De responsabilidad y polarización

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Hay una diferencia muy grande entre asumir la responsabilidad y evadirla, una muy grande entre aceptar un error y echarle la culpa a alguien más. Esto es algo que ha llamado la atención de muchos en lo que va del sexenio, pues ante cualquier denuncia –como se hacía con otros gobiernos– la respuesta no es una promesa de investigación o una corrección, sino la búsqueda de a quien culpar por esto, agregando la necesaria polarización a este nefasto cóctel.

 

Un metro de ejemplo

El ejemplo de lo sucedido con la Línea 12 del Metro de la CDMX es claro en este sentido, pues ante las advertencias de vecinos de que la estructura por donde pasan los convoyes del sistema de transporte estaba en malas condiciones, no hubo respuesta, a pesar de todos los problemas que hubo desde la inauguración de la misma.

Pero que tal la búsqueda de culpables por un supuesto atentado –por supuesto que para dañar a la 4T y a su inmaculado líder–, no sólo en redes sociales, sino desde la Cámara de Senadores en la cual una legisladora de Morena dijo que había gente perversa que podía mover la ballena que se colapsó.

Y de autocrítica mejor ni hablamos.

 

Hablemos de polarización

La polarización, que ya ha estado presente en anteriores procesos electorales, se ha convertido en un ingrediente adicional en la actual campaña electoral.

Lo mismo los miembros del partido oficial que los de la oposición, han aprovechado esta cuestión y han ayudado a exacerbarla hasta el punto de que la presentación de propuestas ha quedado de lado por el exterminio del enemigo.

Si desde la principal tribuna del país se llama a atacar a los adversarios, a quienes ya se les calificó como conservadores o fifís, y los seguidores se la pasan siguiendo esa línea, incluso culpándolos de supuestos atentados, y la oposición se sube al ring para contestar en los mismos términos que se planteó el debate, lo que estamos viendo es una lucha sin fin que en nada ayuda al país.

Dejamos de tener procesos civilizados, en los cuales se podía participar y seguir una amistad después de las campañas, en una etapa en la cual la pelea se traslada al ámbito familiar y las relaciones se rompen por militancias políticas.

Lo que sucedió en España, en particular en la elección en Madrid, es una buena lección acerca de lo que sucede con los políticos que usan la polarización para atraer votos.

Pablo Iglesias utilizó, para referirse a sus adversarios, la palabra fascista; con esto buscó el voto de los madrileños que al final no obtuvo. Se trata de un recurso que es utilizado por políticos de corte populista que busca clasificar a todos en dos categorías, a fin de polarizar la elección y sacar ventaja de esta situación.

Pero también su contrincante, y al final ganadora por amplio margen, Isabel Díaz Ayuso del Partido Popular, recurrió a una variante al poner al elector ante el dilema “libertad” o “socialismo”, “comunismo”, “sanchismo”, que le resultó favorable si atendemos a los números con los que ganó la Comunidad de Madrid.

Se trata de dos ejemplos que nos confirman que eso de la polarización es algo que llegó para quedarse, incluso en nuestro país.

Otro ejemplo de los resultado de la polarización lo tenemos en lo sucedido con Donald Trump en Estados Unidos.

Polarizador por excelencia, el exmandatario logró alcanzar el triunfo y mantuvo una buena cantidad de votos en la pasada elección presidencial, teniendo en el discurso polarizador una de sus mejores armas.

La narrativa de nosotros contra el resto de la población, hablar de privilegios, de acciones que hacen que los pobres lo sean o la amenaza de que el estado de bienestar está amenazado por la llegada de nuevos grupos sociales, es parte de este tipo de estrategias.

No por otra cosa, su principal asesor, Steve Banon, ha estado asesorando en Europa a políticos que recurren a este tipo de discursos para no sólo atraer la atención, sino alcanzar mejores posiciones políticas en sociedades que compran este tipo de argumentos, a pesar de que su realidad dista mucho de ser la que se refleja en dicho tipo de narrativas.

¿Para qué sirve la polarización? Es claro que, si se trata de un recurso muy utilizado por personajes de la izquierda y de la derecha, no puede ser algo pasajero o una mera ocurrencia, sino que se trata de toda una estrategia, muy a la usanza del “divide y vencerás”.

Las sociedades actuales tienen en su seno un gran resentimiento, a grupos que piensan que su falta de recursos –porque finalmente, muchos de los que sostienen este tipo de discursos se enriquecen nomás con llegar al poder–, es por culpa de quienes tienen más, por eso los ataques y señalamientos a los otros, sean ricos, de clase alta, conservadores, fascistas –aunque no se pueda aplicar este término a cabalidad–, y una serie de etiquetas más, en contra de los enemigos.

Y es precisamente esta palabra, enemigo, la que se convierte en eje de todo el discurso polarizador, pues a un enemigo se le extermina para ganar la guerra, para evitar la invasión, y eso es precisamente lo que, gracias al resentimiento, buscan quienes utilizan este tipo de recursos.

@AreyesVigueras