Elecciones 2024: Primer Debate. Xóchitl no pudo

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Gálvez simplemente, no pudo ganarlo, le faltó contundencia, exhibió sus evidentes carencias y trató de ganarlo por dos vías: en un pendenciero discurso posdebate que no casaba con lo ocurrido en él y en mesas de análisis, donde ardidos con el presente sexenio intentaron lavarle la cara, pero para su infortunio todos vimos el debate y no podían contarnos sus acostumbrados cuentos chinos.

 

Gálvez fue lo de siempre: un eterno quiero y no puedo, muestra de su natural incapacidad. Recordatorio de que es una pésima candidata en la peor de las opciones y que callándose que la postula el PRI, su triunfo sería un retroceso mayúsculo para México.

 

Se han cumplido 30 años de debates presidenciales en México –porque el PRI atrasó lo más que pudo, su existencia, pues el PRI desprecia la democracia y apoya a Gálvez– y pasamos de la cara de palo de Cuauhtémoc Cárdenas y la loca idea extraña de que quién grita más, gana el debate, como se lo atribuyeron a Fernández de Cevallos en 1994, a una contienda donde nadie llega vencedor, a un debate mucho más importante y en 3 oportunidades más definidas, no exentas de bemoles.

 

En 2024 ya el público sentenció que el formato era revuelto –se retrocedió respecto a la organización de 2018– y que el señor Máynez fue ignorado olímpicamente por las dos mujeres contendientes punteras, recordándonos que esta elección no será de varones, por mucha supuesta agenda propia que quisiera mostrar el mccista, que es un espantapájaros al que no puede tomarse en serio, mientras su partido sea el cacicazgo de Dante Delgado. Sale sobrando y no ha querido entenderlo. Esos sí, fue excelente cómo exhibió una y otra vez mucho más a Gálvez. Hizo el trabajo sucio y eso fue magnífico.

 

El debate nos mostró que Sheinbaum supo estar a cuadro. Se temía con justa razón que fuera acartonada. No lo fue y eso abona a ella. Fue ecuánime y mesurada. Sorteó su carácter, evadió lo que convino evadir y mantuvo las formas. La vulgaridad de Gálvez y su inquina irrefrenable no pudo con eso. Se fue al burdo insulto personal y mostró sus incorregibles carencias de actitud y discursivas. No hay manera de que sea mostrada como sensata y de que se comporte. Ya lo dijo Luis Miguel: eres como un potro sin domar. No aterrizó propuestas sensatas por dedicarse a descalificar a Sheinbaum tragándose la opositora así la idea de que es la puntera que no es y Xóchitl Gálvez optó por el populismo más ramplón que critica, ofreciendo becas y tarjetas y dinero pagado con el erario a los pobres, mostrándonos su carencia de agenda y de propuesta original y diferenciada de lo que sí está dando resultado a López Obrador. Es que Gálvez y los opositores demostraron por enésima vez no ser mejores que Morena.

 

Sheinbaum mantuvo la clase, que no es poco, y supo evadir los temas quisquillosos. Los embates de Xóchitl solo evidenciaron que no pudo construir un discurso eficaz que desbalanceara a Sheinbaum. Volvió a su tema de unidad y paz mientras golpeteaba. Qué incongruente y violenta es Gálvez.

El debate nos dejó dos elementos interesantes. Los simpatizantes de Gálvez intentaron en el debate hacerla ganar, pese a que el público mandaba mensajes que posicionaban a Sheinbaum, hasta con el 80% de aceptación a Sheinbaum. Así pasó en una mesa donde vociferaba el impresentable de Pérez Gay vomitando odio a Sheinbaum –él, que tanta prebenda perdió en este sexenio, se entiende– mientras el público apoyaba a la morenista. ¡Ja! para las pulgas de Pérez Gay que pintaba nada en ese análisis posdebate.

 

Bien la conducción de Maerker, pésima la del parcial López San Martín, que tarde se le hacia para callar a los oponentes de su candidata favorita Gálvez. Ya pasó y no volverá a esta ronda de debates, por fortuna.

 

El otro fenómeno lo dieron los candidatos en sus mensajes posdebate. Gálvez se rodeó de todo lo impresentable que la representa y le hace acreedora a perder: Alito, Marko Cortés y demás fauna. Santiago Creel, Moreira, el dirigente perredista, la Rabadán….por favor. Le hacen más daño en vez de protegerla. Si ya en el debate se sacó una trasquilada, ponérnoslos enfrente, fue peor. Ya fue mucho poniendo otra vez el escudo nacional al revés. Eso y ellos la queman. Y sus querientes la disculparon mal diciendo que lo hizo porque el país está mal. Respuesta: pues PRI y PAN eso dejaron y han hecho nada para enmendarlo, solo oponerse a todo lo que podía contribuir a su mejora.

 

Gálvez más optó por un ataque insultante a Sheinbaum, a personalizar la contienda y a recriminarle no tener corazón, haciéndolo de una manera infantil. Que recuerde que para el cargo al que aspira se requiere alguien inexpresivo y calculador y no que de dé brincos como niña de 6 años. Ya perdida en el espacio sideral, Gálvez dijo que había que acabar con el patriarcado, ella, que fue impuesta directamente por Claudio X. González que la apadrina. Que incongruente es. Y habló del carisma del presidente. Cosa tan extraña como su reconocimiento que era más raro que ver una vaca azul. Gálvez no pudo identificar qué temas eran los importantes. Trastabilló mas que mostrar proyecto.

 

Días antes en su infinito extravío, Santiago Creel dijo a Loret de Mola que Gálvez sabía dar respuestas y era renovación. Qué absurdo. Aliada al PRI no puede ser renovación y decir gracejadas no es saber dar respuestas y así nos lo evidenció otra vez. Que no la adorne el caduco panista, rechazado en un 80% por los posibles electores frente a Gálvez en la contienda por la nominación. Un tipo que no ha entendido que su tiempo también ya fue.

 

Al final, Gálvez intentó ganar el debate en su atrabancada y pendenciera miniconferencia de prensa, donde volvió a incriminar a Sheinbaum. No acaba de entender que agrediendo no ganará.

 

En su eterno quiero, pero no puedo, Gálvez dejó pasar este primer debate. Esperar milagros del segundo debate suena a quimera y a Máynez no hay manera de creerle eso de ser que dejará atrás la vieja política, cuando la sombra de Dante Delgado lo apadrina y protege. Se gana también perder las elecciones.