El término “corcholata” en el México contemporáneo se utiliza para referirse al tapón de un refresco, preferentemente con gas. De niños, usábamos las corcholatas para jugar con un trompo que servía para empujarla hasta llegar a la meta que marcábamos de cualquier forma.
El término “corcholata” nos parece insultante, por que una de las 4 corcholatas actuales podrá llegar a ser el próximo presidente de nuestra República Mexicana. ¿Será que entonces habrá que continuar diciéndole así? “El Corcholato Monreal”, “Claudia La Corcholata”, “El Corcholato Adán” o “El Corcholato Marcelo”. El concepto parece rescatado de las películas de albures que reemplazaron la época de oro del cine nacional. Doña Carmelita Salinas que en paz descanse, protagonizaba este personaje lleno de vulgaridades y palabras altisonantes. El término usado con una nueva connotación, es un insulto para las personas, que no debieran ser aludidas con albures ni conocidas como tales en el contexto internacional.
El evento del domingo 11 de junio fue uno de toma de decisiones: se revisó el procedimiento de elección del candidato presidencial de MORENA. El dedazo ya se dio, si bien no nos lo han comunicado. El acto parecía una misa en la basílica donde todos con su veladora y su escapulario esperaban que el tlatoani dijera qué hacer.
Se decidió, por ejemplo, que hay que renunciar al trabajo, del que han sacado cientos de millones de pesos para campañas previas. A partir de ahora habrá que comprar boletos de avión por cientos, rentar casas de campaña en la capital y las capitales estatales y municipales, rentar espectaculares (el más modesto vale un millón de pesos), habrá que cuantificar el costo para los acarreos a los mítines. Ya no habrá presupuesto formal del que se pueda echar mano para todos los egresos que vendrán en cascada para los precandidatos. Será un trabajo difícil de cuantificar y un proceso sumamente costoso.
La corcholata #1 que le cobra a Carmen Salinas su apelativo, es Claudia Sheinbaum: una calificada científica mexicana que no entendemos qué hace en la política, cuando ahí están recluidos los peores del género humano, como si fuera el recinto de las momias de Guanajuato. Se dice que es la predilecta del gobierno federal: estudió en una de las escuelas más caras del mundo, en California. Casó con otro científico mexicano que fue agarrado “con las manos en la masa” recibiendo dineros privados para campañas públicas. Una mujer de carácter difícil, inteligente para la ciencia, si bien no para la administración pública, para la que se requiere otra formación.
La corcholata #2, Marcelo Ebrard, es “el menos peor” con un pedigrí envidiable, con formación en las mejores escuelas de administración pública del mundo, habla varios idiomas y su trabajo ha sido altamente eficiente en el gobierno de AMLO: no es fácil hacer las cosas bien y además, quedar bien con él. Es una buena alternativa.
La corcholata #3, don Augusto, está muy a gusto en Gobernación, pero lo lanzan por si las cosas se complican. Es un político absolutamente autoritario pero muy inteligente, muy obediente con su patrón “quien lo mandó traer para la capital” Tiene posgrados en universidades prestigiadas. Es un hombre grosero en sus debates, que no ayudaría a gobernar el país, pero la lealtad a su patroncito es absoluta: no solamente fue nombrado “corcholato” con posibilidades de ser el “corcholato absoluto”, sino con la intención de cuidar el proceso electoral y ser salvavidas en cualquier momento de crisis, durante el escaso año que le queda aún al presidente de la República.
La corcholata #4 se apellida Monreal. Fue el primer gobernador opositor en los tiempos de Zedillo. No ganó la contienda, pero fuimos testigos de la forma en que Andrés López Obrador presionó a Ernesto Zedillo a reconocer ese triunfo aún antes de terminar el conteo. La frase épica fue “si no reconoce el triunfo de manera inmediata, incendiamos la República”. Dicho eso a un presidente tímido e inseguro, ordenó aceptar un triunfo no logrado. Ricardo Monreal fue gobernador de su estado sin triunfar, y después ha escalado posiciones en todos los partidos donde ha habido la oportunidad de un hueso, aunque hoy confiese que “seré de MORENA hasta la muerte”.
Así nos amanecemos hoy, con novedades que no son novedades, que se destaparon en un recinto que más bien parecía el lugar de ordenamiento de sacerdotes en una secta o religión. Se tomaron la foto, hubo un silencio sepulcral, y la colectividad tomó la comunión como si fueran los Niños Cantores de Morelia.
La candidatura de Gerardo Fernández Noroña, el “neo corcholato” que se tiró a los pies de Zedillo en el zócalo, que saqueó las arcas del PRD del Estado de México y que tiene acusaciones de agresión a su ex pareja, será meramente testimonial y de risa: sus fotos semidesnudo serán vistas en Nueva York, como también se verán por doquier las del aeropuerto de la Ciudad de México tirando golpes. Es un tipo de lo pior.
Manuel Velasco, el que quisiera ser corcholato, aunque sea con el número 6, es absolutamente extraño, no es del partido MORENA, ha deambulado por todos los partidos de México, es compadre de Ricardo Monreal y basa su destino en Anahí, y la gira del retorno de RBD, en cuyos shows ha advertido, estará presente.
Mientras tanto, el gabinete ha iniciado un proceso de “decapitación”: los hombres más experimentados serán ahora militantes aspirantes a la presidencia del país, dejando en la orfandad a mi presidente AMLO, que ya tiene demasiados problemas en la administración pública, por los perfiles tan incapaces para gobernar, que sólo sirven para grillas, con los que deberá cubrir las vacantes. El gobierno será ahora uno esmirriado, donde nadie sabe para quien trabaja: nunca ha habido una lealtad del presidente entrante con el anterior. Los ejemplos sobran: Echeverria/JoLoPo, Zedillo/Salinas, Fox/Calderón. Esta es la triste verdad de la política mexicana.