Algunos de los insultos judíos europeos en el siglo XIX incluían: Ojalá que te tragues un paraguas y se te abra en el estómago; hay otro más rebuscado: ojalá que seas muy rico, tengas una casa con 40 habitaciones, té de cólera y vayas gritando y sufriendo por cada una de las habitaciones. Hay que estar muy enojado para insultar a alguien de esa manera.
Los españoles muestran cierta crueldad en sus insultos: me cagó en tus muertos, esto claro después de cagarse en dios. La muerte limpia la imagen y los muertos se respetan, eso hace violenta la coprolalia.
Los italianos no están muy lejos, cuando algo les duele gritan en contra de los dioses y exclaman porca madonna y si algo les sale mal claman Porca miseria.
Los estadounidenses usan el polisémico fuck para insultar y lo aterrizan en el motherfucker, que señala que el agraviado se acostó con su madre. Freud diría tal vez que es el deseo inconsciente del insultante. Pero el uso social del término puede ser insultante para algunos y no tanto para otros, pero ¿qué tanto es tantito?
En Inglaterra hay insultos viejos registrados desde los siglos XV-XVI y Shakespeare los uso; como Pillock para alguien que ha cometido un acto estúpido.
El escritor checo Hazek se burla del insulto cuando el soldado Szvej dice en la junta de reclutamiento que es idiota porque se lo dijo el doctor y el sabe lo que dice, idiota es un insulto muy utilizado en varias culturas.
Los alemanes a un estúpido le dicen que es un freno evolutivo, Evolutionsbremse.
Los mexicanos insultan con un lenguaje obscuro y rebuscado (albures) que muchas veces no es entendido por el insultado, y recurren al polisémico chingar que aterriza también en la referencia a la madre, invitando a chingarla y ante lo cual muchos están dispuestos a matar, ¿será porque les descubrieron también su complejo de Edipo? O será el ataque a la veneración a la madre, de la que hay solo una y hasta se le escriben poemas memorables como el del brindis del bohemio.
El libanés Ziad Doueiri en la película El insulto (2017) aborda el hecho como un intento por dañar, golpear donde duele, donde hay sensibilidad
Como la religión no se podía salvar, según el nuevo pacto Jesús se queja ante su padre por los insultos recibidos.
El libro que escribí sobre chistes étnicos muestra que la burla puede considerarse insultante. ¿Cómo se suicida un argentino? Se avienta desde los más alto de su ego.
El insulto puede no recurrir a groserías o “malas palabras” en parte porque las palabras adquieren negatividad según como se usen, lo que en parte vuelve polisémicas ciertas palabras “insultantes”. En esto por supuesto influye la “moral” o sea, la intolerancia ante ciertas palabras. La sociedad estadounidense que acude a la iglesia con regularidad se la pasa diciendo cualquiera de las acepciones de fuck, pero en radio y TV le meten un bip para que no lo oigan los castos oídos de los que la dicen.
Es complejo responder a la pregunta de ¿por qué la gente insulta? Algunos lo hacen por desesperación; otros reaccionan insultando frente a una agresión; otros insultan por falta de un mejor vocabulario para calificar algo molesto; para otros es una respuesta instintiva de alguien que se siente amenazado y reacciona insultando.
El insulto simplifica el esfuerzo en la agresión y ese ahorro es importante, imagínese si en lugar de “chinga a tu puta madre”, el insultante dijera, “ve y ten relaciones sexuales con tu progenitora que es una mujer que vende su cuerpo, o es sexoservidora”, es evidente que para ese momento el efecto hiriente del insulto perdería validez y efectividad y posiblemente adquiriría un efecto hilarante. Igual que el chiste ahorra esfuerzo para atacar lo prohibido, el insulto ahorra esfuerzo para atacar lo molesto.
El insulto es tan viejo como el registro histórico. Sirve para molestar, agredir, degradar, rebajar y victimizar al objeto insultado, es de cierta manera un conflicto de poder que concita intercambios ascendentes de agresión y despierta rencores que envejecen con los involucrados, si es que a partir del insulto no se matan entre ellos y eso se convierte en una rencilla familiar que dura por generaciones.