Estamos asistiendo a un momento histórico de la democracia norteamericana, pero creo aún más allá, asistimos a un momento muy importante para la democracia en el mundo, por ser la norteamericana la primera democracia moderna, por ser los Estados Unidos de Norteamérica la potencia económica y militar más importante del planeta, con todas las repercusiones que ello conlleva y por haber sido en 2016 el parteaguas de la democracia con la llegada de un populista que alentó lo que ya se venía dando en otras latitudes en la época reciente, pero dada la importancia justo de ese país, fue la culminación (esperemos) de una oleada populista que usando las reglas de la democracia llegó al poder para destruir a la misma democracia.
El triunfo de Joe Biden sobre Trump es el esfuerzo titánico de millones de ciudadanos norteamericanos para salvar su democracia, y reiniciar una nueva etapa de reconciliación nacional de una polarización, entre otras cosas, que ha dejado como herencia el populismo trumpista, pero es también la profunda reflexión, sin duda, de que la democracia liberal había venido vaciándose de sus contenidos fundamentales y que paralelamente, el capitalismo de amigos había generado también una sociedad desigual, y que el desarrollo de un modelo de capitalismo global había socavado estructuras productivas en un país que provocó la irritación social contra el establishment y su clase política por haber dejado en el desempleo a millones de trabajadores norteamericanos, sobre todo a los de las zonas rurales y también menos educados, así que muchos factores crearon un caldo de cultivo para el discurso nacional-populista, para aterrizar en un discurso nativista, racista, xenofobo, cuasi fascista, y esto justamente es lo que no se debe de olvidar para la búsqueda de salidas democráticas, para salvar justo a la democracia liberal y un tipo de capitalismo que tenga en consideración de manera fundamental el reparto más equitativo de la riqueza generada. En el caso de otras democracias como la nuestra habría que agregar el tema de la corrupción como otro de los elementos que propiciaron la llegada del populismo al poder.
En una democracia, los votos cuentan y se cuentan y quien tenga la mayoría, así sea por uno, gana, y un político demócrata tiene que respetar la voluntad ciudadana, ahí reside justo uno de los principios fundamentales de la democracia: la aceptabilidad de la derrota. Lo que hoy hace Trump es justo lo contrario, como bien lo conocemos los mexicanos de quien hoy es presidente. Pero lo que hay que reconocer es que, aunque la derrota de Trump es un hecho incontrovertible, el fenómeno del populismo ya ha echado raíces en un país, en donde hay que recordarlo, nació a fines del siglo XIX el primer populismo, junto con los populistas rusos de esos años. El reto, me parece, no es sólo cómo derrotar política y electoralmente al populismo y su fachada trumpista, sino cómo resolver en el mediano plazo los factores dentro de la democracia y dentro del capitalismo que hicieron que se incubara el populismo en la sociedad, para avanzar a una sociedad no polarizada como hoy en día está, reconociendo su pluralidad y avanzando en espacios de participación de una mayor democracia directa y sobre todo de creación de ciudadanía y eso no sólo es para la sociedad norteamericana sino para todas aquellas que hoy padecemos el populismo o las autocracias.
La democracia norteamericana hoy día da una lección de supervivencia con sus ciudadanos, pero también permitió observar el gran poder de los medios de comunicación, sobre todo, las televisoras, que abre un debate sobre cuán democrático es esto, pero una sociedad abierta podrá discutir sobre esto y sobre el sistema de elección indirecta de su presidente y vicepresidente.
@aguilarsoliss