La tecnología ha prolongado el alcance de nuestros sentidos: mediante el telescopio y el microscopio, la tomografía o la robótica, respectivamente. Aun así, ni la mirada ni la palpación se han refinado más. Todo lo contrario: su problema es a veces su anestesiamiento.
Cada vez vemos, escuchamos, sentimos, olemos menos, qué pena por ello.
La naturaleza humana, a diferencia de la mayoría de las especies, evoluciona a través de un orden biológico, pero también de un orden cultural y político. De aquí la importancia de la construcción de un orden democrático.
Con todo, la evolución cultural de nuestra especie se desdobla en dos planos igualmente de imposible superposición entre sí y a veces en contraposición abierta: la evolución de la cultura informativa y la correspondiente a una cultura valorativa. La primera concierne principalmente al lenguaje y la tecnología; la otra a los hábitos y las creencias.
Los hábitos y las creencias cambian mucho menos rápidamente que nuestro modo de percibir el mundo.
En la ética los conceptos éticos son aquello en lo que se piensa y los etemas, concepto de Bilbeny, aquello con lo que se piensa. Es semejante la relación entre la idea y la creencia: la idea se tiene y en la creencia se está. Igualmente los conceptos éticos tienen el carácter de contenidos particulares de la ética y los etemas de continente de todos éstos.
Mientras que los etemas ya no son analizables en términos morales, como la noción de actitud que se amaga bajo la de veraz o la de valor bajo lo de indigno.
Los conceptos éticos cambian sobre todo cuando cambian los etemas o esquemas culturales en los que se apoyan y ellos mismos tratan de mantener. Ha ocurrido en cada gran revolución cultural, y la nuestra que gira, que gira precisamente sobre el eje de la información, lo demuestra mejor que ninguna.
Hasta el punto de que en todas han cambiado hábitos y creencias, pero en ésta parecen cambiar los propios etemas de hábito y creencia.
Cada nueva evolución de la tecnología y el conocimiento ha venido representar la sustitución de unos códigos éticos por otros y aun una revolución en la ética.
El cambio de valores es tan dinámico que no alcanzamos adaptar algunos cuando surgen nuevos. El problema es grave para todos.