El mundo que lleva su propia velocidad económica dependiendo de cada país y región, ha tomado diversas decisiones para soportar primero el golpe directo y en seco de la pandemia en el sector salud y en la macro y microeconomía; y después, para elaborar sus propios planes, programas y políticas para rescatar a las personas, las familias, las empresas y sostener en terapia intensiva a la economía.
Ahora hay que revivirla, reanimarla y la vacuna viene en forma de paquetes de estímulos, subsidios, transferencias, cheques de ayuda a salarios y desempleados; préstamos blandos y congelamiento temporal de adeudos.
Pero la respuesta no ha sido igual en todas partes: en Europa, algunos economistas se quejan de que la Unión Europea (UE) ha demostrado todo menos estar unida, señalando con sorna cómo, en “la desunida Europa”, cada nación ha dicho sálvese quien pueda.
A la fecha, la UE no logra repartirse los 2.1 billones de dólares por concepto de rescate aprobado, desde julio pasado; se trata de un fondo histórico conocido como NextGenerationEU.
Mientras que, del otro lado del Atlántico, en la Unión Americana, el presidente Joe Biden, ha propuesto un ingente plan de estímulos por 1.9 billones de dólares y un programa de reconstrucción y modernización de infraestructuras por dos billones de dólares más.
Ningún otro país, ninguna otra economía, tiene un programa tan amplio y agresivo basado en dos pinzas para relanzar el PIB y sostener ese crecimiento en el tiempo: los estímulos favorecen el gasto y el consumo; y las inversiones en infraestructura, crean empleo.
Ni Rusia, ni China, han puesto en vigor un paquete de ese tamaño y tan bien eslabonado; el presidente Biden mantiene una visión de estadista y se muestra empeñado en realizar “reformas estructurales” necesarias para que la economía estadounidense salga más robusta y fortalecida para seguir en el liderazgo económico mundial.
En la Gran Recesión, en 2008, el entonces presidente Barack Obama, también del Partido Demócrata implementó un programa de estímulos por 787 mil millones de dólares consistente en incentivos fiscales por 300 mil millones de dólares para personas y empresas; un total de 250 mil millones de dólares en ayudas directas para personas y familias en dificultades y 200 mil millones de dólares para mejorar una serie de infraestructuras en Estados Unidos; entre otros rubros.
Entonces se dijo que era el mayor programa desde que el mandatario Franklin Delano Roosevelt estableció el suyo propio e igualmente en tiempos extraordinarios, para contrarrestar, los rápidos efectos de un deterioro social por la afectación en las personas, familias y empresas.
Ese cortafuegos se formuló con base a dos marcos conocidos como New Deal (Nuevo Trato) entre 1933 y 1938, una medida de respuesta ante los daños provocados por la Gran Depresión de 1929.
A COLACIÓN
Pues bien, es ahora la Administración de Joe Biden, la que impulsa el mayor programa histórico y ambicioso de estímulos y de inversiones hasta ahora conocido; tan relevante que solo su plan de estímulo de 1.9 billones de dólares representa el 40% del presupuesto federal y cerca del 9% del PIB.
La batería de medidas son vitaminas para sacar al enfermo de cuidados intensivos y ponerlo en forma a toda velocidad: hay bonos, en subsidios, por 300 dólares en desempleo; cheques de 1 mil 400 dólares para las personas de menos recursos; deducciones fiscales a las familias y personas con hijos así como créditos blandos, ayudas y subsidios a las empresas sobre todo a las pequeñas y medianas empresas.
El plan de gobierno no olvida a las comunidades indígenas, ni a los comedores escolares, las personas solas o discapacitadas; hay hasta ayudas al alquiler y muchos cheques y transferencias de dinero que llegan directamente a las personas y a las familias. En materia social, Biden ha puesto a la pobreza infantil y a la cobertura sanitaria como objetivos prioritarios, una continuación del Obamacare suspendido durante los cuatro años de mandato del republicano Donald Trump.
Se ha planificado, además, una plan de rescate que eleva la desgravación anual por hijo, de seis a 17 años de edad, en aras de alcanzar a más hogares con menores ingresos; la introducción de este cambio será un auxilio para la parte de la clase media con ingresos de, entre 51 mil a 91 mil dólares al año, y podrá experimentar un incremento del 5.5% en sus ingresos netos.
Todos hablan de un programa sin precedentes y ponen sus esperanzas en que permitirá sostener el crecimiento norteamericano a mediano plazo, desde luego tiene igualmente su lado oscuro que abordaremos en la próxima columna.
@claudialunapale