Hace unos días, en Anchorage, Alaska, aconteció el primer acercamiento entre la nueva Administración de Biden y sus contrapartes chinos y no pasó desapercibido por el clima gélido entre ambos equipos.
A dicha reunión (19 de marzo) asistieron Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional; acompañados por Yang Jiechi, director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores y Wang Yi, consejero de estado de China.
“Nuestra relación con China será competitiva dónde deba ser, colaborativa dónde pueda ser y confrontativa dónde deba ser; nos parece importante seguir un marco de reglas… respetar un orden”, afirmó Blinken durante la reunión.
Por su parte, Sullivan reprochó las acciones de China, en su trato a la población de Xinjiang, Hong Kong, Taiwán y los responsabilizó igualmente por los ciberataques a Estados Unidos y por ejercer una “coerción económica” en varios países aliados.
La diplomacia china reviró, primero en voz de Jiechi, que su país no cree en invadir utilizando la fuerza ni intenta derribar o masacrar a la gente de otros países creando guerras.
“Estados Unidos no es más la única potencia. Nosotros creemos que es importante que cambie su imagen y deje de impulsar su propia democracia en el resto del mundo. Mucha gente dentro de Estados Unidos tiene poca confianza en su democracia”, resaltó el canciller Jiechi.
El encuentro fue tan tenso que la prensa internacional lo calificó como “paz fría” o bien “la otra Guerra Fría” en alusión a que ha vuelto la de siempre con Rusia pero hay otra colateral con los chinos.
En respuesta a las acusaciones sobre los derechos humanos, Jiechi se tomó un largo tiempo para explicar a sus contrapartes estadounidenses que Xinjiang, Tíbet y Taiwán son parte inalienable de territorio chino.
Esa primera cita ha sido tan gélida como el escenario mismo de Alaska y el resultado, dos días después, también ha estado marcado por la misma temperatura: Estados Unidos acompañado por Canadá, Reino Unido y la Unión Europea anunciaron sanciones contra el establishment chino.
A diferencia de la Administración Trump que actuaba de forma unilateral y en solitario además en un tono agresivo para amedrentar a sus aliados a fin de obligarlos a secundarlo, el gobierno de Biden defiende la coordinación internacional con sus afines para llevar a cabo una serie de acciones en aras de defender el orden y los valores de Occidente.
A COLACIÓN
En un comunicado de prensa, Blinken explicaba la decisión de sancionar a seis altos cargos de Xinjiang de las oficinas de Seguridad Pública así como de Producción y Construcción; es la segunda vez que se les sanciona, Trump ordenó hacer lo propio hace un año y lo hizo en solitario… ahora son un grupo de países en una decisión colectiva que es la más dura desde la matanza de Tiananmen en 1989.
Los informes norteamericanos hablan de genocidio contra la población uigur (de origen musulmán) que es minoría china y de intentos de borrar sus creencias y cultura; a Estados Unidos se ha sumado la UE, Canadá y Reino Unido.
En respuesta, la diplomacia china ha hecho lo propio: un quid pro quo al minuto uno de hacerse el anuncio imponiendo represalias “contra cuatro entidades de la UE y 10 personas” la mayoría son eurodiputados; se ha sancionado al Comité de Política y Seguridad del Consejo de la UE que incluye a los 27 embajadores europeos ahora con la prohibición de no poder entrar a ninguna parte que sea territorio chino, tanto ellos, como sus familias tampoco podrán hacer ningún negocio con la economía asiática.
Ya en enero pasado, el día que Biden juraba su cargo como presidente, en Beijing, emitieron una serie de sanciones contra 12 funcionarios que formaron parte del gobierno de Trump incluyendo a Mike Pompeo, que fungió como secretario de Estado; es de llamar la atención que, estamos viviendo tiempos críticos entre la relación de la Unión Americana y China, aunque el tercero en discordia es Rusia no hay que obviarlo.
@claudialunapale