El hijo incómodo de Scherer: un censor de los periodistas

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Manuel Camacho Solís y yo desayunábamos en la terraza de la librería El Péndulo de Polanco. A esas horas en que las calles de la zona se ven pobladas de jóvenes oficinistas y ejecutivos, la mayoría de ellos bien vestidos, que ajetreados caminaban rumbo a las empresas de firmas renombradas. Polanco es una de las zonas más caras del país y tras las paredes de sus edificios se toman importantes decisiones de negocios. Muchos de esos jóvenes sueñan con alcanzar el éxito. A diferencia de ellos, Camacho, ya en una edad madura, soñó con triunfar en la política al aspirar a ver coronados sus sueños con ocupar la silla presidencial, estaba ahí sentado frente a mí, derrotado y triste. Apenas hacía un año que se había postulado como candidato presidencial por un partido nonato, el Partido de Centro Democrático que en las elecciones del 2000 ni siquiera alcanzó el uno por ciento de la votación y perdió el registro. Camacho no era para nada un político popular, muchos ni siquiera lo reconocían cuando caminaba por las calles. Fue uno de los ideólogos del salinismo.

La cafetería estaba semivacía y habíamos tenido tiempo para charlar profusamente. Mi compañero y amigo Jesús Blancornelas me había sugerido entrevistar a Manuel Camacho. En eso estaba cuando de pronto nos interrumpió un sujeto con una llamativa corbata anaranjada y vestido con un traje gris –como su persona–. Lucía desaliñado, la barba canosa y descuidada, el pelambre reclamaba con urgencia un tratamiento. Una barba desmadejada que le echa a las personas años encima.

¡Voilà! El sujeto de marras era ni más ni menos que el polémico junior, el hijo incómodo del periodista Julio Scherer García.

Julio Scherer Ibarra llegó a cagarse en nuestro desayuno. No pudo ser más inoportuno. Camacho lo atendió con cortesía –como suelen hacerlo los políticos con la mayoría de la gente, incluidos los periodistas– en el trato había deferencia, quizás por la figura paterna del junior. Me incomodó la presencia del sujeto quien ocupó un asiento en una de las mesas contiguas. Ahí permaneció solitario por más de una hora hasta que me despedí de Camacho.

Julio Scherer García –uno de los periodistas más importantes del siglo XX– tampoco fue una blanca paloma. En todos sus libros, dejó constancia de su relación con los hombres del poder. Scherer fue un hombre del sistema. Recibía regalos –muchos de ellos costosos– y canonjías de conspicuos personajes tanto de la política como de las élites empresariales. Quizás de ahí nació la ambición por el poder y el dinero del junior Scherer Ibarra.

Una tarde, después de un almuerzo con Ignacio Cobo –uno de los operadores políticos de Carlos Slim– me esperaba en su oficina Juan Antonio Pérez Simón –el multimillonario socio de Carlos Slim por muchos años–. El propósito de ese encuentro con el magnate –convertido en uno de los coleccionistas de arte más importantes del mundo– era el tema de Scherer. Me pidió que jamás publicara nada en contra del junior ni de su hermana María Scherer Ibarra. Yo preparaba un libro para desmitificar al célebre fundador de la revista Proceso, Pérez Simón lo sabía.

–Sí tú escribes en contra de Julito y María, sería como un ataque personal, peor que una mentada de madre – dijo Pérez Simón en tono amenazante para pasar después a un ofrecimiento:

–Qué necesitas… en qué puedo ayudarte –, le respondí tajante que no interfiriera en mi trabajo que solo necesitaba información. Después de ese encuentro, nuestra relación mejoró al paso de los años hasta escribí la biografía (inédita) de Pérez Simón y obtuve acceso a sus archivos por lo cual mantengo clasificado en mis documentos de investigación todo el intercambio epistolar entre el magnate y el periodista Julio Scherer. Información íntima y confidencial.

Lo mismo me ocurrió con la periodista Carmen Aristegui. Luego de una entrevista en W Radio, Aristegui y yo charlamos sobre mí investigación sobre Scherer. Me dijo: “Sí tú escribes en contra de don Julio… te voy a mentar la madre”.

Aristegui trabajó en el equipo de información y propaganda en el equipo de campaña de Carlos salinas de Gortari. Nada extraordinario, pero ahora me quería dar lecciones. En el periodismo no hay lugar ni espacio para la amistad, debería de haber aprendido.

Cicerón decía que el enemigo principal de la amistad es la política. Yo creo que debió decir también que en el periodismo el principal enemigo es la amistad con las figuras públicas.

Debo señalar que en torno al tema de Scherer siempre me persiguió la censura. Los editores de Planeta (en ese momento mi colega Braulio Peralta), los de Grijalbo y hasta mi amigo, el editor Rogelio Carbajal, en ese entonces alto ejecutivo de Océano, me dijeron que “de Scherer nada”. Julio Scherer fue intocable. Scherer es un mito que se debe desmitificar.

Ahora su hijo quien heredó la revista Proceso –que nació como un proyecto colectivo y luego se transformó en una empresa en beneficio de unos cuantos– se ha convertido en un censor.

“A los reporteros hay que taparles la boca”, sugirió para que la prensa deje de molestar al presidente Obrador.

Para él, fue una simple frase coloquial sacada de contexto. Falso. Es su forma de pensar. No hay vuelta. Scherer junior va en contra del legado de su padre.

No hay nada extraño, su anhelada obsesión por el poder y el dinero lo ha metido en muchos bretes. Desde hace años ha sido señalado de incurrir en maniobras de corrupción, en especial los malos manejos en la industria azucarera, después fue pillado en una conversación telefónica solicitando millones de pesos para apoyar a políticos perredistas.

De una manera extraña e inexplicable acumuló una fortuna que “heredó” a su exmujer. Entre estas, una propiedad de casi dos millones de dólares en Nueva York, cuando ni siquiera tuvo el dinero suficiente para pagar su rescate en un secuestro en el que su padre recurrió a conspicuos hombres de dinero para auxiliarlo y pagar esa deuda con los delincuentes. Y eso que se trataba de una mínima cantidad de dinero por su liberación. Según, la información del propio junior, en esos años ya era millonario.

Incluso en su papel de censor, el junior Scherer preparó una demanda contra el Wall Street Journal, uno de los diarios más importantes del mundo, todo por cuestionar a Obrador.

La censura es la firma del gobierno obradorista y Scherer junior como abogado del gobierno de Obrador es uno de sus impulsores. La misma revista Proceso ha sufrido los embates del presidente Obrador y Scherer junior los ha convalidado. Ni siquiera sabe lo que significa la palabra dignidad. No importa que tenga que pasar sobre la memoria y el legado de su padre. Al final ha terminado como un fouche del obradorismo.

En el siguiente enlace podemos escuchar una de las pillería del junior.