ASF: el problema es otro

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Rasgarse las vestiduras en plan de impostura, actitud faceta fingiendo que a los oponentes a López Obrador realmente les importa mucho el sobrecosto que ha supuesto cancelar el negocio de políticos que era el NAIM de Texcoco –porque eso era, y partamos de esa verdad–  solo evade poner el acento en lo más importante –más que los negocios privados de políticos disfrazándolos de interés público– y que es aquello de que pese a existir una Auditoría Superior de la Federación (ASF), sigue habiendo excesos y boquetes de dinero público no justificado.

Allá quien prefiera rasgarse las vestiduras por la cancelación del NAIM y quedarse en eso.

Importa mucho más que la ASF tuviera que rectificar su error de verificación, existente y no valorado por muchos opositores a López que evadieron las explicaciones y mejor alimentaron su propia posverdad a conveniencia de sus fobias políticas. Qué lastima que desmerecieron tales rectificaciones exhibidoras de la ASF.

Importa más que la ASF se quemó solita con sus errores. Ella niega que tuvieran dedicatoria política. Pues bien: si no la tienen, lo que sí tiene es evidenciar la torpeza mayúscula del auditor y de su equipo al completo. Ya pagó los platos rotos el auditor especial de desempeño, separándolo del cargo, pues las inconsistencias son tales que su informe es insostenible. Mal por la ASF.

Al final, lo verdaderamente importante es que pese a los múltiples organismos carísimos de control del gasto público, carísimos a cargo del contribuyente y no de los políticos para su lucimiento –un océano de contralorías, de direcciones, auditorías, la Secretaría de la Función Pública, contadurías mayores y la propia ASF– el drama es que sigue produciéndose una falta, un boquete injustificado de dinero, en datos irreconciliables al carecerse de los sustentos necesarios que expliquen que no es así, abonando a la opacidad característica del ejercicio de la tarea pública. Lo del sobrecosto de cancelar el aeropuerto es elevado de todas formas y opaco. Mal por López.

Lo grave resulta ser que llevamos años funcionando así y funcionando tales instituciones: llevan años induciendo a un supuesto control y a una supuesta cultura de legalidad, cuidado, probidad en el tema público, un supuesto apego a la norma que es evidente que no consigue evitar faltantes que pueden parecer desfalcos. Gobiernos van y vienen y sigue sucediendo. López Obrador no es la excepción. La pregunta sigue sin ser respondida: ¿por qué sigue sucediendo? El desorbitante monto del sobrecosto de la cancelación del NAIM  solo es parte de ese boquete que no siempre puede justificarse, de ahí su opacidad.

No será por falta de machaconas insistencias en que no hay corrupción, de que se procura cuidado en la gestión pública, por sanciones previstas en las leyes. Todo ello ya existe y sin embargo, el boquete persiste. Eso es lo importante.

Entre el descuido reiterado en el manejo de recursos públicos, corrupción e impericia, al final los ciudadanos pierden ya que la opacidad termina siendo un elemento, una constante que no parece tener fin. Es una advertencia de que aún queda mucho por trabajar y en todos los niveles de gobierno y desde todos los partidos políticos involucrados convertidos en gobierno. Ninguno puede presumir mejores cuentas con el manejo de la cuenta pública.  Y al que se atreva que se atenga a que se hable del sobreendeudamiento de su entidad. Lo dicho, tanto por trabajar….

@marcosmarindice