La noche del próximo domingo cuatro de junio en Coahuila y en el Estado de México solamente uno de los competidores en cada entidad federativa celebrará un probable triunfo; el resto, llorará una probable derrota: Partidos políticos, coaliciones y personas candidatas.
Eso en base al resultado del conteo rápido que dé a conocer la autoridad electoral administrativa competente respecto de la elección de cada entidad federativa, pero el conteo nada más indica una tendencia de las votaciones.
Incluso, las cifras que arroje el Programa de Resultados Preliminares (Prep) tampoco son definitivas, sino únicamente aproximadas, porque suele ocurrir que por alguna causa legal no se contabilizan en preliminares algunos paquetes electorales.
Los resultados definitivos se obtendrán de los cómputos distritales de la elección de las gubernaturas y de los cómputos estatales de esta elección tanto en Coahuila como en el Estado de México. Los primeros empezarán el miércoles siete de junio hasta que concluya el cómputo de cada paquete de cada casilla.
Claro, conociendo cómo actúan los partidos políticos, dirigencias y militancia, ni siquiera esperarán el cierre del Prep, ni la conclusión de los cómputos; empezarán a festejar con el resultado de los conteos rápidos que den a conocer empresas autorizadas por la autoridad electoral y con el resultado del conteo de ésta.
Vendrán las auto-proclamaciones de triunfo, así les desfavorezcan las tendencias, salvo que asuman una postura de civilidad política y reconozcan su derrota.
En fin, aún con resultados definitivos derivados de los cómputos, el triunfo o la derrota siempre será “probable” porque la certeza se da al quedar firme el resultado de la elección: Cuando nadie impugna o cuando los tribunales resuelven todas las impugnaciones.
Eso puede ocurrir en ambas entidades federativas: La judicialización de las elecciones gane quien gane o pierda quien pierda conforme a los resultados de los cómputos. Y seguramente los inconformes se van a ir hasta la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Cuando las elecciones son tan competidas como las del Estado de México y Coahuila, casi siempre (aunque no es la regla) el perdedor o los perdedores buscan anular casillas o toda la elección, sobre todo cuando los resultados son cerrados.
Por eso más vale que quien gane, gane contundentemente o mínimo por más de cinco puntos porcentuales respecto del segundo lugar. Caso contrario se coloca en una situación muy vulnerable, riesgosa, máxime si incurrió en alguna de las hipótesis de nulidad de la elección enunciadas en la Constitución Política:
“Se exceda el gasto de campaña en un cinco por ciento del monto total autorizado; se compre o adquiera cobertura informativa o tiempos en radio y televisión, fuera de los supuestos previstos en la ley; se reciban o utilicen recursos de procedencia ilícita o recursos públicos en las campañas.”
Hay otras situaciones harto riesgosas en una elección: La violencia generalizada, la no instalación de determinado porcentaje de casillas electorales, y la violación a los principios de neutralidad y equidad.
En fin, lo ideal es que las elecciones de Coahuila y del Estado de México se lleven a cabo en paz y con alta concurrencia en las urnas electorales, y que los resultados sean aceptados por las fuerzas políticas y candidaturas participantes.
PROBABLES TRIUNFOS
En la proximidad de una jornada electoral siempre proliferan las encuestas, a veces marcando diferencias abismales en la preferencia electoral; a veces casi uniformes.
Pero al parecer, en el Estado de México es probable el triunfo de la morenista Delfina Gómez Álvarez, candidata común de Morena-PVEM-PT.
Y en Coahuila, el priista Manolo Jiménez Salinas de la coalición PAN-PRI-PRD.
En ambos casos con amplia ventaja.
Sin embargo, una cosa son las preferencias emanadas de las encuestas, y otra el resultado en urnas electorales; en ocasiones coincide, en otras no. Incluso, una decisión jurisdiccional puede cambiarlo todo.