyes para las que no había la intención de que se cumplieran, fue así como incluyeron el castigo con energía de los delitos que se cometían por grupos de personas equiparándolos con delincuencia organizada. No se molestaron en diferenciar entre narcotraficantes organizados para cometer crímenes y académicos organizados para recibir fondos públicos, al parecer de forma indebida.
¿Quién es culpable, los que recibieron los fondos o quién se los entregó?, quién además corría el riesgo de cometer peculado, o sea, usar fondos para un propósito distinto al definido, pero igual procede con la fortuna entregada indebidamente a empresas. Pero a río revuelto….
Las políticas gubernamentales durante el neoliberalismo se sesgaron a favor de las oligarquías y lo privado, sacrificando las posibilidades de desarrollo y el bienestar de la mayoría.
México necesita varios tanques pensantes, se requiere contar con instancias que piensen los problemas nacionales para encontrarles solución, así como pensar la realidad nacional fuera del cruce faccioso de intereses. Un ejemplo que maneje ante los políticos, era la necesidad de comunicar la sierra de Chihuahua por el norte, abriendo esa zona al turismo y al desarrollo de pequeñas comunidades. Desafortunadamente los políticos y funcionarios no estaban (o están) en el canal de plantear grandes iniciativas innovadoras, lo mejor era mantener el status quo, porque ahí se podía manipular a la sociedad y preservar al viejo gatopardismo mexicano: Reformar todo para no cambiar nada; aunque siempre se puede manipular las cosas para empeorar.