Detrás del desastre siempre hay corrupción

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Todo sufrimiento me conmueve, me estruja, soy de esas idealistas a las que le gustaría vivir en un mundo en paz y sin sufrimiento, pero todos los días la realidad estrella contra el pavimento mis sinceros deseos. Veo el desastre de Turquía y de Siria y vuelvo a pensar en la corrupción y en la mala planeación urbana y de expansión demográfica.

Mañana podría ser, por ejemplo, la población asentada cerca del Popocatépetl; un volcán con constantes fumarolas que, en cualquier momento, podría entrar en erupción porque la naturaleza es… la naturaleza.

Nadie debería vivir cerca de un volcán, tampoco deberían permitirse edificios enormes que no cumplen con los estándares de máxima seguridad ante un sismo o un terremoto, sobre todo en regiones de alta sismicidad.

Recuerdo los edificios de Tlatelolco  caídos como naipes, uno detrás de otro, con el terremoto del 19 de septiembre de 1985 y muchos otros en la Roma y la Condesa. Hubo algunos, en Lindavista que quedaron dañados también.

Los diagnósticos de habitabilidad de esos edificios caídos revelaron fallas en su construcción. No es casualidad que los departamentos que quedaron dañados en Lindavista, esos mismos se cayeran en el terremoto del 19 de septiembre de 2017.

¿Por qué se caen? Quizá la primera pregunta que debería hacerse es, ¿por qué se permiten edificaciones tan altas en zonas sísmicas que han sido pasto de otros desastres? Aquí entran los permisos, las licencias de construcción y esto enmarca a los ayuntamientos, las delegaciones gubernamentales y las oficinas de gobierno. Ningún edifico es construido, sino tiene los permisos oficiales necesarios y esos los expide el gobierno ya  sea en España,  en México, en China, en Turquía, en Siria y en todo el mundo.

¿Por qué los funcionarios de las dependencias gubernamentales conceden permisos para levantar rascacielos  o edificios superiores a las cuatro plantas en zonas marcadas por el movimiento de las placas tectónicas ubicados en fallas problemáticas? Lo sé, parece muy obvio. La mayor parte de estas licencias son concedidas por que hay corrupción de por medio, porque la famosa “mordida”, “moche” o porcentaje del 15% o 20% pagado por los promotores inmobiliarios para los  funcionarios públicos son el pan nuestro de cada día.

Y mientras la corrupción persista por encima de todas las razones de peso de por qué no deben levantarse grandes edificios en zonas sísmicas si no cumplen con los máximos estándares de protección ante este tipo de riesgos, entonces seguirán habiendo muertos, cientos y miles de muertos, por los terremotos.

 

A COLACIÓN

El presidente turco, Recep Tayipp Erdogan, gobierna desde 2003 a la nación turca. Ahora volverá a presentarse a las elecciones   presidenciales  –el próximo 14 de mayo– y pretende ganar otra vez.

Ha sido primer ministro, entre 2003 y agosto de 2014; y desde entonces, como presidente y ahora quiere quedarse otra vez en el poder. Durante estos casi veinte años, muchos de los edificios —más de 6 mil 500– derrumbados por los terremotos del pasado 6 de febrero fueron construidos en la Era de Erdogan.

Hay edificios altos que han quedado hechos harina en una nación marcada por la falla de Anatolia, que históricamente ha traído a Turquía bajo el flagelo de la destrucción sísmica. Pero tal parece que el gobierno turco lo ignora.

Ayer, el número de muertos nada más en suelo turco superó los treinta mil y los fallecidos seguirán aumentando, lamentablemente. Erdogan no tiene la culpa de que sucedan terremotos en su país, pero sí es responsable de la corrupción que permea.

Es responsable por todas las licencias de construcción  otorgadas por su gobierno durante estos años, sin que su cumpla con un protocolo de edificación seguro que, en casos como estos, de eventuales circunstancias naturales, no hacen más que incrementar el número de personas muertas.

Otra cosa es la mala gestión de la ayuda en medio de la calamidad y la emergencia. La irritación contra Erdogan es creciente, hay mucho malestar entre la gente no solo por la lentitud en los rescates sino por las horas que han debido estar al raso, en medio del frío, la nieve, la lluvia y la desesperación por los familiares atrapados.

Los sismólogos llevaban años advirtiendo de un reacomodo de placas con consecuencias devastadoras; de hecho, hay pronósticos de un terremoto de mayor magnitud y desde, Estados Unidos, el Servicio Geológico monitorea  y recopila información al respecto de los riesgos de las fallas tectónicas en diversas partes del mundo.

En los últimos veinticinco años, la nación turca ha experimentado una serie de terremotos con una magnitud superior a los  7 grados en la escala de Richter pero ninguno había dejado las escenas dantescas de estos días. Ya estaban advertidos… lo ignoraron.

@claudialunapale